ENIGMAS. ¿ENGALANADA O DE SERVICIO?
¿ENGALANADA O DE SERVICIO?
La nada que somos
es el todo que buscamos.
Hugo Mujica: Barro desnudo
Fotografía: Isidoro Parra.
Hoy, en 2018, nos toca hacer un recorrido por el Tashichoedzong de Thimpu, monasterio budista en el que habita el Je Thempo, el lama de mayor jerarquía en Bhutan y máxima autoridad religiosa, compartiendo su presencia con la del gobierno del país que tiene su sede en este fuerte.
Por eso, a pesar de las dimensiones que tiene el complejo, solamente podemos visitar algunos edificios y varios patios, suficientes para apreciar las pinturas de paredes y puertas.
En uno de los edificios, nos encontramos con esta puerta cuya imagen nos tapa esta cortina de colores y dibujos con orígenes en el sentir de ese país.
Esa cortina es otra puerta que protege la de madera que queda oculta a nuestros ojos.
Varias imágenes y preguntas pasan por mi cabeza: ¿es una forma de engalanar la puerta, una forma de esconder o es una indicación de que esta puerta está de servicio, activa para la vida, permitiendo entradas y salidas?
A mí me recuerda a las cortinas, a veces de listones finos de madera y otras veces también de tela de saco, que usábamos en las puertas de las casas de nuestros pueblos en verano. Para nosotros, tenían la función de crear sombra y frescura tras ellas, evitando que el polvo penetrara e inundara los espacios interiores.
Es posible que esta de telas trabajadas tenga una utilidad similar, pero su forma y sus colores me traen la idea del intento de no desmecer a la puerta que protege.
Parece demasiado frágil si la comparamos con la solidez de los marcos de la puerta, con sus dibujos florales y simbólicos que los cubren, pero, tal vez, su objetivo no es el de reforzar la fortaleza que acompaña. Para eso, la madera se basta sola.
Es posible que el origen del color y las formas le aporten un aire grácil, femenino… o masculino, de vulnerabilidad afortunada, de ligero movimiento en la inmovilidad de espacios que se rigen por la austeridad y el silencio.
En medio de ese mar de quietud, el aire mueve la cortina y produce el sonido de una almohada que golpea dulcemente el cabezal de una cama.
Esta puerta de tela y color es un soplo de vida latiendo en medio de la solemnidad del espacio.
Me quedo con la bella debilidad del tejido, con la caída ondulada de los pliegues, con el suspiro de lo vivo, de lo que parpadea.
Su contemplación me sirve de ejemplo para entender las palabras de Hugo Mujica: que “la nada que somos es el todo que buscamos”.
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