CARTA ABIERTA Nº 2 A HUGO MUJICA
CARTA ABIERTA Nº 2 A HUGO MUJICA
Buenos días, Hugo.
La vida es difícil de predecir, no es fácil saber lo que vas a hacer la próxima semana y tampoco en el día en que estás escribiendo estas líneas. De hecho, descubrí tu poesía hace ya unos cuantos años y, a pesar del impacto que me causó, como te decía en mi anterior carta, no me había atrevido a escribirte, pero ahora, dos en una semana. ¡Qué atrevido! O qué inconsciente.
Pienso si puede ser el descaro que produce la edad. Voy a cumplir en nada los setenta y cuatro y a estas alturas -o bajuras- se pierde el respeto a hacer el ridículo.
Tal vez me haya ayudado el escenario. Acabo de volver de mi paseo por el valle y después de desayunar, me he sentado bajo el nogal de mi jardín, desde el que se puede observar el valle de Allín, se puede seguir el curso del Urederra repasando la fila de altos chopos que acompañan el curso del río o se puede levantar la vista a media altura y repasar los contornos y oquedades que vienen del`pasado, como huellas en la roca del crestería de Lóquiz..
Sopla un viento suave y en esta situación, ¿cómo no atreverse?
Bueno, Hugo, esta carta viene movida por la lectura de tu poemario “Cuando todo calla”.
He tenido el placer de recorrer las letras que, como hormigas, van construyendo los versos de tus poemas, pero he sido menos veloz que las hormigas, me he detenido, he tomado aire, he respirado con calma y, como ya te decía en mi carta anterior, he pensado, he llevado los versos a mi vida, he visto mi reflejo, me he encontrado en esas heridas, en la inabarcable vida, en el viento que todo lo barre, en las pérdidas y los encuentros, en los vacíos en los que nacen tantas cosas.
No quiero hacer referencia a muchos poemas concretos, aunque podría hacerlo, pero si quiero hablarte de alguno de ellos.
Dices en uno de ellos que el paraíso no fue perdido, que lo perdido es el asombro. Me ha hecho pensar, Hugo. Nunca he tenido la idea que tuviéramos la posibilidad de llegar a conocer algo que pudiera parecerse a un paraíso. Tal vez por eso nunca he pensado que lo hubiéramos perdido. Creo que ya llegué a esta vida cuando ya habían pasado muchas cosas en la historia, Äuswitch entre ellas, y era demasiado ingenuo mantener la creencia en la posibilidad de un paraíso. Por el contrario, creo que el asombro presidía mi vida cuando era niño y joven, pero el paso de los años, nada especial e inevitable, ha ido debilitando mi capacidad de asombrarme, es cierto. También creo que esa pérdida nos ha quitado mucho más que el asombro.
En estos últimos años de mi vida, he dedicado algunos días a hacer caminos de largo recorrido, sólo la mayor parte de las veces. En esos viajes, he tenido oportunidad de pensar mucho en mi vida, he intentado perdonar y perdonarme, he procurado no engañarme cuando analizaba mi pasado o pensaba mi futuro. Tal vez debido a esta experiencia, no puedo estar más de acuerdo contigo en que ni por mucho andar/ queda atrás el umbral/ del que partimos.
No me ha resultado difícil identificar el silencio con el guardián de tantos secretos, la auto revelación inevitable. Como dices, el silencio me cuenta mi vida como nadie.
A partir de la lectura de uno de tus poemas, he reflexionado sobre la irreversibilidad de los pasos que no damos. Estoy de acuerdo, pero desgraciadamente para mí, esos pasos no dados son ya imposibles de dar. Hay una edad para todo.
No estoy seguro de si leo bien tu poema en el que hablas de las sombras transparentes y de los vacíos, pero he pensado mucho intentando identificar lo que nos queda cuando no nos queda nada y yendo más allá de lo que el poema dice, creo ver las sombras de lo que queda, ese delicado y apenas perceptible borde que nos separa del abismo.
Hablas de las grietas que supongo identificas con las heridas y dices que ahí, en esas grietas, brotan los posibles y hablan los poemas -¡qué belleza!-, pero me parece hasta sagrado que en esas grietas, desde ellas, podamos erguirnos y dar luz a nuestra alma.
La lluvia siempre es una buena compañera para mí. Creo que lo ha sido toda mi vida. No tengo claro si la sensación que me habita cuando ella llega es que me protege o que me aísla, pero me siento acompañado con ella aunque, como dices, la lluvia cabe en la lluvia. De ahí, llegas a la conclusión de que solo el hombre/ no habita su casa, que solo a él le desborda su alma. Este poema sí que me ha hecho detenerme. He mirado a los árboles que me rodeaban, he guardado silencio y he escuchado el suave pasar del viento y no sé si era el alma, pero me desbordaba la vida, aunque no me he sentido mal. Reconocer las limitaciones también es una forma de sobrevivir la vida.
Gracias, Hugo, por tu poesía, por el trabajo de resumir, condensar, seguramente eliminar, cambiar palabras para conseguir esta poesía tan rotunda, esta poesía que, al menos a mí, me ayuda a pensar y me invita a llenar mis vacíos, a entender mis limitaciones.
Hasta pronto.
Pamplona, agosto de 2024.
Isidoro Parra
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