ENIGMAS. ATERIDA
ATERIDA
Quien sufre su derrota aún no está derrotado.
Anónimo: Pueblo cautivo
Acuarela: José Zamarbide
Esta imagen es cercana y llevo muchos años contemplándola desde mi casa, en Amillano. La estoy viendo cuando escribo estas líneas, en 2020.
Es una puerta casi olvidada, más ahora que su dueño ha fallecido.
Siempre ha estado expuesta a todas las inclemencias del tiempo, pero ahora la veo más aterida, más sola y abandonada.
Es una puerta acosada por los rastrojos, los que suben del suelo y los que anidan sobre sus tejas ya gastadas.
El viento frío le llega y la acosa por todos los lados, desde el exterior y desde el interior que, tras haberse caído parte del tejado, se ha convertido en otro exterior.
También la acosa la lluvia fría que se descuelga desde la sierra de Loquiz para dejar más ateridas las toscas maderas que forman la hoja de esta puerta que todavía resiste, que ha sobrevivido a Antonio, que tanto la quería.
Para él, esta era la puerta donde guardaba, que no escondía, muchos de sus tesoros, una parte de su leña, sus gallinas, algún conejo, las manzanas mientras aguantaban, las nueces secándose, los membrillos amarillos.
Hasta estos muros, hacía su peregrinación diaria, unas veces con motivo, otras sin él. Le bastaba con ver la pared, tal vez tocar la puerta, abrirla y cerrarla, para mantener el equilibrio de las cosas que le rodeaban, para alimentar el cauce de las cosas sencillas de la vida.
Hoy, pasados ya algunos años de la muerte de su soñador, la miro y me parece que las maderas de su hoja tiemblan y lloran, extrañan sus pasos, echan de menos su mano apoyándose en ella.
Así, el paso de las vidas y la divergencia de tiempos de personas y cosas, un laberinto en el que entramos sin haberlo pedido y cuya salida se oculta tras cada amanecer.
No tiene más misterio esta puerta que la presencia que reclama, que la ausencia que sufre, que el abandono de la mirada que la amaba.
¿ Cómo no va a estar aterida si nadie la toca ya, si solamente espera la maza que la tumbe, el hacha que la despedace, el olvido que la cubra?
La mano anónima que escribió ese verso anónimo sabía mucho de derrotas y del paso del tiempo.
Esta puerta ha sufrido una derrota brutal con la pérdida de las caricias, pero se equivoca quién piense que ya está derrotada.
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