CARTA ABIERTA Nº 1 A JORDI DOCE


Buenos días, Jordi,


Después de leer tu libro de notas “Todo será tuyo” y saborear tus reflexiones sobre el oficio de escribir, mi mano, sola como un autómata inteligente, se fue directa a ver qué tenía en mi librería de poesía que tu hubieras escrito. Últimamente, había leído más diarios tuyos o catálogos de aforismos que poesía.


En las estanterías, encontré un ejemplar de “No estábamos allí” y me lancé a repasar sus versos, interesado y escéptico, como el que emprende un viaje a un país desconocido.


Al acabar, busqué palabras para emparejar lo que habías escrito con lo que yo había leído y esto último con las sensaciones que me habían procurado.


A mi mente, llegaban palabras como amplitud, vastedad, profundidad, trabajo duro, vida cotidiana volcada en las páginas, misterios de la naturaleza, extrañezas, migraciones, desahogos necesarios, alientos permanentes, realidad.


Y volví a repasar, una vez terminado el libro, algunos de los poemas para intentar encontrar los versos que habían generado en mí esas palabras, esas sensaciones epicúreas.


En el primer poema “Entonces” me di de bruces con la realidad que yo había encontrado al final de tu poema, aunque siempre es dudoso que el que lee un poema identifique claramente lo que ha el poeta ha querido decir; más bien descubre lo que se hermana con su sentimiento y sus vivencias:


“Quién guardó una moneda en su bolsillo 

no fue más rico a la mañana”.


Ahora que estamos viviendo la primera gran migración europea de nuestro siglo, provocada por la invasión de Ucrania por Rusia, he visto en tu poema “Suceso” las caras tristes, pero serenas en su determinación de apostar por la vida, de los miles de migrantes que escapan del horror de las bombas, que dejan atrás sus tierras, sus maridos, sus hijos, sin saber si los van a volver a ver. Como parte de los privilegiados que nos limitamos a contemplar lo que ocurre, en tu poema he visto más dulzura, menos violencia, he visto el peregrinar, la contemplación de lo que salía a vuestro paso, la luz, la niebla, un camino hacia la búsqueda de la vida.


Una cadena de causas y consecuencias en tu poema “Fábula”, sucesos de la vida cotidiana.


He vuelto a leer tu poema “Incógnita” y he identificado la imagen que me ha dejado tras la retina, imagen que ha funcionado como tirador que abre la puerta de mis propias vivencias cuando, ensimismado, contemplo el roce de las hojas de los abedules de mi jardín, rozándose con delicadeza, empujadas por el viento, abrazándose si éste es suave o peleando cuando sopla fuerte, pareciendo que quieren escapar. Por eso, entiendo el extravío del que hablas en los últimos versos de este poema, naturaleza sugerente, que te arrastra.


Extraño y potente, me ha dado que pensar el final de tu poema “Paisaje”, cuando nos invitas a nosotros, tus lectores, a penetrar en tu territorio:


“Bienvenido a la tristeza 

de los almacenes”.


Lejanía, protegida por el frío y el hielo, es la palabra que me ha dejado tu poema “En el parque”, esa frialdad que encierra secretos, momentos de sentirse en la periferia de la vida.


He sonreído por cercanía, no por semejanza, al leer el final de tu poema “Huésped”, he sentido la tibia caricia de los primeros rayos del sol y el misterio de las apariciones recurrentes y de las inesperadas, de las que traen ecos y olores del pasado, de esas que nos hacen sentir que hemos vivido:


“Ligera y lenta como una sospecha, 

la luz de la mañana recorre a tientas el estudio 

y todo gira una vez más 

en la rueda de las apariciones”.


Me has traído al presente ese pasado y ese presente que todos vivimos, la difícil construcción de una convivencia, las distancias y cercanías que se crean, todo eso al leer tu poema “Contrapunto”, resumido con maestría en ese final:


“Sólo de noche, algunas veces, nuestros cuerpos 

cruzan las líneas furtivamente 

para firmar una tregua perpleja, 

difícil, 

el armisticio que es ahora nuestra vida”.


De ese armisticio, algunas veces -como tú dices-, surgen momentos que dejan huellas entre las sábanas, esas que refieres en tu poema “Epílogo”.


Los paisajes que cruzas en “Una ciudad en el norte” me son, como entenderás, cercanos, reconocibles, vividos, como lo es alguna de las conclusiones de sus versos:


“Nada es nunca como lo concebimos.

Pero también, la vida 

sabe ganar la espalda a sus peores augurios.”


Y así, poema tras poema, verso tras verso, he llegado al final de este libro que me ha dejado sed de más poesía tuya. La buscaré.


Gracias, Jordi,


Pamplona, marzo de 2022.

Isidoro Parra.


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