OTOÑO VIII. Atardecer.

“Fue sólo un instante de perplejidad, esa parálisis momentánea que provoca la belleza inesperada.”

Mario Cuenca Sandoval (El don de la fiebre)


Viendo este atardecer preñado de colores oscuros que anticipan la noche, henchido de nubes que aguantan el agua hasta que aligeren su carga como una bendición y alejando la luz con esos colores rosas, rojos o violáceos, con el esplendor de un ocaso magnífico, propio del otoño, mi pecho se abre para llenarse de ese aire tibio que me trae los recuerdos de mi vida.


El atardecer en otoño es, más que en otras estaciones, un recordatorio del final de nuestro día y nuestro tiempo. 


Para mí, es uno de los momentos más bellos del día. A veces, me quedo absorto contemplándolo, intentando retenerlo, buscando cómo mantener sus últimos destellos en mi retina, en un esfuerzo imposible para que no llegue la noche que trae consigo.


Y solamente cuando pienso que la noche es parte de ese atardecer, de ese día, me reconcilio con el misterio, porque la muerte también es parte de la vida y todo es uno y parte de un todo mayor, más desconocido e inalcanzable pero no menos atrayente. Tal vez por ello, este atardecer destila esa magia que nos atrapa y nos hace enmudecer.


Hoy voy a hacer una excepción y solo voy a mirar y admirar la belleza de estos minutos, efímeros y, por ello, más bellos; me voy a quedar con los ojos y la sonrisa prendidos de esas nubes, de ese color que se escapa por el horizonte y no voy a pensar en nada más. Solamente voy a contemplar la belleza.


Al final, cuando bajo mi cabeza y cierro los ojos, creo que he asistido al mayor espectáculo del mundo, me retiro en paz, con el convencimiento de que formo parte de todo esto y que estaré ahí de otra forma y para siempre, que tanta belleza no puede apagarse sin más y, si yo no puedo, serán otros los que la disfruten y tiemblen con ella.


Cada día una mirada, cada mirada un paisaje, cada paisaje un sentimiento, cada sentimiento una emoción, cada emoción un paso adelante, cada paso adelante un descubrimiento y cada descubrimiento una nueva mirada.


Amillano, noviembre de 2018.

Isidoro Parra.



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