ENIGMAS. LA NIÑEZ NEGANDO LA ENTRADA


LA NIÑEZ NEGANDO LA ENTRADA 




Lo  esencial no hace falta decirlo, para eso

tenemos el silencio.

Juan A. González Iglesias: Piedra angular (Jardín Gulbenkian)


Acuarela: José Zamarbide.

Fotografía: Isidoro Parra.



No por pequeña tiene que pasar desapercibida esta puerta de Pingyao, en el año 2010.


Ahí, en el fondo del callejón, casi oculta a la vista del que camina rápido, resplandece en medio del sol, mandando su destello rojo, dorado y negro, que anuncia su presencia viva.


Sobre el rojo y el negro del marco, ese diminuto alero, decorado con las nubes y las flores del imaginario chino, me habla de la vista y la acción puestas sobre la belleza.


La profusión de anuncios modernos vocea la vida y la utilidad de los que habitan el interior de la vivienda. 


Los contadores en la pared ponen de manifiesto que es una casa con actividades que van más allá de la espera paciente al paso de los días.


Pero lo que más llama mi atención son esas dos figuras negras que han colocado delante de la puerta, dos niños que desafían al que pasa frente a ellos, con esos hatillos en el suelo, en posición de descanso o, al menos en uno de ellos, de desafío.


Están tan cerca de la puerta que casi impiden el paso a la casa. ¿Son una protección, un despiste para el curioso o simplemente un bello adorno junto a una puerta que no se abre?


Como pasa muchas veces, la mirada envuelve y engaña a la mente con los recuerdos que pueblan nuestra historia.


Esos niños son algo más, son el anuncio hecho arte de lo que se produce tras esa puerta roja y dorada. Lo que mi vista occidental ha identificado como hatillos, tal vez recordando las novelas picarescas de nuestro siglo de oro, son en realidad una réplica de antiguos zapatos de tela chinos, los mismos que ahora siguen fabricando en el interior de esta casa, manteniendo una tradición que no quieren perder; esos niños ofrecen el recuerdo del pasado y la diferencia, lejos de la uniformidad de la oferta de las grandes ciudades de nuestro tiempo.


Así nos sorprendemos a la vuelta de cualquier esquina de esta ciudad, en lo más profundo de cualquier callejón.


La realidad no oculta la belleza de la imagen. Por el contrario, la hace más verdadera, más querida y perdurable; se convierte en la expresión de un sentido.


Tomando el mensaje de González Iglesias, reflexiono sobre todo lo escrito sobre esta puerta y comprendo que me he ido por las ramas, que no he hablado de lo esencial, pero me consuelo y pienso que para eso ya está el silencio.



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