DESAMPAROS Y RESCATES: LA VIDA COMO UN ERIAL.




Acuarela de José Zamarbide


LA VIDA COMO UN ERIAL


Ayer, un día más para ti, la herida de la vida te hacía sangrar por cada poro de tu piel.


Ayer, fui afortunado al poder ser el receptor de tus palabras, de tus confidencias y dolores. Podría haberle tocado a otro, pero me tocó a mí.


Con tu voz, con tus casi lágrimas, llegaste a mi piel, a mi corazón y a mi mente, que trabajaba incesantemente para analizar más allá de las palabras, de sus significados, alerta para discernir verdades de apariencias, pero no pude. Me dejé arrastrar por tu desolación y te quedaste en mi mente hasta hoy, que vuelco ese recuerdo en este papel.


Esto es un intento de un homenaje que, probablemente, nunca llegarás a leer, pero si hay puentes entre el pensamiento y los recuerdos, estoy seguro de que sabrás que he escrito sobre ti.


Aceptaste mi presencia como si hubieras estado esperando que llegara cualquier persona en la que desbordarte. Tanta fue la prisa y la necesidad que ni tan siquiera me presenté. Te ayudé, siguiendo tus indicaciones, a digerir parte de tu merienda y tu medicación. Tu agitación era evidente. Parecías perdido, exhibiendo ansiedades sin concreción.


Sin apenas transición, te enfrentaste con la profesional que te indicó que debías beber el agua densificada si no querías ser sondado. Te revolviste como una fiera herida en su dignidad, más allá de la razón y la negativa cortés.


Me hice cargo de la situación sin saber por dónde arrancar ni por dónde continuar. Mantuve el recipiente que debías beber en mi mano izquierda, mientras posaba mi derecha en tu rodilla, intentando tranquilizarte. Me miraste. Me presenté y te pregunté por ti, por tu alteración.


Tu voz, afectada y apenas audible, comenzó a mirarme. Tenía dos miradas puestas en mí, la de tus ojos, cargados de lágrimas que te resistías a dejar salir, y la de tu voz, ronca y agitada, solo audible para mis oídos atentos.


La rabia más urgente tomó palabras de tu memoria para decirme que te molestaba profundamente la falta de humanidad, la ausencia de respeto a tu dignidad, al tiempo que me decías que siempre habías intentado ser amable con todo el mundo, con el respeto y la educación como instrumentos.


No sé si lo tenías o no, pero quedaba clara que ahora no los percibías.


Tu historia llenó la habitación entera, tus motivos para dejar tu país hace diecinueve años, dejando todo lo que te había acompañado y te había construido durante cincuenta y cinco años. Entre todo lo dejado, lo más significativo, tu hijo y tu madre.


Ya no les has vuelto a ver, aunque dices que hablas con ellos.


El azar te hizo tomar el primer vuelo que salía para España. Tenía como destino Pamplona.


Al llegar tuviste suerte. El azar o “Diosito” puso en tu camino personas amables que te ayudaron a dar los primeros pasos y decidiste quedarte. Te sorprendió la amabilidad de las personas y la seguridad de las calles.


Después viviste lo que todos vivimos, decepciones, encuentros menos amables y menos honestos, pero creo que tuviste la suerte de encontrarte con personas que siguieron ayudándote pasados los años. En todo caso, tu meta y tu triunfo eran subsistir.


Al final de tu vida laboral, te tropezaste con todos los colores de la posible paleta, los incomprensibles o inaceptables de tu país de origen, su olvido de tu vida laboral, la pérdida de cualquier derecho. También la buena disposición de algunos funcionarios españoles, la ayuda de esas religiosas que dices te han conocido bien, para, después de todo, conseguir una renta exigua que te permite ver pasar los días.


Vuelves al recurrente tema de tu amabilidad, de tu educación, proyectadas en el intento de respetar la dignidad de los demás. Ante mí, es uno de los temas que más te importa.


Ahora te sientes maltratado y no lo entiendo muy bien, pero creo que lo esencial no es que yo lo entienda, es que tú te sientes así, tratado como un pelele por las personas que te atienden, y me duele oírte eso. Lo hablamos y, sin imponer nada, intento buscar otras vías para que alcances tu paz.


Dudas de si la decisión de abandonar tu país fue la acertada, pero no puedes volver. Dudas de si merece la pena seguir viviendo, dices que no dudas de Diosito, aunque, en una contradicción inexplicable, no crees que exista.


Estás atrapado, te sobran lágrimas y te falta el hombro en el que posar tu cabeza.


Solo puedo escucharte y sin analizar, sin dudar de lo que me dices, intento apretar tu mano mientras escucho tu agradecimiento por la compañía, por tan poco si pienso en lo que necesitas.


Paso contigo todo el tiempo que me permites, más allá de lo nominalmente establecido, hasta que necesitas descansar y acostarte.


Tu aturdimiento te impide aceptar el mínimo retraso en que te atiendan.


Los palos de tu nave están desarbolados, a punto del naufragio.


No sé cómo podría rescatarte. No sé si es limitación o falta de generosidad por mi parte, pero tu desolación me hace sentirme como un trasto viejo, inservible.


Creo que en estos momentos, ambos necesitamos un rescate.



Pamplona, 4 de julio de 2023.

Isidoro Parra.





 

Comentarios

  1. Tú has definido muy bien, la situación y los sentimientos que produce. Me cuesta mucho, cuando así decir algo y me suelo refugiar en el tiempo.
    Suele ser mi antídoto preferido, aunque no total.

    "La vida como un erial"
    Y que otra cosa, si no,
    puede ser el páramo donde aterriza,
    un alma para sembrar,
    el viento, la paz, la luz y sus semillas.
    Los jardines y los huertos, son refugios sin horizonte,
    tan sólo la alabanza agradecida,
    guarda el perfume de sus flores.
    Pero en el erial, la planta más sencilla,
    hunde su raíz en la escasa tierra,
    dueña de su viento, su noche y mediodía;
    y tan sólo la duda del incierto tiempo,
    le hace temblar en la noche fría.
    Eterna duda del jardín y el páramo,
    al mirar hacia el suelo y sus semillas.

    Saludos Isidoro.


    ResponderEliminar
  2. Hola, Iñaki. Gracias por ese regalo de poema. Animo a quién no lo conozca, a seguir el blog de Iñaki: https://izaratie.blogspot.com/
    Los amantes de la poesía encontrarán sencillez, madurez y sensibilidad, mucha sensibilidad.
    Abrazos, Iñaki

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares