ENIGMAS. SENCILLEZ APENAS SOSTENIDA

SENCILLEZ APENAS SOSTENIDA 




Creer, orar, es palpitar el nacer

en cada brizna que va muriendo.

Hugo Mújica: Creer (Y siempre después el viento).


Acuarela: José Zamarbide


Estas maderas son sagradas, son la forma que adopta este altar cansado y silencioso. Es 2010 y esto es Pingyao, en China, que atrapa todos mis sentidos.


No son las partes lo que me atrae, es el todo.


A pesar de que la madera es vieja y grita su desgarro en la materia y en su voz, mantiene vivas sus heridas; a pesar de que ha olvidado las formas para volcar su fortaleza en el sostén de su conjunto, el todo mantiene sus formas; a pesar del color que ha ido perdiendo en el tiempo que ha recorrido para quedarse con su tonalidad más honda, sus tonos son una armonía que canta; a pesar del desmayo de las texturas de cada piel, a pesar de todo, esta puerta ha conseguido llegar hasta aquí y hasta ahora para que yo eleve mi plegaria al misterio que la envuelve, a esa quietud muda y cansada que reclama mi respeto.


La pérdida progresiva, lenta, de formas y colores, ha llevado a esta puerta a ese fundido en gris y suaves tostados que amasan madera, polvo y ladrillos en un todo expectante.


La sencillez me hace detenerme y provoca que cierre mis ojos y busque en mi interior.


Ante esta puerta, escaparate agotado y sin pretensiones, se afirman mis creencias más personales. Su fuerza me insufla el aliento necesario para mirar hacia mis grietas, para rescatar palabras que anidan en los pliegues de mis más antiguas vivencias y hablar con ella.


- “Te miro y, como dice el poeta, en cada brizna tuya que va muriendo veo el palpitar de una vida que ha sido y que quiere seguir siendo, que sabe que será, en ésta o en otra forma, con éste o con otro color, para todos los ojos que la quieran ver”.


En esta ocasión, no me voy a ir de su presencia llevándome de ella lo habitual, su imagen en el fondo de mi retina. Me voy a llevar algo más profundo, una parte de su deseo de seguir siendo. Por mi parte, le dejo algunos de mis miedos, alguna de mis creencias y una pequeña oración, haciéndole llegar alguno de mis secretos, porque creo que dejarle algo de mí me permite llevarme más, recibir más hondamente su regalo.


Gracias a ti, puerta rendida, y gracias a ti, Hugo, por tus palabras que me han permitido murmurar mi pequeña plegaria.


Muchos pasarán de largo por esta puerta, pero yo quiero abrazarla y llevarla conmigo para hablarle cada noche, para hacer las presentaciones entre ella y las estrellas de mi tierra, para escuchar sus mensajes al amanecer.


Podría hacer de ella la puerta secreta por la que llegar más allá, acercarme a ella como si fuera un oráculo de sabiduría amasado en abandonos y destierros.



Comentarios

Entradas populares