ENIGMAS. LO QUE ESCONDE EL COLOR.

LO QUE ESCONDE EL COLOR





Probablemente es ese sentimiento que el arte alumbra en nosotros y que denominamos la belleza, lo más cerca que el hombre puede estar de aquello que desconoce, de aquello que le sobrepasa.

José Mateos: El ojo que escucha



Fotografía: Isidoro Parra.



A un costado de la antigua Plaza de Armas, hoy Parque Ignacio Agramonte, de Camagüey, me sale al encuentro esta pared con cuatro puertas altas, enrejadas y hundidas en una fachada en la que el blanco y el azul habitan esta Casa de la Diversidad Cultural.


Aquí está, en 2016 y desde el siglo XVII, rodeada de grandes mansiones en las que vivieron las familias más ricas de esta ciudad cubana.


En su fachada, pero sobre todo en su interior, en las paredes de sus salones y baños, ha quedado adherida la influencia catalana que los Robirosa-Ojeda, a principios del siglo XX, dejaron impresa en el edificio.


Los arabescos en relieve de este muro frontal, las columnas entre las puertas y sus arcos de medio punto, son testimonio de un objetivo de belleza que hoy perdura y es orgullo de la ciudad de los tinajones.


Por esos huecos oscuros que apenas cubren las rejas, entra y sale la cultura de la ciudad, el rastro de un esfuerzo colectivo que trabaja para integrar todo el conocimiento que llegó a esta isla y a este lugar cuando su nombre era Santa María del Puerto del Príncipe.


Esos vanos oscuros, suavizados por el azul y el blanco innovador, son una llamada tan poderosa que te impele a acercarte y descubrir los espacios ocultos que ensombrece la luz de la plaza.


La osadía de entrar tiene su recompensa en las pinturas murales renacentistas que muestran imágenes de escenas campestres o marinas, estampas que me recuerdan a los lienzos de algunos impresionistas catalanes de principios del siglo pasado.


Aquí convive el paisaje humano de Cuba con los restos de la labor de terratenientes oriundos de España que llegaron a esta tierra con el objetivo de hacer fortuna. Al menos, viendo esta casa, lo consiguieron y dejaron un legado de belleza, imprescindible hoy en día para entender la historia de esta isla.


En su patio, duerme la tinaja medio enterrada que da su seña de identidad a la ciudad.


Desde el centro del parque, la casa es una linterna de luz clara, la fusión de los colores del trópico y la solemnidad de los grandes fastos.


Para mí, hay una correspondencia entre el lujo recargado del exterior y la delicadeza de las pinturas de los salones, un equilibrio difícil de asimilar si no te adentras tras estas puertas que semejan marcos para orlar esas riquezas que acarician las sombras de todo interior.


Me asombra que palabras escritas tan lejos y sin un nexo directo con este lugar, como las de José Mateos, puedan mimetizarse tanto con la imagen que veo: “el sentimiento que el arte alumbra en nosotros y que denominamos la belleza, es lo más cerca que el hombre puede estar de aquello que desconoce, de aquello que le sobrepasa”.


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