CARTA ABIERTA Nº 2 A BRAULIO ORTIZ POOLE
CARTA ABIERTA Nº 2 A BRAULIO ORTIZ POOLE.
Braulio, buenos días otoñales.
Las nubes pasan rápido sobre el valle y la sierra, ante mis ojos, empujadas por un viento fuerte que nos altera la cabeza mientras barre las últimas hojas que quedan en los abedules, en los nogales y los arces.
Tal como te prometí en mi primera carta, acabo de leer tu poemario Gente que busca su bandera y me he quedado de nuevo asombrado. Creo que esa es una virtud de la poesía, asombrar al que la lee. Por tanto, Braulio, objetivo cumplido.
El primer poema que da título al libro no me ha parecido una simple enumeración de tipologías de personajes. Es más, es un rescate a los excluidos, a los que no se citan en los libros de historia y alguno te lo habrá agradecido, seguro.
No puedo estar más de acuerdo contigo en algo que dices en tu poema Las deserciones. Dices que Crecer es desvestirse de los trajes incómodos, retractarse de antiguas convicciones, No puedo estar más cerca de ese pensamiento. Sólo el cambio puede traer consigo el crecimiento. La inmovilidad solamente administra. Tal como dices, es la única forma de defender el futuro y la esperanza.
Hablas, recordando al militar que se enfrentó al mundo, con una distancia cercana, recordando que un abrazo firme, sincero, siempre se escucha el agua y su murmullo, sabiendo que siempre quedara el eco de lo vivido.
Como dices en el poema siguiente, La historia del mundo, la lluvia puede apagar muchos fuegos, pronuncia su arrebato.
Más adelante, en otro poema, hablando de la verdad, dices que en ella se oirá no una proclama, sino un temblor de duda. Pienso que toda verdad lleva consigo la duda y que, sin ésta, es imposible creer en algo. Lamentas que muchas veces, tal vez demasiadas, se ha desecho en tus manos la evidencia. ¿Quién no lo ha vivido así? Es un hecho en lo imaginado tanto como en lo vivido y, mucho más, en lo deseado.
Insistes en la verdad en otros poemas. En uno de ellos nos recomiendas que no caigamos deslumbrados por las grandes verdades y nos ofreces, en su lugar, el resplandor de un discreto geranio. Precioso, Braulio.
Hablando de naufragios, dices que compartamos el temblor, la esperanza, la plenitud efímera del prófugo, y estoy de acuerdo, las huidas están plenas de esperanzas y de ilusiones. Dices también que los náufragos poseen la lejanía, que extraviarse también es un destino. En ocasiones me pregunto si vivir extraviado no es el estado natural en la vida.
Más adelante nos recuerdas que también nosotros somos obra de los dioses. Si lo dices en comparación con lo divino, estoy de acuerdo, pero dudo que los dioses hayan creado algo más allá de los mitos, que también nos alimentan.
Dices que todo lo joven viene de la furia, que es una fuerza viva y tienes razón, como también la tienes en los naufragios que la vida aporta a lo joven, pero ¿quién no quiere naufragar un vez en la vida?
Me gustaría creer contigo la despedida que dedicas a Vicente Aleixandre, cuando le dices que al final la palabra permanece, / que al final quedará la poesía. Yo también lo creo, pero hay tantos momentos en la actualidad en el que los intereses, los afanes y las ansias de riqueza y poder se llevan y barren las palabras, hay tanta gente que no quiere creer en la poesía.
En cualquier caso, puedo decirte, parafraseándote, que mi pensamiento se ha repoblado con la lectura de tus poemas.
En ocasiones, yo al menos, no entiendo un poema, unos versos, pero eso no me impide quedarme clavado ante su lectura. Así me ha pasado con esos versos tuyos de uno de los poemas finales del libro:
“Tenía el corazón,
su joven corazonistas,
hecho de niebla.
Y sus manos guardaban
la cavidad de un pozo.”
Gracias, Braulio, y hasta pronto.
Pamplona, noviembre de 2024.
Isidoro Parra.
Comentarios
Publicar un comentario