ENIGMAS. OFRENDA DESDE EL COLOR

                                                              

                                                              OFRENDA DESDE EL COLOR



Están estos recuerdos, que sirven nada más 

para morir conmigo.

Jaime Gil de Biedma: Ribera de los alisos (Moralidades)


Fotografía: Isidoro Parra



Creo que la voz que me ha llamado desde esta puerta de Bhutan, en 2018, ha sido el color.


Atravesamos un pequeño poblado, cruzando sus calles de cemento o de barro, irregulares en su trazado, a la vuelta de la visita al templo Chimi Lhakhang, templo de la fertilidad en el que, tras la visita, te despiden con la bendición de un pene de madera sobre tu cabeza.


Hemos seguido senderos entre arrozales, con sus tonos vivos, bellos como un lienzo de amaneceres en el paraíso. 


Tal vez por eso, vernos a nosotros mismos recorriendo calles que, en su mayor parte, no tienen otro interés que hacerte pasar frente a tiendas preparadas para turistas, nos produce un cierto hastío. Sabemos que vamos a encontrar los mismos recuerdos en todos los sitios y, además, no ha llegado el momento de las compras.


De pronto, surge ante mí esa mancha granate, cardenalicia y potente. Es una puerta abierta hacia la calle que, en la parte interna de su hoja, expone la mercancía disponible.


No es una puerta noble. De hecho, me fijo en la madera que apenas esconde la pintura y todavía puedo apreciar las huellas de los sellos y tampones comerciales que marcaban, en su día, la mercancía que guardaba el embalaje al que pertenecían estas piezas de madera.


A pesar de ello, han conseguido que el color la vista de nobleza seria, compacta, sobre la que los objetos expuestos brillan más, toman la apariencia de tesoros valiosos traídos de viajes lejanos, en caravanas que cruzaban la Ruta de la Seda, los desiertos y las elevadas montañas.


Es la única tienda en la que he entrado para, al final, salir sin comprar nada, pero a la salida he vuelto a contemplar la puerta y sus ofertas, lo más atractivo que he visto.


En relación con otras puertas de otras casas de este pueblo, ésta no tendrá rango alguno en relación a los cánones de la tradición y la ostentación, pero la persona –joven, seguramente- que ha tomado la decisión de utilizar esta madera, pintarla de este color, utilizarla como puerta y colgar de ella estos abalorios, ha marcado la diferencia con el resto.


Así pasa en ocasiones, cuando la idea atrevida, la innovación frente a la tradición, abre un camino nuevo para nuevas miradas.


Mi mente agradece que mi mirada haya oído esta voz que me acompañará durante un tiempo, ese color del que brotan estas palabras.


Esta puerta será un recuerdo que, posiblemente, sólo servirá para morir conmigo. Gracias también a ti, Jaime Gil de Biedma, poeta que me acompaña siempre.



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