ENIGMAS. BELLEZA ENMUDECIDA.

 BELLEZA ENMUDECIDA

 



Y andando, andando, andando,

nunca podrás llegar

más allá de los pasos

que no puedes dar.

José Bergamín:  Esperando la mano de nieve.


Acuarela: José Zamarbide.



Navidades de 2009. Hemos dejado las calles de Quito para adentrarnos en una casa en la que somos esperados con amabilidad y atenciones.


Tras cruzar el umbral, nos recibe un patio empedrado, en el que intenta crecer el musgo que la humedad y la falta de sol alimentan para cubrir los resquicios que dejan las piedras entre ellas.


Los cuatro lados de ese espacio interior están bordeados de columnas blancas que separan el patio del interior dejando, en algunos de sus lados, un corredor por el que se accede a las estancias de la planta baja y a la escalera que conduce al piso superior.


En alguno de sus lados, ese espacio destinado a corredor ha desaparecido y se ha sustituido por un fondo de madera oscuro contra el que destaca la blancura de las columnas, creando la falsa ilusión de una sucesión de puertas que no conducen a sitio alguno.


En este que tengo ante mis ojos, la falsa abertura central apenas deja espacio para un pedestal por el que serpentea una guirnalda de papel dorado y brillante que nos recuerda que estamos en Navidad.


Sobre el pedestal, un busto blanco cuyos bordes podemos apreciar con nitidez en el contraste con el negro del fondo.


En el entorno, algunas plantas elegidas y colocadas con precisión, ponen el contrapunto verde de color en el conjunto, único elemento que parece respirar.


Todo tiene un orden perfecto. En este espacio se ha querido crear una estampa de una belleza antigua y, al mismo tiempo, moderna, en la que nada sobra y a la que tampoco deseamos añadir nada que echemos en falta.


Es una imagen para la contemplación, el reconocimiento del gusto y la cultura del propietario, pero yo la observo y creo que el conjunto no tiene voz, no es que esté en silencio, es que ha enmudecido por completo.


El conjunto tiene la asepsia de una sala de exposiciones preparada para su inauguración, llena y muda.


Así lo veo. Creo que la belleza deja de serlo cuando no podemos apreciar en ella el esfuerzo de las personas que la han trabajado, cuando puede ser de cualquiera, pero no de todos, cuando solo es privada.


Deshaciendo los versos del poeta, creo que los objetos que veo ante mí, han andado y andado muchos kilómetros y muchos años hasta llegar a esta puerta. Hoy, es imposible dar pasos atrás y, por mucho que se intente o se quiera, será difícil que se llegue más allá de esos pasos que no se pueden dar.


Mas allá del respeto por la capacidad de crear espacios en los que intenta habitar la belleza, esta puerta hueca quedará en mi mirada para recordarme el vano intento de sostenerse solamente en la belleza, olvidando el sudor y el dolor, lo cotidiano. 


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