CARTA ABIERTA Nº 4 A ANA BLANDIANA.

Buenas tardes, Ana.


Hoy quiero escribirte para hablarte de mi experiencia al leer tu poemario “El reflujo de los sentidos” escrito, creo, en los meses previos a 2004.


Tengo que decirte, para empezar, que me ha costado entrar. Algunos poemas me han parecido excesivamente crípticos. En cualquier caso, también creo que leer poesía escrita en otro idioma, en otros tiempos y circunstancias, en otra cultura, es una tarea no siempre fácil. Para mi consuelo, enseguida he encontrado el puente entre tus palabras y mi mirada.


Tengo la impresión, también, que el tiempo es una lanza que atraviesa los poemas de este libro y los une en ese lapso inaprensible del pasado, el presente y el futuro. Me pregunto por qué a los poetas les mide su vida y sus palabras, tanto, el tiempo.


¡Cuánto devaneo de la mente en ese esfuerzo de entender lo que nos rodea! Parece que no hemos aprendido nada de los primeros filósofos. Me refiero a tu poema “Lo que no entiendo”, cuyos versos finales me han dejado clavado en la hoja de papel:


“Sencillamente para entender 

lo incomprensible: 

ésta es una definición de la inmortalidad.”


Como nos recuerdas en “Ser una roca en el mar”, ¡cuánta resistencia, cuánto silencio, todo en vano!


Dices en “Opus” que el tiempo escribe versos en tu cuerpo. Creo que esa afirmación vale para muchos de nosotros, pero ese tiempo está hecho de lo que vivimos en su tránsito, en sus instantes fugaces y, todo eso, acumulado, es nuestra vida.


¿Cabalgar y caminar hacia dónde? Si solamente pensamos en la vivencia del instante, perdemos la percepción del paso del tiempo, de una realidad que, tarde o temprano, aflora en nuestros versos. Así lo he visto en tu poema “Un caballo joven”.


Lo que dices del mar en tu poema “Curriculum vitae” lo he percibido como vivido por mí, sin pararme a pensar que esa era tu intención: utilizar el mar como puerta para llegar a tu interior y al nuestro:


“¿Qué persigue con su rabia blanca y verde

Deshilachando el horizonte, 

Sin preguntarse siquiera 

Por qué se odia

O qué no desea perdonarse?.”


Mucho tiempo y mucha dureza en tu mirada, en tu historia en el poema “Línea”.


Me ha gustado mucho tu poema “Reserva”, recorrido por caballos de todos los colores y por poetas, todos transparentes, invisibles. ¿Será posible el mundo sin ellos?


En “Juego de voluntades” me cuesta separar el que te ama o el amado, del tirano; todos los que intentan gobernarte sin saber que tu vida interior y tu poesía no la gobierna ni Dios.


Al leer tu poema “Lodo” me he preguntado si es posible dejar todo eso que describes a un lado, al margen de la vida verdadera. Supongo que en algún tiempo y en algún lugar, no.


Acabas tu poema “Calendario” de esta forma:


“Porque todo lo que no se escribe

No existe.”


Repaso la sentencia y tengo dudas. ¿Existe el amor sin que tengamos que escribir sobre él? ¿Y qué pasa con lo que sentimos y no expresamos? Me has hecho pensar un buen rato.


¡Qué fortaleza del lenguaje, qué potencia la de tu poema “Periódico”!:


“¡Oh, Dios, si tú puedes, 

Libera a los honestos, al menos una hora!


No temas, no son muchos;

Escucha por lo menos cuando hablan,

Si es que no tienes a bien liberarlos…”


He respirado la misma ternura, al leer tu poema “Holderlin”, que siempre he sentido al leer lo que fue la vida de los últimos años del poeta y el carpintero que lo cobijó.


Tengo que confesarte que los sonetos no son el tipo de poema que más me gusta, pero he pensado en la soledad de los templos griegos al leer tu poema “Soneto degradado” y me quedo con tu apreciación de la pureza de sus esqueletos, más pura que en vida.


Me has hecho leer varias veces los versos de “Este poema”. No lo he hecho porque no se entendieran. Es lo que expresan. Para mí, la poesía es el descubrimiento de un pliegue oculto en el sentido de las palabras y, cuando se encuentra, deslumbra.


Bueno, Ana, aquí lo dejo, pero espero volver a encontrarme con tus versos en otros libros.


Gracias.


Pamplona, octubre de 2021.

Isidoro Parra.


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