OTOÑO X. Sazón.


“Solo se puede ver bien a condición de no buscar el propio interés en lo que se ve.”

Christian Bobin (Resucitar)


No es la primera vez que el olivo me sorprende, que me rindo ante él.


Esta soleada mañana de otoño, hemos emprendido con un amigo un corto periplo por nuestras tierras de Navarra con el objetivo de visitar alguna bodega y reponer con algunas botellas nuestras reservas de vino.


Nos hemos dirigido, en primer lugar, hacia las tierras solanas de la ladera sur de Montejurra, donde los valles de tierra Estella se abren hacia la Ribera. A pesar de esa apertura al Sur, desde la primera bodega que hemos visitado, situada en una loma, hemos podido apreciar los amplios horizontes que se divisan: los Pirineos, el Moncayo, la Sierra de la Demanda, todo envuelto en esa luz que a esas tempranas horas y en esta estación dan un brillo de azul y oros al paisaje que divisamos.


En el entorno de la bodega, las laderas de esta tierra algo escarpada, se llenan de plantaciones de viñedos, algunos de ellos dispuestos en bancales para aliviar la pendiente de algunas parcelas.


También hay campos de olivos que surten los pequeños y no tan pequeños trujales de los pueblos del entorno y de alguna bodega que también produce aceite, además de vino.


Hoy, me detengo ante estos olivos que rodean como guardianes un viñedo que crece en bancales dispuestos en curva sobre la parcela. Las ramas están cuajadas de olivas que ya van tomando un color violáceo, caminando hacia el negro, ramas que están pidiendo el alivio de la recogida de las olivas, pero que hoy se me muestran pletóricas, con una imagen especial por lo efímero de su tiempo, una imagen diferente a la que presenta el olivo el resto del año.


En este momento, el olivo pierde su imagen de longevidad, de eternidad, para ofrecernos sus frutos como una madre joven, renovando el ciclo anual de ofrenda al que lo cultiva, agradeciendo solamente el hecho de estar ahí, de permanecer en el tiempo.


Y pienso en el ciclo renovado, año a año, de la naturaleza. La presencia del olivo en la tierra no camina hacia el deterioro ni la decrepitud, cada año que permanece florece y da más frutos que en su juventud.


¿Cómo no vamos a admirar el milagro de esta creación?.


Pamplona, noviembre de 2018.

Isidoro Parra.


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