CARTA ABIERTA Nº 7 A JOSÉ SABORIT.

Buenas tardes, José.


Hoy es jueves y son las 18,45 de una tarde gris, lluviosa. El cielo gris se tiñe de grises más oscuros por las nubes que recorren el techo más próximo de estas tierras.


A pesar de ello, la temperatura no es baja y puedo aprovechar el porche de mi Monasterio para continuar con la carta que dejé colgada sobre tu libro “Lo que la pintura da”.


En tu pensamiento “Pintar sin hacer cuadros”, al inicio de tu escrito, dices que al pintar no necesariamente tienen que salir cuadros logrados. Es cierto, es tan lógico como en cualquier otra cosa de esta vida. Cuando lees una introducción como ésta a un pensamiento concreto y especial, en este caso, sobre la pintura, te animas a seguir leyendo porque piensas que lo vas a entender todo. Al final del pensamiento, expones el mensaje, para mí, más importante de esta reflexión: “Si el propio pasear puede ser el objeto del paseo, también el propio pintar puede ser el objeto de la pintura, y no la pintura el objeto del pintar.” 


Vuelta a Ítaca, a lo esencial, a lo que mantiene tu equilibrio y tu posición en el camino, la importancia de la tarea más esencial, el pasar con la mirada tranquila sobre la vida.


Al hablar sobre el perro semihundido de Goya, le dedicas un final que rezuma tu admiración por esa sencillez y esa fuerza de algunas pinturas, y te refieres a ella llenándola de límites rotos, de esencias encerradas que se evaden de su celda: “allí donde la pintura se nos muestra sin anécdotas, nos habla sin argumento, pero con la mayor elocuencia: la del silencio.”


Para no presumir de haber entendido todo y también para no regarte el oído de halagos, tengo que decirte que no he acabado de ver el nexo con mi realidad en tu pensamiento final de “Más sobre la técnica”, creo entenderlo pero no acabo de encajar con él: “La técnica es camino para la creación y creación en sí misma. Transforma las condiciones de vida y, también, la percepción de la vida.” Creo que le das mucha importancia a la técnica y puedo entender que, desde el oficio de pintor, tu convivencia con la técnica te haya hecho odiarla y quererla, enfadarte con lo que te quita y apreciar lo que te da, pero desde la vida más plena que llevamos, me cuesta apreciar los matices.


A pesar de los halagos que dedicas a la transparencia, halagos que entiendo y más, sobre todo, en el ámbito de la pintura, ¿has pensado en el lado negativo de la transparencia? Yo no lo había pensado nunca, pero la lectura de Byung Chul-Han sobre este particular sembró en mí muchas dudas sobre la conveniencia de ser totalmente, y siempre, transparente.


Dices, en tu pensamiento “La niebla lo cubre todo”, que “urge abrirse paso a través de la espesura para volver a mirar a lo lejos.”. Aunque lo escribas desde la posición y el ámbito de la pintura, estoy de acuerdo en que nuestra mirada, en estos tiempos, se queda demasiado corta, tenemos una vista cansada de chocar contra el vecino, contra la casa de enfrente, contra la televisión, la prensa, las redes, las prisas, los objetivos, la necesidad de dinero, las comparaciones, el tener, el no saber de todo o de lo que interesa en este momento. Estoy de acuerdo, también, en que debemos mirar a los verdes de los prados en esta primavera, a sus diferentes colores, un regalo para nuestros ojos, a los azules que se degradan en el horizonte, a la lluvia que viene, a las hojas que brotan, a la hierba que crece como si nos persiguiera, a la contemplación del otro, más que a la cercanía de nosotros mismos.


Tengo que decirte que, de alguna forma, tal como lo dices o parecido, y aplicado a mi vida diaria, me sostiene una actitud parecida a lo que expresas en tu pensamiento “Paciencia y oportunidad”: “La paciencia y la lentitud requeridas para hacer las cosas bien pueden ser una fuente de placer, un modo de integrar lo que uno hace con lo que uno es. La cancelación del propio deseo de acabar permite reconocer que lo que se está haciendo no es un trabajo, sino algo más.


Cuesta tiempo y vida, al menos a mí me ha costado muchos años, entender algo tan sencillo, olvidarse del deseo de acabar, recrearse en fregar unos platos, en hacer una cama, darle su tiempo a todo, vivir empleando unas horas para hacer una comida para unos amigos, acompañar a un enfermo solitario, escucharle, vivir ese momento sin pensar en la hora siguiente, todo un aprendizaje.


En tu pensamiento “Lo que en cada extremo hay de su contrario” finalizas tu mensaje diciendo: “La libertad que puede conquistarse en cautiverio y las prisiones que atenazan la libertad… Se trata de afinar la percepción para apreciar lo que de cada extremo hay de su contrario.” Creo que fue leyendo a Hugo Mújica donde rompí la barrera de entender el significado y el mundo que encierran los contrarios. Confrontarlos abre prisiones y fronteras, te saca a la intemperie y te acoge en la cueva, te hace sangrar por la herida y te hace dudar del dolor.


Dices que “lo lleno es espacio de acopio y posesión; lo vacío es espacio de porvenir, pausa de reflexión” y, aplicándolo al mundo de la pintura, acabas ese pensamiento diciendo: “Un cuadro sin llenar es un cuadro sin hacer, pero un cuadro sin vacíos es un cuadro ahogado, asfixiado.” Muchas son las reflexiones que conllevan esas expresiones. Qué equivocados estamos a lo largo de nuestra vida acumulando muchos objetos y menos recuerdos, acumulando dinero y menos afectos, llenándolo todo, ordenando nuestros días sin dejar espacio para una nueva aventura, para un cambio en nuestras vidas. ¿Tenemos solución?


Debes haberte sentido, en muchas ocasiones, como un explorador, buscando colores sin nombre en tu paleta.


He experimentado, en muchas ocasiones, el placer de la relectura de un libro, de un poema, pero nunca había pensado en la relectura de una pintura. Por expresarlo mejor, he visto y he disfrutado volviendo a ver muchos cuadros, pero el concepto de relectura se me escapaba.


He sonreído al leer tu pensamiento “Tocar con los ojos” que comienzas con ese aviso de muchos vigilantes: “No toques”. Después de ir y venir por las líneas de esta reflexión, me he quedado colgado en la última línea: “Cada buena pintura custodia la alianza entre la presencia y el sentido.” Es cierto que tocamos con los ojos, cuando nuestra mirada se demora en una textura, en un color, en una forma. Es como si iniciáramos una conversación que se interrumpe cuando nos alejamos pero que no empieza de cero cuando volvemos a verla.


Seguiré tu consejo, José. A partir de ahora, intentaré mirar menos y mejor.


Ha sido un placer inesperado este libro.


Hasta pronto o hasta nunca, José.



Pamplona, mayo de 2021

Isidoro Parra.


 

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