ENIGMAS. LOS IGUALES QUE NO SE MIRAN

LOS IGUALES QUE NO SE MIRAN 




Cada uno busca en el otro

su mitad perdida,

pero dos mitades

no son un todo:

es todo lo perdido.

Hugo Mujica: Barro desnudo


Acuarela: José Zamarbide.




No basta para aceptar la simetría el que dos objetos iguales se sitúen a igual distancia de un punto concreto o que esos mismos objetos se miren frente a frente equidistantes de un punto.


Esta mañana de 2016, paseando por el barrio de Yanaka, en Tokio, he visto muchos ejemplos de simetrías y misterios.


En este caso, estas aldabas que refulgen sobre esa madera cubierta de negro -dos herrajes gemelos-, me instan con su luz a detenerme frente a ellas y profundizar en su similitud y su simetría, en su mensaje al fin.


Si mi mirada es larga, un tanto distraída, cargada de intención de abarcar el todo, no puedo enfocar con precisión las superficies, pero puedo ver las dos aldabas. Ahora bien, si quiero el detalle, el punto de rugosidad que las diferencia, tengo que centrarme en una de ellas y perder el enfoque de la otra.


Pienso, elijo y opto por la media distancia.


Son iguales y parecen formar un todo, pero me dicen poco de la puerta que engalanan. El punto intermedio que las hace simétricas es una jamba lacada en negro que difumina las distancias y diluye la equidistancia.


Por otra parte, ya he visto muchos signos de herrajes con pretensiones.


Me vienen a la mente las palabras de Byung-Chul Han en su libro La salvación de lo bello, cuando cuestiona algunas obras de arte modernas y dice que están vaciadas de toda hondura: “Un arte pulido, pulimentado, bruñido, abrillantado, en el que uno no se encuentra con el otro, sino solo consigo mismo”.


Así las veo y, como un tullido –que lo soy-, con dificultades para encajar el mensaje de Han, busco el apoyo en Hugo, el poeta, para intentar ver si, en este caso, una aldaba busca a la otra, pero creo que no se acercan ni un instante. Es más, la posición en la que las estoy viendo es su mayor aproximación. De hecho, cuando la puerta se abre, ellas se alejan entre sí, dejando patente la distancia que las separa.


Tampoco están perdidas ni son mitades de nada, quiero pensar que son un todo y así las veo, pero me pregunto de nuevo sobre lo que nos dice Hugo: ¿serán todo lo perdido?


Mi mente lucha entre el rechazo de lo brillante, de lo pulido y la intención de reflejar un todo. Me voy con la duda del todo y de la nada, de lo perdido y lo encontrado, con el afán de seguir buscando el significado y la belleza.


¿Qué sería de las cosas inanimadas sin el auxilio de la poesía para darles vida?


Al mirarlas no busco mi mitad perdida, pero la imposibilidad de asir la imagen en mi piel, me hace sentirme perdido, sin visualizar el camino por el que seguir.




Comentarios

Entradas populares