CARTA ABIERTA Nº 12 A JOSÉ MATEOS


Buenas tardes, José.


Son buenas porque, bien o mal, estoy escribiéndote una carta y porque, puede que sí o puede que no, tal vez la leas. También son buenas porque el sol me deslumbra y siento su roce hasta hacerme buscar la sombra; porque a mi alrededor pasan cosas, las flores se marchitan antes de la hora del riego, los escarabajos negros van buscando su bola de estiércol, las hormigas rastrean el suelo buscando las pequeñas sobras de una frugal comida, las abejas y otros bichos voladores van buscando el polen de las flores, a pesar de este tiempo tan tardío, los árboles todavía dan sombra y esta noche soplará el viento y podré dormir bien.


No son pocas cosas para ir cumpliendo años con la aceptación de lo que nos rodea y la calma para observarlo y vivirlo, pasa saber que todo lo que me rodea, casi todo, me sobrevivirá.


Perdón por estos párrafos iniciales. Parece que el contraluz vuela por mi mente en este caluroso día de agosto y presiente que algo se acerca, no sé si bueno o malo. En cualquier caso, lo esperaré con serenidad y espero verlo cuando llegue.


Pasando a otros temas, hoy quería decirte que he leído tu libro “Un mundo en miniatura”, publicado en 2017, antes de que sintiéramos realmente el aguijón de los miedos y las pandemias.


Podría ir pensamiento a pensamiento, intentando transmitirte lo que he sentido: hay para varias páginas, pero no lo voy a hacer. Mis humores presentes me llevan a ser más coloquial, algo más personal, José. Además, son ya varias las cartas en las que me he dedicado a intentar expresarte lo que me han transmitido algunos versos, algunos poemas y varios pensamientos.


Hoy me apetece hablarte de sentimientos e impresiones generales. Espero no ir más allá de lo que la prudencia y la escasa publicidad que tendrá esta carta requieren.


Este es uno de esos libros tuyos en los que descargas un poco -o bastante, podría decir- todos los fantasmas que te acosan, la filosofía, la enfermedad y los hospitales; las palabras que se escriben y las que se dejan oír; las flores y las espigas, la belleza desde todos los ángulos, incluso cercana a la muerte -más real en esos momentos-; la importancia de la mirada incluso, o sobre todo, con los ojos cerrados, ver más allá de lo que se ve; el vuelo de las aves y el de la poesía; la conmoción que nos produce la música, los significados del silencio; el relámpago y su memoria, la luz de la oscuridad; la importancia y el engaño de la búsqueda; el hoy, el mañana, el tiempo como un cuchillo; las premoniciones que nos enseña la naturaleza, la incógnita de su creación; la oración como arte de magia; la entrega y su belleza, los recuerdos y las esperanzas, los recuerdos y la eternidad; las tibias presencias que nos dejaron; la importancia de las preguntas; la Historia y la violencia; la compañía mutua de los extremismos; los sueños y los deseos; el deterioro de lo moderno; el dolor y el miedo; los caminos hacia Dios. Sobre todo esto y mucho más he leído en tu libro, José, y lo más importante: me has hecho pensar, meditar, identificar. Permíteme que me haya apropiado de algunos pensamientos que siempre serán tuyos, pero que intentaré llevarlos de la mano hasta mis días.


En el fondo, este libro habla de la vida, de todo lo que no dominamos, de lo que conocemos muy poco, de lo que nos gobierna y de lo que nos hace vivir.


El misterio recorre las páginas y aunque intentas hallar la respuesta, dar con una solución, lo esquivas, pero vuelve a aparecer en otra y otra página. Si nos ha parecido terrible creer en un único Dios, ¿cuánto de terrible es el abismo de ese misterio, la distancia que nos separa?


De momento, voy a acabar aquí, muy poco para un libro tan singular y tan profundo pero, como te he dicho, hoy los huesos se me han puesto a la mala -algo así decía, creo, Vallejo- y, en ocasiones, hay que darle al cuerpo lo que pide.


De todos los pensamientos, y sin que ello signifique que es el más profundo ni el que más me ha gustado, elijo éste que está al final del libro y que lo hago cierto cada día: 


“Qué hermoso, cuando se aleja ya la vida, sentir todavía su música.”


Un abrazo, José.


Amillano, agosto de 2021

Isidoro Parra.



Comentarios

Entradas populares