CARTA ABIERTA Nº 1 A FRANCISCO CASTAÑO.

CARTA ABIERTA Nº 1 A FRANCISCO CASTAÑO.


Buenas tardes, Francisco.


He dudado mucho entre escribirte esta carta y no hacerlo. No tengo nada claro que sea capaz de expresar lo que querría transmitirte.


Al final, he pensado que no iba a ser leída por mucha gente y que al final, además, no importa tanto si la leen o no. Pienso que lo más significativo de cualquier cosa que uno escribe es lo que te hace sentir, el recordatorio, en en este caso, de aquello que has leído y te ha provocado escribir, lo que te hace crecer o sanar tu cuerpo, este ejercicio de poner negro sobre blanco lo que has sentido.


Así que, poco a poco, me he ido convenciendo a mi mismo y aquí estoy, para decirte algunas cosas, casi todas ya sabidas por ti y todas, a la vez, insustanciales para tu vida. No es así para la mía, porque la poesía que lees y te hiere, permanece como una cicatriz indeleble en tu piel y en tu memoria.


En estos días pasados, he leído dos de tus poemarios: “Breve esplendor de mal distinta lumbre” y “El decorado de la naturaleza” que compré hace ya muchos años cuando la vida recorrida por mi cuerpo todavía me tenía deparadas muchas sorpresas.


Leyéndolos ahora, creo que en su día, al comprarlos y leerlos, no pude entender lo que ahora me llega y me inunda. Corrían los años 80 y yo tenía poco más de treinta años.


En los últimos años, he vuelto a leer tus poemas y tengo que confesarte que me he valido de algunos de tus versos, citando la autoría, por supuesto, para acompañar alguna de las acuarelas de mi amigo José que han hecho mínimamente aceptable mis libros.


Ahora, en esta última lectura, creo ya reconocer algunos de tus versos y, hasta quiero creer, que algunos de tus versos me reconocen.


No voy a hablar de tu depurada técnica ni de la elegancia de tus poemas, no soy experto y siempre me interesa más el contenido que la forma, aunque sé que ésta es muy importante.


Así que, sin más preámbulos, voy a comentarte algo de los poemas o versos que más me han llegado.


De tu primer libro, “Breve esplendor…”, me quedo con la ligereza de las palabras, porque ¿quién puede no asombrarse al leer el principio de ese poema dedicado a la flauta de Dafne?: Un temblor en el aire de una flauta / sobre los altos corredores… ¿quién puede dejar de leer un poema con ese comienzo?


Recordando a Neruda, todo es vuelo en tus poemas.


A pesar de la belleza de cada página, me quedo con ese poema tan corto y tan profundo, “Música cautiva”:


“Nada destruye tanto lo que amamos

Como su posesión. Nada perece

Sino nosotros mismos”.


Corriendo el riesgo de no haber interpretado adecuadamente tus palabras, te agradezco el final del poema “Huésped del Crepúsculo”, de tu poemario “El decorado y la naturaleza”:


“Entre la nada y la presencia pura, 

Eres, lector, la sombra que perdura”.


No sé si es uno de tus poemas preferidos o lo son todos, pero no he podido evitar leer a algunos amigos tu poema “Elogio de lo superfluo” y no puedo estar más de acuerdo con los primeros versos de tu poema “Pero un cuerpo es el libro en que se leen”, cuando dices:


“Para saber de amor es necesario

Amar la soledad como a sí mismo..”


Me ha hecho pensar mucho el contenido entero de tu poema “Farewell” y he aceptado una vez más que de nada sirven los reproches a los demás si uno mismo, previamente, no ha reflexionado sobre sus propios egoísmos.


Me ha acercado un poco más a ti lo que supongo una cercanía tuya a Jaime Gil de Biedma. Por citar algo, me quedo con la soledad devastada del final de tu poema “Una disposición vagamente afectiva”:


“Un alma impar dibuja en la ventana

El cuerpo al que ofrecerle la mañana”.


Y así, como dijo el otro poeta, verso a verso, he llegado al final de esta vivencia que espero repetir en breve.


Muchas gracias, Francisco.


Hasta pronto.


Pamplona, diciembre de 2022.

Isidoro Parra.






 

Comentarios

Entradas populares