CARTA ABIERTA Nº 2 A ANA BLANDIANA.

Buenos días, Ana.


Estamos iniciando el mes de octubre y la luz del día ha llegado para regalarnos una mañana clara,  con algunas nubes y muchos claros, llena de matices y apetencias.


Estoy todavía impactado por la fuerza de tu poemario “Variaciones sobre un tema dado”.


Todo lo que has volcado en esos poemas me aturde, me asombra, me deja mudo, me abre los ojos y la mirada por la sorpresa de cada poema, por la amplitud y profundidad de tus recuerdos.


Múltiples y numerosas son las impresiones que me ha dejado. He pensado si cabía en el mundo tanto amor, tantos recuerdos, tanta capacidad de mantener la vida en el presente, llevarla al pasado o buscar entre el tiempo la frontera de los sentimientos. No sé si llamarlo amor, añoranza, soledad, vacío casi lleno, necesidad de asir el pasado para no olvidar o una batalla por ganarle el pulso a la muerte.


Al leer que se trataba de un poemario escrito poniendo la memoria en el esposo que se ha ido, en principio para siempre, he pensado que me iba a parecer poco interesante, entre otras cosas porque lo excesivamente personal siempre me produce un poco de rubor, aunque sea ajeno, pero después de leer tus poemas he visto que nadie se ha ido, que todo está presente y nos ayuda a vivir, que por encima de lo personal, de los recuerdos afectivos, está la profundidad de una vida vivida con realismo.


Sé que no voy a expresarme, nunca lo consigo, con la profundidad que merece tu tarea de escribir este poemario y la mía de leerlo, pero haré un recorriendo escogiendo algunas de las notas que he escrito y que, torpemente, mientras caminaba, iba tomando al lado de muchos poemas.


En el primer poema, “Sabía que solo…” me ha parecido percibir que, a lo largo del libro, iba a caminar a caballo entre la ausencia del ser amado y su presencia, ajenos los ojos y los oídos a cuanto pudiera celebrarse a tu alrededor.


En el siguiente, “Recuerdo que una vez…”, he sentido que era posible compartir hasta las sombras, las ausencias, mejor dicho, las presencias difusas. Amplio es el mundo de los sentidos y de las miradas.


Una sonrisa de reconocimiento, de consenso, se ha dibujado en el interior de mis labios, de mi boca, sin darse a conocer, cuando he leído esos versos finales del poema “Entre el cuerpo…”:


“Que el alma nos ha unido siempre

Más que la sangre.”


Es curiosa esa observación tuya en los versos finales del poema “Últimamente mi vida…”, cuando intentas adivinar cuándo empezó la novela de tu vida, si fue al conocerle o fue antes de haberle conocido. En mi opinión, reconociendo que la novela de mi vida ha sido definitiva al conocerla, algo en mí se rebela para pensar que también hubo y hay otras novelas, no de amor, pero sí de vida.


¿Qué juego amatorio más secreto y más erótico ese de las miradas entre él y tú a través de tu imagen en el espejo?.


En el poema “Si hubiera micrófonos…” has puesto de escenario la historia de tu país y la has sembrado de tus instantes vivido con él. En esos prados, de historia no grata y de juegos personales, han florecido unas vidas, las vuestras.


Un espacio ahora más grande, más vacío, sin muebles, sin nada que ver en el horizonte, para reflejar su ausencia y para reconocer la amargura de que “el presente no es para mí un regalo/sino un secuestro.”


Reflejas muy bien en tu poema “Cuando digo…”, las diferencias entre los sucesos de partidas de personas más o menos cercanas, pero ajenas, de aquellas que son próximas, de aquellas que han vivido con nosotros, piel con piel.


¡Qué bonito sería esa celebrar esa cita en medio del sueño!.. Y recordarla.


En tu poema “Tengo miedo…” he visto la lucha de los contrarios, el miedo a entrar sin protección en esos espacios en los que nada está definido, miedo de entrar y llegar a conocer.


No me extraña que solamente te baste con su presencia.


Reprocha, recuerda, advierte lo que murmuran las viejecitas, que en ellas se acumula una sabiduría que no se aprende en los libros.


Reclamo y tristeza ante la petición concreta de presencia y la respuesta de llevarse tus palabras sin entenderlas.


“¿Y qué es el amor sino la ley universal de anular fronteras?” dices. Me ha hecho falta pensar poco para estar de acuerdo.


En ese reino de sonidos paralelos que describes en tu poema “Se escuchan voces…” hay un juego de presencias que no llegamos a ver, de rumores de palabra que no llegamos a oír, de alegrías que no llegamos a compartir, de cercanías que sabemos que pueden estar pero no necesitamos verlas ni oírlas. Así está bien.


¿Será cierto que con la muerte empieza todo? Quisiera creerlo y pensar que nada importa lo que pase después.


Al leer tu poema “Me gustaría que muriéramos…” me he olvidado del encuentro que podría ser y he pensado en el que fue, en mi caso, y me pregunto si nos conocimos porque estaba previsto que así fuera y, a partir de ahí, aprendimos a querernos, o si nos buscamos para encontrarnos porque ya nos pensábamos. ¿Destino, suerte?


Espero que no te importe que reproduzca aquí un poema corto, rotundo, no me resisto:


“Siempre

He soñado con estar sola

Porque siempre

Había mucha gente a mi alrededor.

Solo tú eras yo.

Solo tú renunciabas al plural,

Al múltiplo de dos,

Solo tú sabías construir una soledad

En la que cabíamos los dos.”


¿Será cierto que es posible descubrir el presentimiento escondido en cada pupila? Me ha parecido terrible, Ana.


Con la intensidad que parece habéis vivido, no creo, Ana, que él pueda haber olvidado lo que crece en tus recuerdos.


Me encanta tu sutileza al poner su decisión en las soluciones que tú has buscado para que él no te abandone.


¡Qué bonito saludo y despedida en esa Nochevieja!: “-Buenas noches, dulce Príncipe. Mañana por la mañana empezará una era en la que solo yo sabré que sigues existiendo…”


Ante tu duda de si solamente tu esperabas que sucediera o si los dos estabais atentos a la herida por venir, me inclino a pensar que los dos lo esperabais, sin saber ni cuándo ni a quién llegaría el hachazo homicida.


Bueno, Ana, aunque no te haya podido transmitir los sentimientos que me han despertado la lectura de tus poemas, ten por seguro que será un libro al que volveré, necesariamente.


Muchas gracias.


Hasta pronto.


Pamplona, octubre de 2021.

Isidoro Parra.


Comentarios

Entradas populares