CAMINO A SANTIAGO. CAMINO AL INTERIOR. Séptima etapa.

DIA 25 DE SEPTIEMBRE:

DE CIRUEÑA A BELORADO.


Definitivamente, las condiciones del albergue me han condicionado las decisiones a tomar para la planificación de la jornada de hoy. Tal como nos anunció ayer el gestor del albergue, se ha tocado diana a las seis de la mañana. El desayuno se servía de seis a siete y a las siete todo el mundo tenía que estar fuera.


Por eso, si querías evitar aglomeraciones de última hora en baños y en el comedor, tenías que madrugar. Además, estaba la etapa de treinta kilómetros que me esperaba y, para ayudar, Marco, el chino hongkones que dormía encima mío, se ha levantado a las cinco y mientras estaba en el baño, ha comenzado a sonar la alarma de su teléfono que nadie sabía cómo apagar pero que nos ha despertado y desvelado a todos.


Así que, con todo ello, y ya desayunado, he comenzado a caminar pasados unos minutos de las seis, por supuesto que de noche y con mi frontal encendido. Es la segunda etapa que, para probar si voy mejor con los zapatos “pelotas” que con las zapatillas, estoy haciendo el camino con ese calzado más suave, más blando, pero no acabo de estar seguro de que sea mejor. Esperaba ver la nube de insectos que, como el día anterior, me acosara y me produjera ese desasosiego de sentirme un poco exterminador, pero no han aparecido con lo que concluyo que su presencia en la madrugada del día anterior se debía más a los viñedos que me rodeaban y al azúcar de las uvas que a la hora de la madrugada o a la época del año.


He caminado solo y en silencio hasta Santo Domingo de la Calzada, donde entraba antes de las siete y media, con el frontal encendido durante todo el recorrido que he hecho de noche y sin ver nada del entorno que me rodeaba. Ha sido un recorrido por las sombras.


El Camino es áspero y el alba fresca. Solo los grillos, aparentemente, y el universo que me envuelve, me hacen compañía.


En Santo Domingo, empieza a despertar la vida, especialmente en los alrededores de los albergues, en los peregrinos, en los bares que sirven desayunos y en los limpiadores municipales, diarios testigos éstos últimos de este trasiego de sonámbulos hablando inglés.


Es curioso. Pienso que, a pesar de que hay peregrinos coreanos, chinos, alemanes, búlgaros, australianos, hindúes, franceses, italianos, etc., y, por supuesto, españoles, el idioma predominante del camino es el inglés. Así se aprecia en todo el Camino, salvo cuando escuchas el saludo “buen camino”.


La monumental y pequeña plaza de Santo Domingo, con sus edificios nobles que la rodean merecen una pequeña parada para observar esa torre iluminada por una potente luz amarilla contra un intenso azul del cielo que amanece. Todo parece grandioso y, al mismo tiempo, fantasmal.


Dejo Santo Domingo cruzando el puente sobre el rio Oja para encarar un paisaje, entre Santo Domingo y Grañon, en el que aparecen las vastas tierras trabajadas para la siembra y un amanecer lleno de colores y matices con algunas nubes singulares que intento fotografiar para Cristina.


Parece claro que hemos dejado atrás las tierras de viñedos que caracterizan el paisaje riojano para adentrarnos en este avance de Castilla, de sus tierras de cereales.


En el siguiente tramo, a la altura de la Cruz de los Valientes, en término municipal de Grañón, he entablado una superficial conversación con un hombre de Madrid que parecía ir a un desfile, uniformado de negro, calzado, mallas, camiseta, mochila, etc., todo negro. No me ha transmitido muy buenas sensaciones, solo hablaba de sus dolencias y ampollas en pies y resto del cuerpo. Con él he llegado hasta el destino del almuerzo y allí me he separado de él.


El amanecer me regala un sol intenso, poderoso, que riega e inunda el camino y el paisaje con una luz que apaga el resto de colores, pero llena mi espíritu de buenas sensaciones. Todos caminamos como en una alfombra iluminada que nos calienta y nos guía.


Cruzo Grañon, pasando por su imponente Iglesia de San Juan Bautista, pero no paro. Me queda mucho camino.


Al llegar a Redecilla del Camino me he tomado un descanso que me ha servido para almorzar y despistarme del madrileño. Mientras almorzaba compartiendo descanso y refrigerio con gente diversa y en la calle, un par de coreanas y un australiano me han preguntado por el significado de la palabra “vale”. Nos hemos reído un rato mientras trataba que entendieran las diferentes utilizaciones del vocablo como, por ejemplo, cuando se utiliza para preguntar o explicar cuál es el precio de un bien, para decir que ya está bien de bebida o comida, para expresar que uno está satisfecho con algo, para manifestar un enfado con una actitud no muy amable, para dar una respuesta de aceptación simplemente, etc. Al final, al despedirnos, me han deseado ”Buen Camino” y les he respondido “Vale”. Carcajadas.


Apenas sin darme cuenta, si no hubiera sido por el enorme cartel que lo señala, he dejado atrás La Rioja y he entrado en Castilla, tierra que será mi más larga compañía en este viaje.


Le dedico unos minutos a San Juan de la Cruz:


(Esposa)

¡Ay, quién podrá sanarme!.

Acaba de entregarte ya de vero;

no quieras enviarme 

de hoy más ya mensajero,

que no saben decirme lo que quiero.


Desde que ha amanecido, lo más significativo ha sido la desaparición total de las viñas en el paisaje y la aparición de los campos preparados para la siembra o ya sembrados, sin apenas árboles, ni en el camino ni en el horizonte. Bellas y duras estampas. La Castilla de Machado que pocos sabemos o intentamos ver.


Paso por Castildelgado, con sus casas antiguas, de fachadas de ladrillo viejo, adobe y maderas, y con su inmensa iglesia parroquial de San Pedro, desproporcionada en su tamaño para la dimensión del pueblo y de sus habitantes.


De todos los pequeños pueblos que hemos pasado, el que más me ha gustado ha sido Viloria de Rioja, con su iglesia tan especial y diferente, encalada y con ladrillo viejo a la vista. Lástima que no haya podido visitarla por estar cerrada.


Numerosos carteles en el pueblo comunican al visitante que Viloria es la cuna de Santo Domingo de la Calzada. También son numerosas las casas construidas al estilo antiguo con ladrillo viejo, adobe y madera en las fachadas. Se ven también algunas casas de nueva construcción que están siguiendo ese mismo estilo.


Aprovecho para descansar un poco y comer un plátano en un banco, a la sombra de un grupo de plataneros. 


Conforme vas avanzando, observas el camino y te das cuenta que, en realidad, y pensándolo desde un punto de vista individual, el Camino es mucho más estrecho que lo que en sí te ofrecen sus límites físicos. Cada uno de nosotros busca esa senda estrecha, dentro del camino, por la que han transitado más personas, que se ha limpiado de piedras y que te resulta más cómoda para tus pies. Inconscientemente piensas que si la mayoría de los que han pasado lo han hecho por ahí, no será malo seguirlo. En resumen, como una senda de elefantes..  o como la vida misma. Tal vez retrata nuestra capacidad de elección o nuestra simpleza.


El tema me ha dado para plantearme algún poema sobre el Camino y la vida, aunque supongo que es un tema demasiado trillado y no he avanzado nada en este sentido.


El paisaje, a pesar de estar seco, mantiene unas manchas de verdor considerable por la presencia de algunos bosques en las colinas y de columnas de chopos en las orillas de los riachuelos, lo que permite disfrutar de algunos contrastes que conforman un panorama no tan seco como supongo que será en las siguientes etapas, cuando realmente estemos en el corazón de Castilla. Me llama la atención la imagen de Villamayor del Rio, entre onduladas montañas, arboles y campos sembrados.


Como el día pasaba de momentos nublados a momentos soleados, he recordado la petición de Cristina y he sacado unas cuantas fotografías a las nubes, aunque no estoy seguro de si lo que he fotografiado es lo que Cristina realmente quiere.


Cristina, una recién llegada a mi vida, y digo a mi vida porque Txelo la conocía desde hace ya varios años. Su mirada siempre interroga o acaricia y aunque todavía no tenga con ella la confianza de una vieja amistad, el camino está abierto para que la edifiquemos sin reparos. Su sensibilidad y su historia de lo vivido será, seguramente, una fuente de la que podremos beber para conocernos más, para ayudarnos más.


Como en cualquier otro día, los últimos kilómetros son terribles. Además, los últimos kilómetros hasta Belorado son monótonos y la visión de las primeras casas te engaña porque todavía queda mucho por andar hasta llegar al destino. Parece que las piernas no te van a responder y que te vas a quedar clavado, pero echas un pie y otro y llegas.


Antes de ir al albergue Cuatro Cantones, me he pasado por La Caixa, donde me han tenido que hacer una tarjeta provisional porque la mía estaba estropeada y también he pasado por la farmacia, todo ello con la idea de no volver a salir después. También he tenido que andar unos metros de más por una equivocación en el laberíntico trazado de las calles de Belorado


El albergue es el mejor de los que he estado: una habitación para seis personas con ducha, baño y lavadero privados, con una pequeña terraza y tendedero. En cada litera hay un enchufe, una luz de lectura y un pequeño aparador para las gafas y el teléfono.


Tiene un jardín amplio con piscina cubierta y las personas que lo atienden son profesionales y atentos, sin dejar de lado el restaurante que gestionan con una buena cocina.


Mando mi mensaje del día: “Séptima etapa finita, de Cirueña a Belorado. 39.823 pasos y 30,6 kilómetros. Ahora a la ducha.”


Después de comer en el propio albergue, me doy una vuelta por el pueblo y descanso un rato en su plazo mayor, libre ya del mercadillo que la llenaba por la mañana. Aprecio una casa antigua con la fachada artísticamente pintada con un dibujo imaginativo muy potente, el quiosco de la música, las calles estrechas y la calma. Aprovecho para hacer algo de compra para el día siguiente.


Sigo con mis lecturas. Estoy leyendo a gusto Copérnico y en cuanto a Guerra y Paz, hay capítulos más interesantes y otros que me resultan algo pesados. Por el contrario, la lectura de “Tú no eres como otras madres” me está llegando muy adentro. Me está gustando más que la primera vez que la leí. 


Leo también a Zagajewski, en un estudio que ha escrito sobre el tema “Releer a Rilke”.


Y sigo con un capítulo más de Errata: 


“Mi pregunta es la siguiente: ¿podrían el cristianismo occidental y el islam vivir más humanamente, más en paz consigo mismos, si el problema judío se hubiese resuelto de manera definitiva?.”


Me he detenido en esta reflexión, a pesar de no haber leído muchos sobre la no convivencia entre cristianismo e islam, porque hace un par de años, en el grupo de lectura, leímos varios libros sobre Israel y Palestina y la lectura de esta frase me ha traído a la mente muchos pasajes de aquellos libros. Es posible que tenga razón, el hecho de no estar “resuelto” el problema judío, ha impregnado de obstáculos las relaciones entre muchos otros pueblos y civilizaciones.


Cuando voy a recoger mi colada, veo que me falta el calzoncillo. Me asomo por el muro de la terraza y veo que se ha caído y está sobre el alfeizar de una puerta del jardín. Lo comento con los gestores del albergue y me lo recuperan con un palo largo. Parece que no ha sido la única vez que les ha pasado. 


Disfruto de una cena en el propio albergue que, siendo únicamente de peregrinos, no tiene el aspecto de una cena comunitaria. El hecho de hacerlo en el restaurante del propio albergue, en un espacio de mesas separadas, le quita el encanto de otras cenas comunitarias.


Recuento físico:

Pasos del día: 39.823. Acumulados: 227.391.

Kilómetros del día: 30,6. Acumulados: 178,6.


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