CARTA ABIERTA Nº 3 A ANA BLANDIANA.


Buenas tardes, Ana.


Desde mi ventana, contemplo el parque que se tiende a los pies de mi casa urbana, con todos los colores del otoño y pienso en cómo era el país, su historia y el momento de tu vida en el que escribiste los poemas que forman parte de tu poemario “El sol del más allá”, allá por las estaciones previas al año 2000.


Me pregunto esto porque muchos de tus poemas tienen la valentía de la denuncia y el recato de la seguridad de un cierto comedimiento.


Aquí no caben juicios, solamente experiencias vividas al leer tus versos. Afortunadamente, creo que algunos motivos que te llevaron a muchas denuncias han ido quedando en el pasado.


Desolación profunda y ganas de partir en tu poema “Paisaje” me ha parecido leer en sus versos:


“Cantando feliz: “Deprisa

Deprisa,

Mientras todavía hay luz”.

Pero yo era la luz, 

Iluminando hasta el fin transparente del mundo

En busca del lugar

Donde estar lo bastante sola

Como para apagarme.”


Fugacidad es la idea que percibo, fugacidad asociada a las horas, al tiempo, en tu poema “Reloj”. ¿Pasado, futuro, presente?.


El dualismo de todas las olas, de lo que mece el viento, de lo que arrastra, recorridos entre la vida  y la muerte en tu poema “Balanceo”, dualismo que llena cualquier vida.


En “Fluyo, fluyo” percibo el paso del tiempo sobre la piel, mientras lo contemplamos sin saber desde, ni cuándo, ni dónde.


Creo que en tu poema “Feliz de ti” te sientes envidiada como una “celibrity”, pero no seguida ni esperada, más bien como un juguete que no se desea perder de vista pero con el que no se quiere vivir.


He sentido tu poema “Prendidos en las ramas” como un largo camino por el que nos vemos obligados a caminar sin descanso, pero me pregunto si todos seguimos el mismo camino y una vez en él, ¿qué?


Le estás pidiendo a Apolo que vuelva con muchos objetivos aunque me parece que hay solamente uno que sobrevuela todo el poema: el consuelo que necesitamos.


Ana, sinceramente, ¿crees que se puede ser “todo”? ¿No bastaría con ser algo?


He leído con respeto tu poema “De visita”, en el que parece que todo es ya igual. He sentido que la fatiga atraviesa todos los versos.


Me ha hecho pensar bastante la idea que transmites en los últimos versos de tu poema “El navío de los poetas”:


“Pero ¿qué es la eternidad

Sino este navío de piedra,

Esperando con obstinación 

Algo que nunca sucederá?”


En tu poema “Balada”, he creído leer la historia y el devenir de los actos realizados en el pasado sin pensar en las consecuencias de mañana, que provocan, ahora, una mirada hacia ayer, camino del arrepentimiento.


¿Vuelo, vacío, flotar, nube, perdido o encontrado?. Acumulación de sentimientos, de luces, de orgullo y de luz en tu poema “NI una letra”.


Eternidad en el árbol, encerrona de la naturaleza.


Poema: “No existe respuesta”. Elementos: la luz, la oscuridad, el pasado y el futuro, el misterio. ¿Sabes, Ana, quien vencerá en esta lucha entre la luz y la sombra?.


Leo tu poema “Confusión” y también me quedo confundido, en una primera lectura, claro. Lo vuelvo a leer y veo la vastedad de sus versos, ¡cuánto en tan poco!, la banalidad del miedo, la distancia entre los ángeles y nuestros cuerpos de arcilla, lo que gotea encima del altar.


Antes de despedirme, Ana, quiero que sepas que incorporaré a mis noches oscuras la plegaria que diriges al Señor en tu poema “Plaza Buzesti”, el perro y el niño, con su mendrugo de pan bendecido por el mordisco de los ángeles. Gracias.


Hasta pronto, Ana.


Pamplona, octubre de 2021.

Isidoro Parra.

  


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