EJERCICIOS DE TALLER. SOMBRAS EN MIS SUEÑOS, ¿EN MI VIDA?


SOMBRAS EN MIS SUEÑOS, ¿EN MI VIDA?


La habitación en la que dormía cuando era pequeño, en mi casa natal, estaba situada en el interior de la casa. Un pequeño ventano, situado en una esquina de la habitación, sin contraventana, era la conexión con la luz exterior aunque, en este caso, era escasa porque al otro lado del cristal había un patio interior, cuadrado y de pequeñas dimensiones, de tal modo que nunca se recibía la llegada directa del sol, siempre llegaba tamizada por la inclinación de los rayos y diluida en el visillo que, por la parte interior, cubría el hueco.


Así que, durante el día, poca luz y tamizada, sólo la claridad más allá de la sombra, como algo inalcanzable, deseable pero lejano.


Durante la noche, la situación tomaba otros derroteros. Al no disponer de contraventana que cerrara el paso de la luz, el ventanuco recibía el tenue y plateado baño de la luna, apenas una sombra, apenas un testigo de un espacio para dejar entrar los sueños y los miedos.


Su presencia no se hacia patente hasta que la bombilla eléctrica no se apagaba. Siempre era igual, ningún destello se reflejaba en el cristal, ninguna sombra se proyectaba en el suelo, ni en la cama, ni en las paredes, ni en el espejo que cubría la puerta del viejo armario ropero.


Algunos días lo sentías como la presencia de la vida, más allá de las paredes cerradas de la habitación, otros parecía un vigilante de tus dudas o tus remordimientos por algo que ese día no habías hecho bien, un recordatorio de culpas.


Otros días, la débil llamada de su sombra, mucho menos que un susurro, te hacía mantenerte despierto, sin poder alcanzar el descanso, como si por aquél hueco pudiera entrar alguien que se descolgara del tejado o subiera por una escalera desde el patio, una amenaza que poblaba algunas noches de mis sueños infantiles.


Por otra parte, era un espacio protegido; sus pequeñas dimensiones y su retraída posición con relación al perfil de la fachada le protegían de la lluvia, así que en las noches en que el cielo se abría como una fuente, los cristales no recibían su golpeteo. Era una situación placentera saber que estaba lloviendo, pero que sus gotas no intentaban entrar en el espacio interior que habitabas.


Debería concluir diciendo que ese pequeño cuadro, que sólo se abría a primeras horas de la mañana para ventilar la habitación, era el objetivo de mis miradas, mi conexión nocturna con la razón, mi fuente de energía, mi generador de sombras, el transmisor que me llevaba lejos o que traía de la mano a los compañeros de mi imaginación.


Hace unos días leía que los sueños son llamadas que nos llegan de lo más profundo de nosotros mismos, de ese espacio al que es difícil llegar, que sentimos como lo más nuestro y lo más incomprensible.


Creo que ese ventano forma parte de mi niñez, de la construcción de mi personalidad, de mi carácter, de mis miedos y de mis fortalezas.


Tal vez por ello, cada día que avanza mi vida, me reconcilio más con las sombras, con su juego con la luz, con la ambigüedad de las verdades y la flaqueza de las certezas, con el misterio de lo no visible, con la seguridad de los contrarios.


Pamplona, abril de 2022.

Isidoro Parra.






Comentarios

  1. Cómo me ha recordado mi propia niñez. Mi primera ventana era también pequeña, luego la habitación pasó a mis hermanos y la que ocupé yo, tenia un poco mayor, aunque invierno a veces se colaba la ventisca, por sus rendrijas.
    Los dibujos de las maderas del techo, también despertaban la imaginación y los miedos.
    Tienes magia para compartir sentimientos, Isidoro.
    Saludos.

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    Respuestas
    1. Iñaki, tenemos que comentarlos al amor de una copa de vino.

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