ENIGMAS. DE LA SOMBRA A LA LUZ.
DE LA SOMBRA A LA LUZ
Es en la luz
donde crece la noche
y se espesan las sombras
del olvido.
Álvaro Valverde: Dos meditaciones (El cuarto del Siroco)
Fotografía: Isidoro Parra.
En estos espacios, el aire es silencio y el silencio es melodía cargada de alimento para el alma.
Estamos en Pingyao, en el verano de 2006, recorriendo con calma las calles y los espacios más ocultos. Esta visita al teatro más antiguo de la ciudad nos ha sumergido en un pasado lleno de significados.
En los rincones de cada estancia descansan las palabras ya olvidadas con las que los artistas deleitaban los oídos de los espectadores.
Los ladrillos del suelo, la madera de las puertas, el escenario y sus telones antiguos, oscuros, los jardines de su patio, sus muros, sus aleros enriquecidos con esa cerámica brillante, todo invita a la calma, a rebajar cualquier expectativa para dar paso a la paz que respiramos.
Nos colocamos debajo del escenario, amparados por la solidez de esa madera tan pisada que flota sobre nuestras cabezas y siento el rumor de las historias que se han contado y se han vivido antes que nosotros, mucho antes.
Me envuelve la sensación de encontrarme en una cueva oscura que no me resulta ajena, que no me genera miedos sino deseos de permanencia.
Pienso en lo que me transmiten las cosas y los espacios que me son afines, en la cercanía que generan los recuerdos que permanecen en mi piel. Mi mente vuela a otros escenarios, públicos y privados, en los que he representado otros papeles, y pienso si podré atrapar en algún lugar algunas de las palabras que antaño pude decir.
Desde la quietud y la ausencia de prisas, dejo que el espacio sin horizontes me atrape y me deposite en un vientre de afectos y de bellas palabras.
La mirada se posa con dulzura en ese punto de luz intensa, verde, que me llama por esa puerta baja que da acceso al jardín del patio del recinto. El complejo está protegido por altos muros que refuerzan el silencio que me envuelve y me alejan del bullicio de las calles que me rodean.
En esa luz verde que surge de los setos y los árboles, veo la puerta de salida del pasado al presente, el paso de la sombra a la luz.
El camino de la sombra a la luz que nunca recorro bien si no lo hago tras elegir los pensamientos que me hacen más cercano para los que nos rodean, si no los trabajo y los pongo a disposición de los afectos, humillando mi orgullo y amor propio para alcanzar la paz que ahora tengo, la suerte de vivir en este espacio casi sagrado.
Esta imagen desmonta la verdad de los versos de Álvaro: creo que en esa luz que veo frente a mi, no crece la noche ni se espesan las sombras del olvido.
Comentarios
Publicar un comentario