PRIMAVERA XV. Cactus.


“¿Cómo no emocionarse al comprobar que todo, absolutamente todo, está en cualquier cosa?.”
Pablo D’Ors (Entusiasmo)


Entre mis habilidades personales no está, con seguridad, la de ser un buen jardinero, pero entre el afán que le pongo y las esperanzas que siembro, a veces se produce la sorpresa.


Así me ha pasado esta primavera: la sorpresa me la ha dado esa maceta en la que el año pasado había tenido plantado un geranio jazmín. 


Al llegar el otoño y los fríos de nuestra tierra, el geranio se marchitó, se secó y lo arranqué, o así creí hacerlo, tirando a la basura lo que me pareció muerto y pensando que la tierra que quedaba en la maceta estaba limpia para dar cobijo a otras vidas.


Una vez vacía, aproveché para trasladar a su vientre un cactus traído de Almería que parecía pedir más espacio para poder crecer, un cobijo más amplio. Y así, trasplantado, se quedó a hibernar, al amparo de un porche que lo protegiera de las excesivas lluvias y de los hielos.


Al llegar la primavera, he visto con asombro, cómo surgía a su lado una planta inesperada.


La nueva planta, que ha resultado ser el geranio jazmín, ha ido creciendo sin invadir el espacio del cactus, prolongándose en el aire. De hecho, parece que conviven complacientes de ofrecer un ejemplo de cómo compartir un lecho común, ofreciendo una imagen diferente de la belleza inesperada, no buscada, tal vez para hacerme pensar en la importancia de respetar la vida de lo que surge, de lo que tenemos cerca, de lo diferente, de lo pequeño, aunque parezca poca vida.


Está claro que lo imprevisible sucede y no siempre tiene que ser malo; muchas veces es espléndido.


En ocasiones hasta es bello y nos permite pensar que siempre seremos capaces de concebir nuevas esperanzas, que los horizontes son más amplios que nuestra capacidad de imaginarlos.


Amillano, abril de 2018

Isidoro Parra.



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