EJERCICIOS DE TALLER. LO QUE SE LEE MENOS.


LO QUE SE LEE MENOS


El pasado día 17 de este mes, recibí por WhatsApp, ese medio tan usado desde hace unos años para transmitir noticias, saludos y bobadas, un vídeo con el siguiente mensaje:

“Ha acontecido un pequeño gran milagro casi completamente ignorado por los medios de comunicación: miles de mujeres hebreas, musulmanas y cristianas han caminado juntas en Israel por la paz. En el nuevo vídeo oficial del movimiento WOMEN WAGE PEACE, la cantante israelí Yael Deckelbaum canta la canción PRAYER OF THE MOTHERS junto a mujeres y madres de todas las religiones, mostrando lo que la música puede cambiar. Un milagro todo femenino que vale más que mil palabras”

A continuación, escuché el vídeo y, ciertamente, la canción es muy bella y las imágenes sobre las que vuelan las notas lo son todavía más, mujeres que representan todas las razas y orígenes caminan juntas y, sonriendo, lanzan su grito de esperanza: paz.

En medio del horror de esos días, me extrañó que una acción de ese tipo no hubiera tenido más difusión, así que dediqué unos minutos a buscar en hemerotecas de prensa si era o no cierto que no hubiera tenido más eco.

Buscando y buscando, tropiezo con una noticia de 20 de octubre de 2022 entre cuyo texto se incluye el mismo vídeo que acababa de ver. Mi primera reacción fue la desconfiar de lo que había leído el día 17 y que, a la luz del hallazgo, me hacía dudar de la seriedad de la primera noticia. De momento, la marcha que se veía en el vídeo no era de estos días, era anterior.

A pesar de ello, leí el texto del 2022:

“La plataforma de mujeres no partidista Women Wage Peace es el movimiento por la paz más grande en Israel en la actualidad. Lo que les mueve es el anhelo y el deseo profundo de poner punto final al conflicto. WWP es un movimiento inclusivo que agrupa a mujeres israelíes, árabes, drusas y beduinas de la izquierda, del centro y de la derecha políticas, mujeres jóvenes y mayores, del centro del país y su periferia, religiosas y seculares. A WWP se ha unido el movimiento, recientemente constituido, “Mujeres al sol” que agrupa a mujeres palestinas de West Bank, Jerusalén este y la franja de Gaza. Ambos movimientos decidieron salir a luchar juntas por la paz empoderando a las mujeres de diversas comunidades para generar confianza, lo que a su vez conduce a una demanda unificada de negociación diplomática con plena representación de las mujeres para poner fin al conflicto israelí-palestino.”

En ese punto, contenida la desilusión primera al comprobar que la marcha que se veía en el vídeo inicial no se correspondía con la fecha que indicaba, fue asentándose en mí la creencia de que merecía la pena seguir investigando el origen de este grupo.

Algo parecido a la verdad se fue haciendo hueco cuando encontré la siguiente noticia -actual- en el espacio “Comment”:

“La Marcha de la esperanza de Women Wage Peace cumple siete años. El pequeño gran milagro de mujeres hebreas, musulmanas y cristianas caminando juntas en Israel por la Paz”

La noticia llevaba fecha del 17 de octubre de este año. Leyendo el artículo, se insistía en el olvido del hecho, acaecido un 17 de octubre de 2016, de que miles de mujeres caminaran durante dos semanas desde Galilea a Jerusalén. 

Iniciaron la marcha solamente veinte mujeres y llegaron más de cuatro mil a Jerusalén.

Leyendo unas y otras noticias, pude ver que al final de la marcha, en un manifiesto final, las mujeres oraron para que se reanudaran las negociaciones entre Israel y Palestina para lograr la paz y pidieron un compromiso para terminar con la violencia y construir un país en paz para las nuevas generaciones.

Parece ser que el movimiento no es nuevo. Se fundó tras los 50 días de la Guerra de Gaza/Operación Border Protector de 2014, en la que murieron 73 israelíes y 2.400 palestinos. 

Hoy en día cuenta con más de 45.000 miembros israelíes, llegando a ser el mayor movimiento pacifista de base en Israel. 

Desde entonces, han organizado varias marchas y manifestaciones pacíficas frente a la residencia de Netanyahu y otras personalidades, han realizado estudios preparatorios para poder organizar la vida en paz y en convivencia.

En el exterior de su territorio cuentan con muchos más apoyos, entre ellos el de la activista liberiana y premio Nobel de la Paz Leymah Gbowee.

Como seña de identidad, visten de blanco y, en sus marchas, portan pañuelos de color turquesa que representa el azul de la bandera israelí y el verde de la bandera palestina.

Es inevitable ver este movimiento con una lente de género, una posibilidad remota pero que parece más posible si está sostenida por mujeres que por hombres con otras ambiciones.

Dicen no buscar vencedores y vencidos, sino consenso, y no quieren un acuerdo si no es justo y duradero.

A este respecto, encontré una expresión de una ex embajadora estadounidense en Tel Aviv, que expresa su opinión de que “las mujeres tienden a tener una visión más holística de la seguridad, que abarca no sólo la soberanía política y la fuerza militar, sino también la seguridad económica, la educación y la seguridad personal”.

Leyendo y leyendo, parece ser que el pasado 4 de octubre de este año, miles de ellas se reunieron en un encuentro en el mar Muerto. Allí declararon, “Nosotras, las madres palestinas e israelíes, estamos decididas a detener el ciclo de derramamiento de sangre y cambiar la realidad del difícil conflicto entre los pueblos por el bien del futuro de nuestros hijos”. Ya sabemos lo que pasó días después: un ataque terrorista y una respuesta de consecuencias incontrolables.


Vivian Silver, de 74 años, militante israelí de origen canadiense, formó parte de ese encuentro y posterior manifestación. Hoy, después de más de veinte años de militancia en movimientos pacíficos y de salvar muchas vidas de niños palestinos enfermos, llevándoles de la franja de Gaza a hospitales israelíes, permanece desaparecida en Gaza, secuestrada por Hamás en el kibutz donde vivía, a cuatro kilómetros de la frontera con esa población.

Una de las dirigentes del grupo WWP realizaba estos días unas declaraciones en las que decía: “La paz será o no seremos. No hay alternativa en esta región. O es paz o seguiremos matándonos, muriendo, perdiendo gente, enterrando gente, derramando sangre. Cada vez más rápido, porque cada vez hay menos tiempo de espera entre una acción y otra”.

He buscado y he encontrado más, pero no voy a incluir más datos y hechos, porque a estas alturas, invito a quién lo desee a sentir el placer de buscar y encontrar, a mirar con ojos atentos, a verificar los datos, a no creerse el primer mensaje, a disfrutar en el encuentro con lo recóndito de cada noticia.

En este caso, creo que es cierto que no se le ha dado suficiente espacio a las noticias relacionadas con este movimiento de mujeres. Parece ser cierto que vende más la maldad que la bondad, da la sensación que buscamos el aturdimiento de la violencia, que queremos constatar algo que ya es una evidencia: el horror que generar la lucha por el poder. Parece que hay que ser sobre el no ser del otro, siempre un vencedor y un vencido y humillado, sin esperanza.

El repaso de las fotografías que he visto de las marchas de estas mujeres me ha recordado a la gesta de las madres de la plaza de Mayo, en Buenos Aires, que tras años de lucha consiguieron esclarecer hechos del pasado, buscar justicia donde nadie más la perseguía. A aquellas madres, les une con estas israelitas y musulmanas un detalle: un pañuelo que parece una bandera, blanco en el caso de las argentinas y turquesa en el de estas.

En cualquier caso, pienso que no podemos quedarnos solamente en la visión de que la mujer, en este caso, puede generar confianza más allá de diferencias y divisiones, que posiblemente sea así. No sería malo que, escuchando sus peticiones, las mujeres tomaran una parte más activa y decisiva en las negociaciones

Ellas mismas lo dicen: los hombres son bienvenidos, pero esto es un movimiento feminista y sus mensajes respiran amor por sus hijos y por los hijos que deberían llegar en el futuro.

Pienso en ellas como madres, como hijas y como hermanas, sujetándose en el dolor que han sufrido o del que han sido testigos a lo largo de su vida, para cargar sus baterías de valor y gritar lo que muchos de sus conciudadanos no querrán oír. Orando y pidiendo paz, nada de poder ni un arreglo de vencedores y vencidos, solo vivir en paz.

Creo que solamente un grupo de mujeres podía iniciar este camino y me pregunto por qué los medios de comunicación no dan más espacio a estos movimientos. Si lo hicieran en la misma medida que dan espacio al horror, a las manifestaciones cainitas de muchos dirigentes de partidos sin rumbo que solo buscan el poder, podríamos ayudarles más, ser más con el mismo objetivo, gritar con ellas, creer que todavía hay esperanza.

En estos momentos, deseo que consigan su propósito, que puedan ver un día a sus hijos, a nuestros hijos o nietos, vivir en un mundo con algo más de paz, un mundo en el que lo bueno valga más que lo malo.

Si no fuera posible o para ayudar, me gustaría inclinar la balanza de los contrarios y que, por una vez al menos, los que teniendo poder impiden que se alcancen algunos de esos objetivos deberían sufrir su poder con el dolor de un mal parto o que sus heridas respirasen con el dolor de todos aquellos que pierden su vida o la de alguien cercano.

Mientras tanto, busquemos las noticias que tengan color y esperanza y pidamos a los medios que nos hagan ver con mayor frecuencia, los intentos de mejorar nuestro mundo.


Pamplona, octubre de 2023.

Isidoro Parra.












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