ENIGMAS. RESTOS DE BATALLAS Y AMBICIONES
RESTOS DE BATALLAS Y AMBICIONES
El pasado es irrevocable pero no unívoco. El pasado puede decirse de muchas maneras.
Hugo Mujica: La flecha en la niebla
Acérela: José Zamarbide
El pasado de esta puerta tuvo mucho que ver con el ejercicio del poder, con el tránsito de ejércitos, con la defensa de los emperadores que custodiaba, con siglos de riquezas y esplendor.
Es una puerta de murallas y las murallas siempre se han levantado para proteger, para rechazar a los invasores. Por eso, guardan rastros de sangre y lamentos.
Hoy, en 2016, la función de esta puerta es diferente. Sólo ve pasar a oleadas de turistas que visitan este palacio imperial de Kioto.
Hoy, me atrapa la pátina verde que el tiempo ha depositado sobre estas hojas de bronce de estas puertas de trazado geométrico, capa que hace pocas concesiones a la imaginación más allí del color sobrevenido.
Por eso, Hugo Mujica, como siempre, acertó con este verso sin necesidad de referirse a esta puerta ni a esta muralla. El buen poeta no necesita ver con los ojos.
Por eso, también, hoy quiero ver el pasado de otra manera. Quiero verlo desde el lado de la poesía hacia la que esta puerta ha ido recorriendo los siglos.
Hoy es una claveteada mancha de paños que te ayudan a recordar. Junto a ella, podemos escuchar la voz del buhonero que traía sedas imposibles de imaginar para cubrir el cuerpo de la Emperatriz; la voz del apicultor que traía diferentes mieles con rastros de diferentes plantas, con diferentes aromas; la voz del explorador que, agotado, llegaba a estas puertas para contar su viaje; la voz humilde del que llegaba esperando que el Emperador le diera una solución para el problema que le angustiaba y no podía resolver; un continuo y agitado transitar de la vida por estas puertas.
Estas gruesas hojas han aguantado todo porque se han embebido de todo. Han sido pacientes y egoístas, serviciales y exigentes, han dado de sí cuanto se les ha pedido y reclaman en silencio el reconocimiento a la labor prestada.
Me recuerda la sencillez de épocas y estilos anteriores a las primeras curvas del románico. Aquí no hay sitio para la ornamentación. Esta puerta tenía que dar la impresión de solidez, tenía que disuadir y también dejar transitar.
Con el paso del tiempo, es una página abierta en la historia de este país.
Contemplo con detenimiento la superficie de estas hojas, sus marcos, y solamente siento la invitación a la caricia, la seriedad que también agradece el halago discreto, la mano que se posa sobre ella para decirle gracias por estar, por haber sobrevivido, por permitirme percibir esa belleza que no se anuncia, que descansa en su haber vivido tanto.
Regreso del túnel del tiempo y suspiro. Mi respeto se queda con la puerta, mientras me alejo hacia un futuro incierto.
Isidoro, sus puertas y sus viajes.
ResponderEliminarGracias por traerlos aquí.
Una puerta cerrada no es una puerta,
ni siquiera es una muralla,
es el triunfo del miedo y la desconfianza,
la muralla no juzga, sólo rechaza,
la puerta corta con desdén a la belleza,
que une la quietud al movimiento;
y el refugio a la paz de las estrellas.
Gracias, desconocida, por tu comentario y por tu poema. Un poema siempre empuja a reflexionar.
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