ENIGMAS. EL TIEMPO ENTRE LAS NUBES.

EL TIEMPO ENTRE LAS NUBES



Los ecos y las sombras de mi vida,

despojos de su sueño,

se pierden en la oscura lejanía

invisible del tiempo.

José Bergamín: Esperando la mano de nieve.


Acuarela: José Zamarbide.



2018 y días grises en Noruega, donde la lluvia empapa los sentimientos. 


Este fiordo es una puerta sin hojas por la que, desde el tiempo y las tormentas más antiguas, discurren las aguas inquietas hasta vaciarse en el mar de la vida.


Su marco, hecho de roca y verde naturaleza, agreste como una batalla y duro como un alumbramiento que se demora, vigila el fluir de la vida desde la pasada eternidad y espera que siga pasando la vida acompañando a la eternidad que nos persigue.


Ese frío de las aguas y del aire es el señor que gobierna los días y las noches, las estaciones y el color.


Las nubes le ponen el arco que la corona. El hueco flexible entre los marcos se  alimenta con días grises y cortinas de lluvia fría.


El eco de sus paredes trae voces de antiguas batallas, restos de algunos naufragios, la ansiedad de las velas al partir y el alegre remar de los retornos.


Desde esas paredes, la vida se alimenta con permanentes cascadas de agua que nunca se agotan, elegantes como una trenza de mujer.


Por eso, esta puerta se prolonga en la distancia que recorre, recodo tras recodo, llamada tras llamada, como la vida.


Por esta puerta, se han perdido muchos ecos y muchas sombras, muchos soles y muchos truenos y relámpagos. Todos ellos son ya invisibles en el tiempo, pero siguen vivos en el recuerdo y en sesgo de las miradas.


Desde mi posición de extranjero en esta tierra, mi mente elabora preguntas sobre los despojos de los sueños y las esperanzas recreadas que se han perdido en este camino de agua. 


Los sueños que volaron sobre ellas, y que cruzaron esta puerta, se han ido desvaneciendo en el leve discurrir de los años, en el pulso de cada ciclo vital. Se los ha llevado el tiempo y se han perdido junto a las cenizas de tantos seres que han amado estas tierras.


Creo que no es menos cierto que esos sueños no murieron del todo con ellos. Los que ya nos dejaron plantaron sus semillas en sus descendientes, los hicieron crecer con fábulas y gestas maravillosas, con las promesas más alegres. Sus hijos siguieron trabajando por ellos, renovando esperanzas y construyendo nuevas realidades, diferentes, como tiene que ser cuando la vida evoluciona con esa pizca de recuerdos en el alma y esa ilusión por inventar un nuevo mundo.


Esta puerta ha dejado pasar en libertad toda la historia de sus gentes y sus vidas, las ha respetado y alentado, como una madre que mira lejos y protege a sus hijos.


Como las de ellos, los ecos y las sombras de mi vida, despojos de mi sueño, se pierden también en la oscura lejanía pero, seguramente también como ellos, me siento heredero de mi pasado y participo del futuro de los míos con lo que queda de mis sueños.  


Comentarios

Entradas populares