ENIGMAS. VACÍO ENTRE SILENCIOS

                                                               VACÍO ENTRE SILENCIOS



Como si todo fuera igual. Como si no hubieran pasado tantos años.

Julio Llamazares: Memoria de la nieve


Acuarela: José Zamarbide



Ese año 2010 se llenó con este viaje por tierras de China, acompañados por amigos y guiados por mi hijo mayor.


En los primeros días, visitamos Tongli, una población no muy lejana a Shanghai, horadada en sus entrañas por canales fluviales, como una Venecia oriental. En las orillas de los canales, encontramos espacios para comer bajo la sombra de umbríos árboles, cuyas hojas caen sobre el río, cubriéndolo como un manto verde sobre las aguas oscuras y aceitosas.


La ciudad es una delicia, pero la urgencia del viaje, el objetivo, era visitar antiguos jardines, museos subidos de tono, admirar puertas y costumbres.


Los jardines, siempre rodeados de muros blancos coronados por tejas grises, son refugio del silencio, hábitat para el descanso. 


No puedes pasar por ellos de otra forma que no sea despacio, contemplando cada planta, cada murete de rocas que limitan el camino o protegen un delicado arbusto.


Es necesario detenerse y paladear la armonía de arbustos y pequeños árboles, de susurrantes cascadas y ondulantes peces de colores.


Nada destaca por su altura, nada llama la atención por su modernidad, pero nada sobra.


En uno de esos jardines, deambulando por sus patios, pasamos por una puerta singular. Algún compañero dijo: una puerta de la luna, recordando a las puertas circulares que llevan este nombre porque recuerdan al astro de la noche cuando está en plenitud, pero ésta era diferente.


Para empezar, aunque sigue el mandato de las puertas, también ventanas, que toman este nombre, la que teníamos delante nos ofrecía otras formas, evocaba otras fragancias. 


Podría ser una flor o una clave y es, en realidad, un elemento más para transportarnos de un remanso de paz a otro, de una ensoñación a otra, de un encuentro a una despedida, un paso delicado que te invita a seguir explorando caminos.


Creo que es más, es una invitación de suaves formas que te abre a otros paisajes, que los encuadra, que te empuja a no desmayar en tu sendero, como te sostiene en la vida la mano de un ser querido, sin notarla, sin nombre.


No es un objeto de decoración, es un sentimiento.


Así, tomando las palabras de Llamazares, “como si todo fuera igual, como si no hubieran pasado tantos años”, cruzamos esa puerta como si fuera habitual, algo nuestro.


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