CARTA ABIERTA A ANA BLANDIANA, 9
CARTA ABIERTA Nº 9 A ANA BLANDIANA
Buenos días, Ana.
Frente a mí, contemplo una vista otoñal del Valle de Allín, con los campos recién sembrados, limpios y las laderas de la sierra salpicadas de colores amarillos y ocres entre las perennes hojas verdes de las encinas. A los pies de mi ventana, un nogal sostiene con esfuerzo y languidez las últimas hojas que quedan en el nogal. A su lado, un olivo con la serenidad de su hojas verdes y grisáceas, limpias ya de las olivas de la última cosecha.
A mi lado, el último libro tuyo que he leído, El tercer sacramento, espera que vaya pasando sus hojas para recordar tus poemas y alimentar esta carta.
Después de la última carta que te dirigí, he leído varios poemarios tuyos, pero ninguno me había atrapado como éste último.
El primer impacto llegó con el primer poema, Sin elección, que acabas con ese verso “en vano declarada inocente”, un colofón a un poema profundo. Hay muchas ocasiones, más de las que sería normal, en las que un juez supremo puede declararte inocente y no sirve de mucho. Si hablamos del juez Supremo, pienso que nos deja demasiado abandonados durante toda la vida y que un veredicto no compensa la distancia y el misterio; si hablamos de un juez de toga, en estos momentos, su juicio ha sido superado, desgraciadamente, por el de las redes y el cotilleo. Así, un poema tuyo, escrito hace muchos años, mantiene su actualidad como si hubiera sido escrito esta misma mañana.
Nueva parada en tu poema Humildad. Me ha dejado parado esos versos en los que hablas de los amores convertidos en recién nacidos y éstos en soledad y la soledad en amor. Todos los amores tienen el atractivo de los recién nacidos, su misterio, y muchos de ellos generan soledad en una de las dos partes o en las dos, pero ¿podríamos vivir sin amor?
Escribes sobre el tercer sacramento, la eucaristía, la comunión de los creyentes y, ¿por qué no?, de los no creyentes, un mensaje que se presta a muchas interpretaciones, a muchos usos. De todas formas, el poemario entero respira esa comunión de la creación y del paso del tiempo. Invita a abandonarse entre las lineas de muchos de los poemas.
Me gusta esa forma de defenderte golpeándote. A veces, es inevitable si queremos salir del aturdimiento de la maldad.
Siendo como eres, me extraña esa aceptación de la cautela que te sugiere el ave en relación con el sol. No te imagino negando el reconocimiento de su tibieza, ni preocupándote por agradecerle su inevitable caricia.
He repasado varias veces el poema La frontera y esa búsqueda de los límites, especialmente entre el bien y el mal, pero también entre el sol y la sombre, entre la lluvia y su ausencia. Me pregunto si los límites, cruzarlos, nos cambia tanto la vida o es un deambular por el mismo espacio y distintas miradas.
Me gustaría creen en lo que dices en los primeros versos de tu poema El Norte, cuando dices creer que no hacemos trampa por maldad sino por torpeza. Sería fácil olvidar y hasta perdonar si eso fuera así. Pienso que escribiste estos poemas antes de cumplir veintisiete años y, probablamente, en ese momento de tu vida, tenías intactas la fe y la esperanza.
Solo el amor entre padres e hijos / es semilla. Así comienzas el poema Solo el amor. Creo que cuando lo escribiste, lo hacías más desde la posición de hija, pero te puedo asegurar que desde la posicional de padre se entiende como si hubiera sido escrito por cada uno de nosotros. No hay semilla que puedas poner en o sobre la tierra que sea más importante en tu vida. Al menos, así lo ha sido en la mía.
He leído y vuelto a leer tu poema Deseo. Un placer vivir la mañana que llega, el crujir de las hojas secas al pasear, el olor a lápices afilados, muy afilados, y sentir que puedes el sentido del tiempo paseando el otoño.
Un buen paseo por la vida en tu poema Indecisión. Estoy de acuerdo en que todos vivimos tres o cuatro vidas, o menos, o más, para acabar muriendo indecisos.
Este poemario me ha conectado más contigo que lo que han hecho otros libros tuyos. Te aseguro que volveré a repasar sus poemas uno a uno, atento a descubrir lo que me he perdido hoy.
Gracias, Ana. Hasta pronto.
Pamplona, noviembre de 2024.
Isidoro Parra.
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