ENIGMAS. LA MIRADA ATENTA

LA MIRADA ATENTA





¿Quién puede renunciar a la belleza

tan solo porque es breve?

Lola Mascarell: Un vaso de agua


Dibujo: José Zamarbide.



Los ojos abiertos, de escayola en este caso, no se cierran ni de día ni de noche, siempre observando la vida que pasa bajo ellos, en esta calle de Alesund, en Noruega y en 2018.


Esa ha sido la condena de la vida de este búho –podría ser también una lechuza si atendemos a las plumas que se alzan en su cabeza- para el tiempo que dure la vida de esta casa y esta puerta.


Si hubiera sido moldeado más tarde, en épocas más actuales, le habrían insertado, tras esos ojos, una cámara que grabara las imágenes que iban a desfilar bajo ella durante el día, dejando para el búho de escayola la vigilancia nocturna o la de las horas de baterías gastadas por la monotonía de la lluvia y de la gente caminando presurosa.


En ese caso, después, algún técnico habría pasado horas frente a una pantalla  adormeciéndose por la cansina sucesión de imágenes que algún crítico podría calificar de obra ingeniosa, de vanguardia de todas las artes.


En este caso, las imágenes nos enseñarían también el suelo brillante, bañado por la nieve caída en estas calles de Alesund.


Tal vez, la intención de los propietarios de la casa era advertir al intruso no deseado que los moradores estaban siempre alerta, vigilantes de los pasos y las intenciones ajenas.


En todo caso, le dieron importancia al búho y a su significado, porque lo envolvieron en hojas de roble que lo ponían en el centro de la casa, en el foco de atracción que engrandecía la casta de sus habitantes. Algo tendría que ver la significación que le dieron en su día: ¿sabiduría para no perder el tiempo y estar siempre atentos?, ¿clarividencia para distinguir los aciertos de los errores?, ¿sigilo para vigilar sin ser detectados?, ¿acercamiento a la magia?, ¿guía para el infra mundo?


Adivinar intenciones y propósitos del pasado no conduce a otro lugar que no sea la especulación y el error.


Una vez más, me voy a quedar con lo que captan mis ojos y mi imaginación.


Mi mirada contempla la belleza de no querer ser vulgar, más allá del deseo de aparentar; intenta penetrar por esas rendijas que forman los ojos para quedarse con alguna escena de bondad desinteresada que hayan contemplado, con algún gesto de renuncia a su yo, con algún desamparo rescatado o con alguna mano tendida a la vulnerabilidad del otro.


Sé que no es real, pero siento que la lechuza –definitivamente, creo que es lechuza- me sonríe y asiente.


De pronto, brilla la esperanza y el consuelo: así que, ¿por qué renunciar a la belleza?, si esos ojos también me miran y no me han abandonado.


Comentarios

Entradas populares