OTOÑO XVI. Tributo al tronco.


“Ya despojado de sus hojas, mira

el árbol la desnuda silueta

de su sombra en el suelo; y ya no siente

la amarga sed de su raíz secreta.”

José Bergamín (Esperando la mano de nieve)



No quisiera ser aburrido escribiendo sobre los mismos temas, las mismas imágenes, las hojas, el otoño, los árboles o, más bien, sus troncos, pero es imposible no detenerme ante lo que me interpela, la belleza que me supera.


Esta mañana, cubierta de nubes otoñales cargadas de agua, mientras paseaba por un parque de Pamplona, una imagen me ha salido al encuentro: un cerezo ya desnudo que había entregado sus hojas al césped que le rodea, junto al lago.


Veo sus hojas amarillas, naranjas y rojas, extendidas sobre la hierba en todo el perímetro del ramaje del cerezo, componiendo una sinfonía para el disfrute de la mirada. Y veo que no se han alejado con el viento, se han quedado ahí, junto a su fuente de vida, alargando la despedida, en silencio y con mirada amable.


En ese momento, todo lo que rodea a la imagen, más allá del lago, pierde el sentido de su ser, el tributo de mi mirada se queda ahí, en la belleza generada por esa entrega, ese instante que se comunica conmigo en silencio, sin palabras, para hacerme creer que lo que desconozco no es siempre una amenaza, que también puede ser origen de mi propio crecimiento.


Me pongo en cuclillas para verlo más de cerca, para limitar el perímetro de mi visión y concentrarme en el tronco y en sus hojas, en la belleza de la pérdida, en la esperanza del regreso.


Silencio, admiración, paciencia, pensamiento, todo lo necesario para construir un espacio de trascendencia de lo cotidiano, de la modernidad enlatada.


No hay especie pulida, ni aluminio brillante, ni publicidad llamativa, ni luces de neón, ni colores artificialmente construidos que puedan superar lo que tengo ante mis ojos, que me hagan profundizar en mi mismo y hacerme preguntas sin respuesta, que me hagan crecer hacia dentro tanto como este sencillo cuadro de otoño.


La naturaleza siempre es más y genera belleza a placer. 


Pamplona, diciembre de 2018.

Isidoro Parra.



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