DESAMPAROS Y RESCATES. MÁS CERCA DE LA PARTIDA ... Y OTRA PAZ.


MAS CERCA DE LA PARTIDA … Y OTRA PAZ.


Hoy he vuelto a estar junto a ti, J., junto a tu cama del hospital.


Hoy me han regalado la posibilidad de estar a tu lado unas horas, acompañándote en silencio.


Al entrar, tu habitación se llamaba soledad y vacío, pero también bienvenida y aceptación.


Me he acercado con cuidado y te he observado. Eras y no eras el mismo o eras el mismo pero tu momento era otro.


Me he sentado cerca de ti y he paseado mi mirada por tu rostro y, después, por las bolsas de medicación, de hidratación, por los aparatos que controlan los dispensadores de lo que tu cuerpo recibe.


Tus manos ya no se movían, ya no me pedían que las cogiera. Se apoyaban sobre la sábana y la derecha estaba llena de líquidos que se han ido aposentado bajo la piel y los hematomas.


Me ha dado la impresión que tus manos no descansaban; estaban en actitud de espera atenta, inquieta, y he deseado que estuvieran acompañadas de algún tipo de esperanza. 


Por el contrario, tu cuello, fuerte y lleno de tendones poderosos, podría sostener dos cabezas como la tuya y tal vez más.


En pocos días, todo ha cambiado.


Ya no abres los ojos, cansados de mirar tantos días por la misma ventana.


Sólo tu boca está abierta e inmóvil: es la puerta de salida de tu respiración, agitada y poco natural. Parecía impelida por un motor instalado en tu diafragma.


Cada suspiro es un esfuerzo que agita tu cabeza y hace temblar tu cuerpo.


La sangre se agolpa, tímida, tras la piel de tu barbilla.


Puede que ya hayas llegado más allá del deseo de no irte solo, pero me gustaría que supieras que, al menos hoy, no lo estás. 


Hoy soy yo el que toma tu mano que ya ha perdido el calor que tenía. Nada me responde: no me responden tus ojos ni me responden tus manos.


Te acompaño en silencio, como merece el momento, y ese silencio que nos rodea crea una intimidad que es solamente tuya y mía, aquí y ahora. 


En esa intimidad, me pareces la imagen de la dignidad humana más real, esa que espera un futuro no menos digno; tal vez que alguien te reciba con la mano abierta, con un abrazo de los que envuelven y protegen.


La sedación se ha llevado tus dolores y tus deseos de ser atendido por otra mano.


Para ti, ya es de noche… o no, ¿quién lo sabe realmente?


El silencio, el punteo repetido de los aparatos y algún eco sonoro y lejano por el pasillo son los sonidos que escuchamos, los vacíos que nos envuelven. Tú, seguramente, ya no escuchas ni los ecos de tu mente.


Las lamas que cuelgan entre los cristales de las ventanas están casi cerradas. Nadie quiere que un exceso de luz te perturbe. 


Creo que estás a punto de marcharte, pero esa respiración te conecta todavía a esta habitación.


¿Qué es el morir? Para el que se queda es como si te hubieras ido de viaje y tú te irás sin saber que, como decía Petrarca, la partida no impide que los que nos quedamos te mantengamos vivo hasta donde nos alcance la memoria, una segunda vida al fin.


J., he vivido estas horas contigo y tengo que darte las gracias. Ha sido un tiempo de paz, de reconocer que la vida es un tránsito desde un pasado nebuloso a un futuro desconocido y hoy, ahora y contigo, quiero estar seguro de lo que decía Epicuro: “mientras vivimos, no existe la muerte, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos”.


Pamplona, febrero de 2024.

Isidoro Parra.

Comentarios

  1. Respetuosa narración sobre "la partida". Tierna y a la vez respetando la dignidad del que se va.

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    1. El respeto a la dignidad de los más vulnerables justifica mi intromisión en la cercanía de una vida en esos momentos. Me parece un momento y un lugar sagrado. Gracias

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