OTOÑO I. Defensa.


 “No les interesaba el efecto bello. Pero la belleza florecía en la utilidad. Surgía del sentido piadoso del constructor.”

Joseph Roth (Las ciudades blancas – Avignon)



Hoy, mi paseo matutino me ha llevado a recorrer, como muchos otros días, las riberas del Arga. A la altura de las pasarelas, he decidido alejarme de la ruta fluvial y adentrarme por el centro de la ciudad, pero el impacto del aire aprisionado, de la fuerza y de la piedra ha llegado antes de pisar las ruidosas calles.


Al dejar el ascensor de la Media Luna, me he detenido ante la puerta del Fortín de San Bartolomé, cuyas primeras piedras se asentaron a principios del siglo XVI y adquirieron su fisonomía actual allá por el primer tercio del siglo XVIII. No voy a repasar la historia porque me interesa más su llamada, no voy a justificar su razón de ser porque me importa su ser actual y su presencia.


Sé que su motivación fue guerrera, de defensa más bien, pero lo que hoy queda es un testigo en forma de triángulo que encierra esa herradura para mí, o esa media luna para otros, tan singular.


Su forma es singular entre la de todos los fortines, como lo son las escaleras que rodean como una caricia la herradura central.


La miro y la siento como una llamada que me llega desde el centro de esa media luna, desde esa puerta que esconde la historia, los gritos y las dudas, las órdenes de mando, la resistencia o el entusiasmo de los que lo vivieron en otros siglos.


Y me atrapa, tiene algo de misterio, de silencio obligado, impuesto, que me acerca a sus piedras, a su espacio que respira hacia arriba. Su quietud es una promesa de longevidad, de permanencia y, mirándolo, me olvido de la pólvora y de los cañones para comprobar que lo que fue historia puede ser presente y puede ser bello.


A sus pies, “en las afueras”, se aposentan algunos de los rincones más hermosos de los jardines de Pamplona. Además, en este momento, el amarillo y el rojo otoñal de las hojas, lo arropan como una canción de cuna, una canción para olvidar o para pensar que siempre pueden llegar tiempos mejores, para alimentar ilusiones.


Mi mente no se ofusca, se rinde ante la belleza de la piedra y de la mano del hombre.


Pamplona, octubre de 2018.

Isidoro Parra.


Comentarios

Entradas populares