DESAMPAROS Y RESCATES. LA FUERZA DE LA MEMORIA Y LO VIVIDO
LA FUERZA DE LA MEMORIA Y LO VIVIDO
Vives en un pueblo pequeño, en pleno Pirineo aragonés, como si estuvieras encaramado en un nido de águila, contemplando el valle y las montañas con las que tanto has vivido. Quién sabe si la altura a la que está situada tu casa te permite soñar con más alcance y realidad, con un ojo más profundo, con la debida distancia para no confundir el pasado con el presente ni con lo posible. Además de vivir, haces vivir y das sentido a los atardeceres y, especialmente, a cada amanecer.
Tu casa, construida con tus propias manos y con las de algunos conocidos y amigos, es un ejemplo de precisión en la que no faltan detalles que se ajusten a la medida de cada necesidad, haciendo presente tu historia personal sobre las paredes; con piedras elegidas con precisión y conocimiento de colores, materiales y medidas. Tratas con el mismo cuidado y atención el suelo del jardín que se obstina en no florecer y el tejado que te cubre, la tapia que circunda tu intimidad y la orientación que te ilumina y te calienta, la que trae al presente todo lo vivido en un pasado disfrutado sin limitaciones.
Intentas que cada detalle esté acompañado por algo que haya estado cerca de tu vida y que todavía te haga vivirla, la ardilla junto al farol, las herraduras en sitios elegidos, los desagües tan necesarios en ese enclave, los accesos a tu aljibe, tus muros que almenas coronados con cariño y conocimiento.
Tu situación actual, superados los setenta, se ha puesto difícil y se ha teñido de dolor. Una caída inexplicable, unos huesos que se quejan continuamente, que te retuercen de dolor, unas fuerzas que se han ido, mientras tu cabeza sigue tan viva como hace muchos años, tu mirada que sigue sonriendo con picardía y, aunque mides cada paso, tu voluntad de no dejar nada atrás si puedes incorporarlo a la vivencia de cada día.
Te has podido acomodar en la planta baja de la casa para disponer, a pie llano, todo lo que necesitas, dejando abandonadas las moscas que se obstinan en ocupar las estancias altas en las que se concentra más calor, reservando para los amigos que te visitan los pisos superiores, llenos de tus vivencias más jóvenes.
Un ejemplo de adaptación y aceptación, tan necesarias para ti en este momento como lo son para cualquiera aunque no se dé cuenta de ello, otro ejemplo de tu sensatez personal, de tu saber ver las cosas como son y no como nos gustaría que fueran.
A pesar de tus limitaciones no has dejado de hacer muchas cosas. No puedes conducir pero tienes amigos que te llevan a cualquier parte en caso de necesidad. No puedes correr, pero a estas alturas te has dado cuenta que no es necesario llegar el primero a todos los sitios. No puedes recorrer tus setales en las laderas próximas, pero tus amigos te traen parte de lo que recogen. Nada es gratuito, las cosas suceden porque has sembrado mucho en otros tiempos, tanto que ahora recoges tu cosecha de afectos y generosidad, lo que no pides y todos te dan con el reconocimiento implícito de la sencilla gratitud.
Otros estarían lamentándose de continuo; contando a todos, cada día, sus afecciones, sus carencias y sus lamentos. Tú no, a ti no se te va la sonrisa del rostro aunque el dolor te atraviese los sentidos.
Eres capaz de bromear con tus miembros que más te duelen y combatir el dolor con una broma, con un diálogo brillante o con una amenaza de tirar tu brazo izquierdo al “container” si se porta mal, como tú mismo dices.
Te alegras de la visita de tus amigos y los que les acompañan. Tu casa se abre con sencillez y una apertura sin límites.
No parece que te atormente la soledad en la que, necesariamente, te toca vivir, y si te pesa, lo disimulas con una broma y una sonrisa.
Por lo que cuentas y comentas con tus amigos más cercanos, tu vida ha sido agitada, siempre llena de iniciativas, de independencia personal, de pillerías aceptables, de generosos gestos, de experiencias cuyo valor sientes ahora.
Esa vida plena de decisiones personales, de iniciativas y respuestas inmediatas, ha llenado los armarios de tu memoria hasta rebosar. Has aprendido a darle valor a lo que lo tiene, a dejar a un lado lo superfluo, a reír de lo que no tiene importancia, a apreciar, sobre todo, a los amigos.
Por eso, tu memoria, viva como el aire que respiramos, cargada de tantas imágenes, es hoy una fuente de vivencias que te siguen atando a la vida, sin falsas esperanzas, sin engaños, pero con la solidez que aporta la certeza de lo vivido.
Quiero pensar que tu desamparo es menos que todas las realidades grises que te acompañan porque tu memoria esta llena de montañas, de ríos y rocas, de inmensas truchas, de ricas experiencias.
Por eso, me atrevo a decir que, en medio del dolor y las limitaciones que te atraviesan, tu rescate es todo lo que ha pasado por tu vida y la memoria que lo mantiene respirando en la actualidad.
Dicen que la vida, a partir de un momento, es la capacidad de traer el pasado al presente, pero solamente si se ha vivido mucho es cuando hay fuerza para rescatarlo y hacerlo vivo hoy. Solamente conservamos los recuerdos si mantenemos viva la memoria.
Por eso, rogamos a vientos, nieblas y dioses que no se pierda tu memoria, ese puente que te une con el pasado y con la vida, ese rescate que te hace sonreír con sana malicia y difumina cualquier desamparo que te limite.
Gracias por lo vivido con nosotros, porque tu actitud es un ejemplo en el que descansar y alimentar esperanzas.
Pamplona, julio de 2025
Isidoro Parra.
Llega al corazón. Habla muy bien de quien lo escribe y a quien se lo escribe. Muchísimas gracias por tu generosidad en compartir tu sentir
ResponderEliminarGracias, Pili. Tú, de generosidad, sabes mucho y la practicas.
ResponderEliminarMe encantaría estar tejiendo esa red que me abrigue cuando fallen las fuerzas…
ResponderEliminarEva, estoy seguro que la estás tejiendo. Conociéndote, no puede ser de otra manera. Cuídate y gracias por tu comentario. Abrazos.
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