ENIGMAS. PUERTA PUENTE

 


PUERTA PUENTE 



La ciudad irá en ti siempre. Volverás

a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez.

Konstantino Kavafis: La ciudad


Acuarela: José Zamarbide



¿Puerta o puente?, ¿ambos o ninguno?: seguramente todo o nada en su momento, todo o nada ahora también.


Estamos en 2004, en Vietnam. Hoi An es una pequeña pero preciosa población, no lejos de Hue, la antigua capital imperial.


Chua Cau es el nombre del puente que une y separa dos antiguos barrios de la ciudad, el chino y el japonés.


Tenía puertas por si era necesario cerrarlo o, después, abrirlo; tenía pasarela de madera para lo que su propio nombre indica, pasar; tenía cubierta y muros decorados porque la belleza era algo que había que cultivar, lo mismo que las tradiciones y los símbolos.


Ahora no estamos en el siglo XVI, pero pasar esas puertas, cualquiera de las dos, supone adentrarse, igual que antaño, en la sombra, en el frescor que te alivia del calor del día y de la humedad del ambiente. Protegido del sol y las lluvias por un tejado decorado con dragones y aleros con  cerámicas circulares y azules, te dejas atrapar por lo que se esconde en la nostalgia.


Las puertas son amplias, para permitir el paso de animales y carruajes, mercancías permitidas y prohibidas, amigos y enemigos; tráfico fluido para facilitar el comercio y el encuentro. En caso de conflictos, si había que cerrarlo era punto de disputas de gobierno y dominio, punto de cobro de peajes.


Apertura, paso y caudal definen estas puertas, estos dinteles de piedra y barro, de arcilla y cerámica.


Apertura para el paso libre de los vientos, de las noticias, de los avisos, de las llamadas urgentes, de las fugas precipitadas; canal para la difusión del conocimiento y para atraer a otros comerciantes, a otros compradores.


Paso de vecinos y extraños, punto de encuentro, paso para la búsqueda del conocimiento y del deseo, para la cita apresurada y para la comida placentera, para acudir a la llamada del opio y a los blancos brazos de las geishas.


Caudal de cambios, conducto de experiencias y vivencias, de alimentos y bebidas, de idas y venidas no contabilizadas, de observación perspicaz de intereses, de sofocos e inquietudes, de esperanzas vanas y búsquedas de honores.


Imposible imaginar tanta historia que ha cruzado entre sus puertas: abiertas para dar cabida a todo y a todos.


Superas mi asombro, pero te miro con tranquilidad porque estás abierta, como las puertas que me gustan.


Ya lo dijo Kavafis: la ciudad irá en ti siempre. En mi caso, a través de las mismas calles, vuelvo siempre a mí mismo, esperando y deseando que en los mismos suburbios en los que he aprendido las primeras palabras, llegue mi vejez y mi equilibrio.


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