EJERCICIOS DE TALLER. TÓPICOS LITERARIOS

TÓPICOS LITERARIOS


Magister dixit que escribamos sobre los tópicos y si Magister dixit eso, eso tendremos que hacer.


Cuando me llegó la noticia pensé que el tema tenía menos enjundia que otros, aunque no es menos cierto que me tenía desconcertado, como piojo entre rejas, sin saber por dónde atacar el tema. De hecho, creo que es la primera vez que, ante el tapón la creativo, he caído en una búsqueda por internet para saber de qué tenía que escribir.


En la búsqueda, el noventa y nueve por cien de las entradas se corresponden con el término “tópicos literarios”. Solamente se salvan un par de entradillas menores que se corresponden con la definición que del término hace la Real Academia Española de la Lengua: “Dicho especialmente de una expresión: Trivial o muy empleada. Usado también como sustantivo masculino” ; y una segunda entrada correspondiente al término “tópico médico que “hace referencia a medicamentos o tratamientos que se aplican directamente sobre la piel o las mucosas con el objetivo de tratar afecciones locales o proporcionar alivio sintomático en una zona específica del cuerpo”. 


En una página casi perdida y algo escuálida he encontrado esta definición: “Los tópicos o lugares comunes son esquemas de pensamiento y de la expresión ya prefijados, procedentes en la mayoría de los casos de la literatura greco-latina y bíblica y que, al igual que las figuras retóricas, han llegado hasta la literatura contemporánea.”


También parece que en la conservación y proyección de esos llamados tópicos literarios hacia el presente ha tenido mucho que ver su reducción a expresiones latinas que muchos no hemos entendido nunca pero hemos usado para traerlas, con mayor o menor seguridad y conocimiento, a una conversación que languidecía o que queríamos cortar con una expresión rotunda, convirtiendo el tópico en una frase lapidaria que parecía dejarnos menos mal parados, aunque no conociéramos su origen ni su más profundo significado.


Así que he vuelvo la vista a la entradilla principal y me he puesto a repasar los innumerables tópicos literarios que, clasificados por temas, aparecen en muchas listas. He encontrado muchos y para no ser excesivamente reiterativo, he seleccionado varios que podían llevarme a escenarios más personales. Por eso, he elegido el de Magister dixit para empezar porque me ha venido a la cabeza el recuerdo de la escuela a la que asistí de niño y de adolescente, en unos tiempos en los que lo que el maestro decía era indiscutible e incuestionable, había que atar el burro donde mandaba el amo si no querías recibir una llamada de atención o lo que era peor, un pescozón, un tirón de orejas o unas orejas de burro. Ahora, en nuestro grupo y en caso de desobediencia, el castigo es menos físico, pero más profundo, asociado a la ironía, a la crítica afilada, cuando no al sarcasmo, así que tocaba ponerse manos a la obra si no quería ponerme en notoria evidencia.


Uno de los tópicos hallados me llevaba a una edad temprana que no conseguía precisar con más detalle, pero probablemente me situaba en edad de estudio. Lo recuerdo como un descubrimiento que me produjo un gran alivio, probablemente porque al no ser un estudiante destacado podía atribuírmelo como un alivio no exento de cierta erudición. Me refiero al "Solo sé que no sé nada", atribuido a Sócrates. Que nadie vaya a pensar que, en esa época, yo sabía quién era Sócrates, pero sonaba a personaje culto e importante cuando era dicho por la boca del maestro del momento y, por si fuera poco, te permitía justificar tu ignorancia con el apoyo de una frase célebre. Pasado el tiempo, cuando ya he conocido un poco más del autor, de su pensamiento y su vida, he podido intuir otros significados, como todos los que Platón usa en sus famosos “Diálogos” y que, en cualquier caso, ahora y con mayor contundencia, me identificaba con el contenido de este tópico. El autor, desde que he conocido un poco su forma de vivir y, sobre todo, la de afrontar la muerte, tira de mí para tenerlo presente en el dudoso caminar hacía una evolución personal que sea positiva.


He encontrado uno que no conocía, pero que es inevitable aplicarlo a mi vida y supongo que a la de muchos de nosotros. Me refiero al que se recoge en los libros como “Primum vivere”, que he visto traducido como “primero vivir, luego filosofar”, un tópico atribuido a “Hobbes”, aunque también dicen que, con otra redacción y seguramente con otro sentido ya aparecía en “El Quijote”: “Metafísico estáis. Es que no como”. ¿Quién no ha tomado a lo largo de su vida, por convicción o necesidad, la decisión de vivir primero y después filosofar? En unos casos, lo habremos hecho por salvarnos de un naufragio, en otros de manera inconsciente, automática. Además, es evidente que sería muy difícil filosofar sin haber vivido primero, aunque creo que la palabra filosofar, en el caso de este tópico, tiene un regusto jocoso o algo burlón, salvo que echemos mano de una expresión popular que también se decía de aquellos que demostraban una forma de vivir algo interesada y atrevida o, en algunos casos, torpe y vulgar. Me refiero a cuando se hablaba de la filosofía parda con la que llevaban su vida algunos conocidos o allegados.


Cuando ya tenía algún año más, llegó a mi el tópico “To be or not to be”, el famoso verso “ser o no ser” de Shakespeare al que tuve acceso, tengo que confesarlo, por la visión de la famosa película, con ese mismo título, de Ernst Lubitsch, y no por la lectura de la obra teatral del dramaturgo. Tengo que confesar que es uno de los tópicos que más he escuchado a lo largo de mi vida, pero que siempre me ha parecido demasiado rebuscado y cargado de torpeza y grandilocuencia, demasiado digno, demasiado pomposo para encerrar algo de verdad, como si estuviera dicho por el conversador de turno como una forma de concretar algo en lo que no cree, como si el que lo dice estuviera intentando acabar una conversación en la que no se encuentra seguro.


En la lista consultada, firmada por una tal Zoraida, me ha llamado la atención un tópico poco usado, que nunca he aplicado a lo largo de mi vida, pero que reconozco por haberlo escuchado, como parte de muchos conciertos de música sacra, especialmente en los de Vivaldi. Me refiero a “Beatus Ille”. Nunca he sabido el significado de dichas palabras que, ahora, veo traducidas como “feliz aquél”, sentido que podría interpretarse como “feliz aquél que se aparta del mundo para encontrar la soledad” que imprimió Horacio en su poesía y que, bastantes años después utilizara Fray Luís de León en su “Oda a la vida retirada”. Confieso que he fijado mi atención en este tópico por los recuerdos musicales que me trae y por el hecho de que después de “Primus vivere” era más que aplicable el deseo escapista de huir de la cuidad, de reconciliarse con el campo y la naturaleza en esa búsqueda de encontrar la felicidad que tanto se nos escapa entre los dedos.


Nunca hubiera pensado incluir como tópico uno de los encontrados, aunque es cierto que últimamente lo he visto incluido en algunos relatos filosóficos. Me refiero al de “Homo viator”, que no solamente se refiere a su traducción literal de “hombre caminante”, sino que lleva su significado literal al más amplio que interpreta la vida como un peregrinaje que ayuda al hombre a ser más sabio y que, a título de ejemplo podemos ver universalizado en los versos de Machado. Posiblemente me ha llamado la atención no solamente por las citas que últimamente encuentro en algunos libros, sino también, y más esencialmente, porque en los últimos años de mi vida he intentado hacer del caminar  en solitario una forma de encontrarme conmigo mismo, una vía para encontrar la serenidad, entender las renuncias y disfrutar de la soledad y la serenidad. Ahora me voy dando cuenta de que esas vivencias caminantes, me han llevado a vivir, al mismo tiempo y sin intención premeditada, otro de los tópicos más famosos cuyo sentido he entendido cuando ya era mayor. Me refiero al ”Cogito ergo sum”, el famoso “pienso, luego existo” que haya inmortalizado Descartes, aunque nunca sabremos si fue una invención suya o un desarrollo de una expresión previa de San Agustín.


Para ir terminando, como diría un conferenciante que se precie, tenía que detenerme en ese rotundo y conveniente “Memento mori”, ese “recuerda que has de morir”, tan rotundo y elocuente como la vida misma y que todos, creo que sin excepción, aplicamos en un momento u otro de nuestra vida y usado por unos u otros con diferente sentido. A unos les lleva a expandir sus deseos de vivir, a justificar cualquier decisión por el “no te preocupes, al final, todos vamos a morir”; a otros les deja en manos del desaliento y les leva a la inacción, pero a algunos les hace reflexionar y les provoca la toma de decisiones que les conduce a preguntarse sobre el sentido de la vida. A algunos de estos últimos, creo que les ayuda a buscar ese sentido en los demás, a salir de sí mismos para abrazar el dolor de los otros.


En este sentido, no podía acabar este recorrido sin pensar un tópico de gran actualidad, por desgracia para la raza humana. Me refiero al que reza “Si vis pace, para bellum”, que podemos traducir por “si quieres la paz, prepara la guerra”, cuya autoría se desconoce, pero que no puede estar más presente en nuestros días, una frase que me produce un gran desasosiego y un rechazo visceral. Estamos asediados por guerras y por mentiras. Las primeras son una realidad innegable y una vergüenza para la especie, las segundas nos impiden conocer el origen real de las mismas, los intereses que han motivado las decisiones de realizar el primer disparo. En esta situación, lo único que se oye es que suenan tambores de guerra y yo me pregunto si no será que estamos locos y, a fuerza de ruido y a falta de verdades y de pensar en los demás, no nos estaremos volviendo más locos todavía y convirtiéndonos en homo viator que solo busca la reafirmación en el “y tú más” o en el “y yo más todavía”.


Pamplona, abril de 2024

Isidoro Parra.








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