MI TÍA LIZ
MI TÍA LIZ
Mi tía, la profesora de Inglés,
la que escribía versos para las postales de felicitación
y que se parecía a mi madre
pero más joven y rolliza, me llevaba
a pasear por el bosque
cuando tenía cinco años. Me conmovía con historias
sobre un gigante
de un solo ojo vencido por un astuto navegante
griego; sobre un muñeco
de madera a quien le crecía la nariz
cuando decía mentiras.
Tía Liz era guapa, generosa, temperamental,
y apasionada en el cariño
y en las ilusiones. La quería. Cuando yo tenía
once o dece años,
un verano en el que no tenía novio
y estaba sola a sus treinta,
visitó la granja. Se le ocurría
meterse en mi cama
para hacerme carantoñas al despertarme,
hasta que una mañana
apretándose contra mí, Liz se puso colorada
y saltó de la cama, diciendo
que yo ya era grande; y que lo lamentaba.
Poema de Donald Hall,
de su poemario “Manzanas blancas”.
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