CAMÍ DE CAVALLS. ETAPA 4.

CAMÍ DE CAVALLS, ABRIL DE 2023.


DÍA 4: 20.04.2023, DE PLAYA DE CAVALLERÍA A ELS ALOCS.


Iniciamos el recorrido a la hora prevista, más tarde de lo que yo solía hacerlo en otros caminos, pero a una hora adecuada para terminar una etapa normal de este camino, que son más cortas y, normalmente, menos accidentadas.


Iniciamos la marcha en el parking de la playa de Cavallería y Santi y Merche nos acompañan los primeros kilómetros, hasta que divisamos el mar y la playa desde las rocas.


El camino es ancho hasta llegar a ver el mar y en su recorrido sentimos la esperanza del encuentro con él, lo notamos, lo olemos, nos acaricia la piel y los sentidos, nos lanza llamadas que nos conducen a su presencia.


El suelo es de tierra ocre, intensa, y los arbustos parecen querer invadir el camino.


La visión de la playa de Cavallería, nos sorprende, inmensa y ocre en una soledad solamente apreciable en estas horas de la mañana, huérfana de toallas y chapoteos, sin olor a cremas ni aceites sobre la piel. 



El descenso hasta la playa lo hacemos por senderos con subidas y bajadas continuas, pero bien marcadas y asistidas por tramos de pasarelas y escaleras con pasamanos a los que sujetarse.


Tenemos que cruzar la playa longitudinalmente hasta casi el final. Estas partes del camino que te hacen pisar arena, aunque bellas porque te acercan al mar -casi lo tocas- son molestas por la dificultad que supone caminar sobre una capa profunda de arena que tira de tus pies hacia abajo, hundiéndote en su interior. Hay que esforzarse para levantar el pie, sacudirte la arena y continuar caminando.


Si hubiéramos llegado aquí atraídos por la tentación de un baño, de pasar el día a las orillas de estas aguas, ya habríamos inspeccionado el espacio para buscar un trozo de arena, seguramente próximo a las rocas, para poder disfrutar del sol y de la sombra. Nos habríamos fijado en cuántas personas había en la playa, habríamos mirado al mar para ver la zona de mejor acceso para el baño, pero hoy las metas son diferentes. Solamente nos interesa pasar cuanto antes este tramo y llegar a un camino que nos permita pisar firme sobre el suelo.


Seguimos costeando por caminos que no dejan de subir y bajar aunque sin grandes desniveles. Las rocas que nos acompañan o que dejamos a nuestros lados son oscuras, recuerdan a restos de erupciones volcánicas de un pasado ya lejano.


De todos modos, sentir el olor del mar, el viento suave que llega de sus aguas, fresco, permite rebajar el impacto del sol que no deja de estar presente cada día, inundando de luz el camino, las rocas y el día entero. 



Tras un corto recorrido llegamos a Cala Mica, de menor afluencia turística pero bella y serena, al menos en estos momentos. Nos llama la atención que en cada cala nos encontramos con alguna edificación que parece un vestigio del pasado o un privilegio del presente. Las que nos vamos encontrando en estas playas están mejor preparadas para ser habitables que las que vimos en las dos primeras etapas, tal vez porque el acceso a estas calas es mejor que en las primeras.


El camino sigue discurriendo por el borde de la costa, con desniveles cada vez más pronunciados que van haciendo mella en las piernas.


Cruzamos algunas caletas sin nombre conocido para nosotros. Así, con la superficie del agua en calma, parecen una ofrecimiento que nos hace el mar, su silencio es una tentación. 



Nuestros ojos se llenan del azul de un mar que parece cercano y, al mismo tiempo, lejano, inaccesible.


El momento del año en que estamos haciendo este camino, nos ayuda cada día con temperaturas que hacen agradable el ejercicio.


Hay momentos en que nos apetece pararnos y descansar, descalzarnos y meter los pies en el agua, pero parece que la responsabilidad de los kilómetros que nos esperan, nos empujan a seguir caminando.


Llegamos a la playa de Binimel-là, amplia y ocre, con una ensenada que los barcos de recreo parecen apreciar.


Cuanto más bella es la cala, cuanto más atractiva la arena, más se llena de la presencia de embarcaciones y bañistas. 



Cuando estamos cruzando la playa nos alcanza un grupo de turistas a caballo que están haciendo, al parecer, la misma etapa que nosotros. Al frente, en su caballo, va el guía que les conduce, con aspecto algo aburrido. Supongo que ha hecho ya muchas veces este recorrido. Dado lo accidentado de la etapa, se ve que la marcha que imponen es lenta.


Por supuesto, nos superan y durante un rato les seguimos de cerca. Observamos que los caballos saben el camino. El guía tiene poca tarea, salvo sujetar las riendas al principio de la comitiva.


Tras un recorrido ascendente y descendente, llegamos a la playa que, tal vez, sea la joya de la corona de este día: Cala Pregonda. 



Creo que es una de las calas más bellas de la costa norte de la isla, con sus islotes de rocas de color blanco y amarillento, herederas de su pasado volcánico.


En el borde de la arena que mira al interior, se asientan bellas casas que parecen un insulto a la mayoría de los mortales, un privilegio que supongo saben apreciar sus propietarios. Causa extrañeza la proximidad de estas casas al mar, especialmente en una isla que cuida su ecosistema como pocas lo hacen. Siendo sinceros, también generan un escalofrío de envidia.


A mitad de la segunda playa de esta cala, casi como en una huída hacia el recogimiento del camino, tomamos un camino que nos aleja un poco de la costa y nos mete hacia el interior, retomando los caminos bordeados de flores inesperadas y de pared seca que compite con las flores en belleza. 



El camino nos adentra en el bosque mediterráneo que nos lleva, cuesta arriba y dejando viejas casas abandonadas a un lado, hasta la primera cima del camino de hoy que, como veremos, va a resultar más complicado de lo que nos parecía.


Entre tanto, nos alegramos de haber dejado la pesadez de la arena aunque eso nos aleje de la visión del mar y sus olas.


Como creo que he comentado antes, caminar por el interior de la isla, me pega más al suelo, me hace sentir su firmeza y me da más seguridad. 



En algún momento del camino de ascenso, nos topamos con esta casa abandonada que, a pesar de ello, resulta atractiva y evoca muchas historias que seguramente se han quedado en sus muros, muchos gritos acallados por su puerta y ventanas, muchas ilusiones enterradas y alguna que otra historia de amor vivida con intensidad.


El legado de alguna vida.


Tras alcanzar el collado, tomamos un descenso que nos acerca a Cala Barril, una de las ensenadas más bonitas que recuerdo. Es un semicírculo completo, algo prolongado, que esconde una playa pequeña y que se abre hacia unas islas rocosas de origen volcánico que, forman un conjunto tremendamente atractivo. 


Desconozco el origen del nombre, pero no me extrañaría que tuviera algo que ver con historias de piratas. De lo que conozco, si yo enarbolara una bandera con huesos y calavera, blanco sobre negro, y sintiera la persecución de los alguaciles del rey o la reina, buscaría refugio en esta cala.


Nos detenemos a tomar una fruta y coger fuerzas, sin saber todavía lo que nos espera.


A partir de ahí, comienza una subida muy pronunciada, para nada prevista, por un camino estrecho, duro, lleno de grandes piedras que dificultan la marcha.


Subimos y cuando pensamos que hemos llegado, surge una nueva subida -el siempre conocido tema del falso collado-, todavía más dura que la anterior.


A lo lejos, observamos el recorrido que hacen los caballos que hemos visto en Binimel-là, que avanzan por sendas estrechas que ascienden sinuosamente por colinas más elevadas que la que nos encontramos ahora.


Empezamos a ser conscientes de la dureza de la etapa. Tengo la sensación de que Txelo lo lleva mejor que yo.


A pesar de la dureza, el contraste de colores entre la tierra oscura y el azul intenso del mar, nos ofrece estampas que compensan en parte el cansancio de la jornada. 



Seguimos la ruta cada vez más despacio, viendo cómo pasa el tiempo más deprisa de lo que pensábamos. La hora prevista de llegada al parking en el que hemos quedado se va acercando y todavía nos quedan más kilómetros de subidas y bajadas, todas ellas con el peligro añadido de poder tropezar en cada piedra del suelo.


Aunque intento comunicarme con Santi y con Merche, no hay cobertura en toda la zona y nos sentimos algo perdidos.


El paisaje que atravesamos nos sigue ofreciendo imágenes insólitas, diferentes, rocas heridas y acariciadas por los vientos y por el agua del mar. Composiciones que parecen tan extrañas como atractivas. 



Por el camino, nos vamos encontrando, en ocasiones adelantándoles y otras dejando que nos superen, varios grupo de caminantes, algunos de ellos, aparentemente, de más edad que nosotros y extranjeros, otros más jóvenes. En todos ellos, se aprecia el cansancio de la etapa más dura de este camino. Además, cada tramo que superamos, nos conduce a otro con mayor dificultad, mayor desnivel y mayor carga de piedras que se mueven en el suelo del camino.


Además, la hora fijada para el encuentro se nos echa encima y la imposibilidad de conectar nos pone nerviosos, por nosotros y por ellos.


El camino, lenta y fatigadamente, nos lleva hasta Cala Calderer, abrigada entre dos colinas rocosas y con su casa situada en lo alto de una de esas colinas. Hay que bajar y hay que volver a subir, sin que podamos divisar el final de nuestro recorrido.


 


A partir de aquí, el cansancio es tan importante que apenas apreciamos la belleza que nos rodea. Sólo queremos que los kilómetros pasen, que el camino se quede atrás y que lleguemos a nuestro destino.


Entre tanto, seguimos cruzando caminos ásperos, roca pura, bordeando un mar o cruzando gargantas de bellas rocas que el cansancio no nos deja apreciar.


Aceleramos el paso porque la hora de encuentro ha quedado atrás y todavía nos espera la última sorpresa.


Al llegar a Els Alocs, nos encontramos en una playa de piedras, solamente ocupada por un par de personas que están pescando y que nos informan que todavía nos quedan varios kilómetros para llegar a un punto accesible con coches.


Entre las opciones que nos dan, tomamos el camino ancho que asciende, no de forma suave, hasta un collado al que pueden llegar los coches. Me adelanto para poder llegar a un espacio  que tenga cobertura.


Estamos preocupados porque lo inquietos que puedan estar Santi y Merche, dado que el lugar de encuentro con ellos era otro diferente al que ahora nos dirigimos.


Al final, como siempre y agradeciendo que no haya pasado nada especial, conseguimos llegar, contactamos con ellos y vienen a nuestro encuentro.


Etapa bella como pocas y dura como ninguna.


Sentimos la fuerte necesidad de una ducha reparadora, reponer fuerzas y descansar.


En los mensajes recibidos por los amigos y familiares, aprecian la belleza del camino y reconocen la dureza del día.



RESUMEN:

Pasos dados en la etapa: 24.829. Acumulados: 86.554.

Pisos subidos: 98. Acumulados: 353.

Kilómetros recorridos: 17,9. Acumulados 62,4.


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