CARTA ABIERTA Nº 4 A JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO.


Buen día, José.


Cuando escribo alguna carta de estas a poetas que ya nos han dejado, eso creo, siempre lo hago con un poco de recelo hacia mí mismo, hacia mi atrevimiento, pero es cierto que al leer los numerosos poemas de tu libro “El tiempo de Eurídice” en los que respetuosamente hablas con políticos, escritores, filósofos, pintores, personas todas ellas que vivieron hace ya varios siglos, me he preguntado si existe alguna razón por la que yo no podíra hacer lo mismo contigo. Bien es verdad que nunca lo haré con tu precisión, tu comedimiento y, sobre todo, tu conocimiento del personaje y de los detalles que le rodeaban.


Una primera impresión sobre los poemas de ese libro es que dan la sensación de estar escritos en espacios de calma, en plena observación, no después de ella. En otro caso, no entendería la precisión de algunas escenas ni tus conversaciones con las aves.


Creo que la mayoría de los poemas de este libro están escritos para ser leídos con calma, casi uno a uno, y pensarlos al ritmo de la propia contemplación que evocan.


No tengo claro, José, si en esos momentos de relajo, de soledad, de silencio, te van llegando los recuerdos y, al volver a vivirlos, escribes o si, por el contrario, te pones a escribir y te llegan los recuerdos para que los atrapes y los vuelques en el papel.


Tengo ganas de leer algunos ensayos tuyos, aunque supongo que me resultarán difíciles de seguir; ensayos o comentarios sobre lo que piensas, sin el disfraz de la poesía, sobre el Viernes Santo, sobre Lázaro y su resurrección, sobre Pedro y sus negaciones. Estos y otros temas afines recorren tus poemas como el sendero que hacen las hormigas para llevar el alimento a su morada.


Me gustan tus conclusiones cuando comparas al hombre con las aves o con las flores y siempre lo colocas en un nivel inferior, en otro estadío de excelencia.


Cuando leo los poemas en los que hablas de esos personajes que han sido famosos, cuyos nombres todos reconocemos, y les hablas con tanta cordialidad, cercanía, respeto y aparente conocimiento, no se me ocurre pensar que os separan tantos siglos en vuestra presencia sobre la tierra.


Y así, verso a verso, poema a poema, he recorrido las páginas de tu poemario.


Voy a terminar aquí, José, porque en este caso no quería escribir una carta haciendo referencias directas a poemas concretos. Tu libro es, en sí mismo, una historia, tu historia.


Gracias, José.


Amillano, agosto de 2021.

Isidoro Parra.


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