CARTA ABIERTA Nº 4 A LOLA MASCARELL

CARTA ABIERTA Nº 4 A LOLA MASCARELL


Buenas tardes, Lola.


Inicio esta carta mientras la luz se va escondiendo tras el crestería de Lóquiz y las sombras invaden el valle haciéndolo desaparecer en un juego de magia sin mago.


Acabo de terminar de leer reposadamente tu poemario “Préstame tu voz”.


Lo de reposadamente tiene dos lecturas; la primera de ellas era mi actitud que, disponiendo de tiempo, he leído y releído cada poema, deteniéndome a pensar en lo que me decía y el lugar al que me llevaba cada uno de ellos; la segunda venía de tus propios poemas, porque son poemas que invitan a la lentitud, a decir adiós a las prisas, a leer los poemas arropado con una manta suave, de esas que no pican.


Antes de entrar en detalles, tengo que decirte que cuando tomo entre mis manos un nuevo poemario de algún poeta que me ha gustado anteriormente, se me crea la duda de si me voy a encontrar con una obra que supera a las anteriores o si, por el contrario, el poeta se ha perdido buscando un nuevo lenguaje con el que sorprender al lector. En tu caso, la sensibilidad que vuelcas en tus poemas no solamente me llevan a pensar en un poeta mayor, en una hondura que crece sin artificios, palabras que hablan de la vida pasada, presente y que se proyecta en el futuro. Un placer que calma las inquietudes.


Por eso, no debería haberme extrañado encontrarme en uno de tus primeros poemas estos versos:


“A salvo ya del mundo y sus fantasmas, 

sin miedo a la intemperie, 

en medio del silencio de la noche..”


Esas palabras parecen resumir tu estado de ánimo en el momento en que escribías cada poema de este libro y que pensaras que fuera de lo que sentías … “lo demás es del viento”.


Algunos poemas dibujan caminos que te conducen con la lentitud del placer y de ofrecen estaciones para detenerse … un timbre que pregunta …. Una ventana que se enciende.


Dices en “Normalidad”: 


“Repetir es volver, 

regresar a ese círculo 

de luz y oscuridad 

con que nos conformamos.”


Estando de acuerdo con la aceptación contenida en esos versos, también pienso que ese mismo círculo nos permite vivir y, si nos apuramos, con algo de imaginación, podemos pensar que lo vivido es algo muy cercano a la felicidad.


Me gusta esa imagen de pensar que el tallo de las flores, además de ser la esperanza de cada uno, crece hacia dentro, lugar en el que se encuentra la luz, esa luz que no podemos ver de nosotros mismos, pero que sabemos percibir en quien la tiene.


También me gusta esa imagen de lo irreversible, ser ya tiempo, un tiempo circular, como el que pensaban algunos griegos, como lo he visto trabajado hace unos días en una película especial: “Desconocidos”.


Me he fabricado la ilusión de escuchar una voz firme, segura de si misma, a través de la transparencia de los versos de “Corona”, con esas moscas que te hacen coronar el instante, la radiante certeza de este aquí y este ahora.


Tiene mucho sentido decir en un mismo poema que no hay otra patria que ahora y acompañarlo con el convencimiento de que todo lo que nos duele es pasajero.


Cuando he acabado de leer “Playa de los muertos”, he tenido la sensación de haberme quedado atrapado en una quietud plena de equilibrios, descansada. Gracias.


Es una suerte poder vivir en algún momento ese final de tu poema “Amor”:


“Amar es escuchar 

que en el otro resuena y se amplifica 

lo mejor de uno mismo.”


En “Camí fondo” he caminado junto a ti y he creído percibir la belleza de la demora en la gratuidad de la naturaleza y de la vida.


Al leer tu poema piel, he recordado a un amigo común, Víctor Herrero. El calor de otra piel y el abrigo de un abrazo pueden ser suficientes para seguir viviendo y no importa si sentimos lo mismo o vivimos en mundos diferentes. En la piel hay calor, hay recuerdos, hay esperanza.


Y qué decir de la adventicia, de esa lucha por la verticalidad, de ese crecer que sabemos que será olvido y, tal como nos dices, de esa dignidad que también sabemos que, al menos en parte, es ignorancia, aunque también podemos apostar por la memoria.


Me doy cuenta que no sé que decirte en este intento epistolar. Estoy encerrado en tus versos.


En cualquier caso, gracias.


Espero que la vida te siga dando esa hondura serena, hacia adentro, como la luz de la esperanza en el tallo de esa flor.


Un saludo,



Isidoro Parra

Pamplona, marzo de 2024




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