VERANO XV. Anuncio.


“Qué hermoso, cuando se aleja ya la vida, sentir todavía su música.”

José Mateos (Un mundo en miniatura).


Los cambios de ciclo son siempre un motivo de preocupación. Uno nunca sabe si no volverá a participar en el nuevo ciclo de aquellas cosas que vivió en el anterior, si habrá una transición o será un cambio brusco y doloroso, rompiendo con el ayer sin permitirnos vivir la nueva etapa ni las sensaciones del momento mismo del cambio.


Tal vez, el cambio de ciclo más pronunciado y temido para todos nosotros es el paso de la vida a la muerte. En este punto, y dado que no soy consciente ni conocedor de cuando será el mío, ni mucho menos cómo, a mí me gustaría ser consciente de lo que pase en esos momentos, no dejar de vivir lo que llegue, el dolor, la consciencia, los recuerdos, entrar en el nuevo ciclo con paz, con los ojos abiertos.


Por este motivo, entre las cosas leo, me llamó la atención esa frase de José Mateos, porque no sé si ocurrirá eso, pero qué bello sería que ocurriera.


Para ilustrar mi pensamiento y el contenido de esa frase, hoy, en los últimos días del verano, me ha salido al encuentro ese árbol que parece estar también cambiando de ciclo y me ha parecido que su imagen explicaba la frase del poeta.


En sus ramas, forman ya una llamarada de otoño las hojas rojas que lo inundan, anunciando el nuevo ciclo que va a vivir, pero no dejan de estar presentes las hojas verdes que lo han mantenido vivo en verano, conviven las dos estaciones, se acompañan en el cambio, probablemente se transmiten vivencias y recuerdos, de forma que las que permanecen verdes lo hacen con la satisfacción de transmitir experiencias a las que llegan y las que inician el nuevo ciclo lo hacen con algo de equipaje, con mucho de sabiduría vivida.


Por eso, la naturaleza transmite siempre en su belleza un mensaje que está relacionado con lo fugaz, con la finitud y con la paz de vivir ambas situaciones.


También pienso que la naturaleza juega con ventaja: sabe que sus ciclos se repiten, que de la muerte aparente surge una nueva vida que crece, que toma sus colores y que vuelve a morir para volver a nacer.


A mi me queda la duda permanente, aunque siempre acompañada de diferentes caminos.


Pamplona, septiembre de 2018.

Isidoro Parra.


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