JAMES
JAMES, de Percival Eveerett.
Por estas páginas se pasea la sombra potente de Mark Twain, pero también la de los filósofos más relevantes de nuestro tiempo, sus enseñanzas, sus posiciones y pensamiento para configurar un personaje que comienza siendo Jim, el esclavo, y que, al final del relato, queda convertido, para siempre, en James.
Hacía tiempo que no leía una novela que me haya atrapado tanto con una historia plagada de hechos inaceptables moralmente pensados, que se van sucediendo en un movimiento de acción-reacción que nunca se habrían producido de no existir un hecho despreciable: la esclavitud.
A lo largo de las páginas, esa situación de esclavitud viene envuelta en una mentalidad para los esclavistas y para los esclavos que se va justificando en cada acción, pero que, al mismo tiempo, pone de manifiesto la incongruencia del pensamiento y de la situación.
El autor pone inteligencia en el personaje principal para desdoblar su lenguaje con inteligencia, para mantenerlo siempre alerta, para sobrevivir, para aceptar la inevitabilidad de que otros esclavos quedaran en el camino por haberle apoyado.
Hasta las venganzas que se toma por su propia mano acaban viéndose naturales, inevitables en el ir y venir de esa vida de permanente fugitivo.
No hay liberación sin rebelión y sin violencia, sin lucha, parece ser el mensaje del libro. Solamente tus propias acciones pueden salvarte, pero si esa capacidad de respuesta y de reacción viene acompañada del amor a los libros, del oficio de leer aprendido de forma clandestina, de la habilidad de escribir sin que nadie lo sepa, el cuadro que se abre ante nuestros ojos es inteligente y poco habitual.
Jim y Huck, los cantantes, los timadores, los corruptos, los esclavistas sin corazón, el amor a la esposa y a la familia, la amplitud del Misisipi, las llanuras de los estados americanos, los timadores de feria, el sueño de Nueva Orleans, todo en un desfile escrito con perfección y con precisión.
Nada sobra y solamente te deja con el deseo de que la historia se alargue.
Amillano, agosto de 2025
Isidoro Parra.



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