ENIGMAS. FESTIVAL Y PODER
FESTIVAL Y PODER
Si alguna vez la vida te maltrata,
acuérdate de mí,
que no puede cansarse de esperar
aquél que no se cansa de mirarte.
Luís García Montero: Dedicatoria (Habitaciones separadas)
Fotografía: Isidoro Parra
Tres puertas, dos cerradas y una abierta. Basta con una abertura para encontrarle el gesto y la evocación de tiempos pasados.
Hue, Vietnam y 2004, ciudad imperial hasta el pasado siglo que alberga tumbas imperiales que son ciudades, obras de arte, lugares para la meditación y la poesía.
Son espacios mudos impregnados del sudor y la muerte de muchos vietnamitas que dejaron su vida para acarrear las grandes piedras, para construir los mausoleos, los pabellones de lectura, los lagos con flores de loto y las puertas que nos llevan de sala en sala, un Valle de los Reyes de otras latitudes.
Los recuerdos vuelan por escenarios similares, de Egipto a Vietnam, buscando similitudes y diferencias.
La ciudad imperial, por la que paseamos, me ofrece grandes puertas, imágenes que sugieren movimientos de guerra, de batallas para defender el recinto, puertas que se cierran con la rotundidad de un no sin réplica.
Hoy me detengo ante una puerta más abierta, más amable y más bella.
Es la entrada a la Residencia Dien Tho: un acceso menos sólido, con más color en su decoración, no edificada para el ruido de los sables. Sus dinteles quedan a menos altura que los que horadan las torres de entrada de la Ciudad Prohibida. Creo que querían identificar la intención de los ocupantes -siempre temporales, nunca dueños- de la residencia a la que daba acceso: era el umbral en que se acogía a los invitados para agasajarlos desde los primeros pasos.
La belleza de la puerta, preludio de delicadas celebraciones, en las que los tés más exquisitos llenaban paladares no menos exquisitos; en las que los vestidos de seda que cubrían a las damas no podían superar la belleza de la decoración de esta puerta: así no ofendían al anfitrión.
Su potente colorido parece un festival sacado de un relato infantil, de una invitación al disfrute de la mañana, al deleite de los sentidos.
Rodeada de jardines cuidados, sus escayolas, revestidas de colores alegres, lejos de la oscuridad de la oficialidad, invitan a la sonrisa, a la expansión de la mirada, a que mi mente retenga cada color, cada figura expresada en sus molduras. Esos motivos marinos, con la ausencia señalada de otros animales más bélicos, más amenazantes, confirman la disposición de la puerta hacia la vida.
Aquí no hay lugar para los arqueros ni para la defensa a ultranza. Parece estar hecha para generar sueños de imposible cumplimiento, pero de grata experiencia en el recuerdo.
Pertenece a la categoría de lo que sobrevive en el tiempo porque es diferente, inofensivo y bello.
De que la vida me maltratará no tengo duda alguna. Cuando suceda, me acordaré de esta puerta que no me canso de mirar.
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