CARTA ABIERTA Nº 1 A JOSÉ CORREDOR-MATHEOS

CARTA ABIERTA Nº 1 A JOSÉ CORREDOR-MATHEOS.


Buenas tardes, José.


Es sábado y la mayoría de los habitantes de esta ciudad no se ha levantado todavía de la siesta. Tal vez ayude el hecho de que el frío que congela la nieve en las montañas que coronan el horizonte no permite que desaparezca y, día tras día, parece que ya forma parte de la tierra como lo era antes el verde de la hierba y de los bosques.


Las pocas personas que cruzan el parque que veo diariamente a los pies de mi ventana no pasean, parece que huyeran con sus deseos y sus secretos ocultos bajo la bufanda y el sombrero, como si estuvieran aletargados bajo las prendas de abrigo.


No hay paradas para saludar y conversar con los amigos. Es como si una carrera se hubiera orquestado para ver quién llega antes a casa.


Así, en esta tarde tan propia de este mes de febrero, me he dispuesto para acometer esta tarea de escribirte una carta diferente a otras que ya he escrito a otros poetas.


Es diferente porque normalmente suelo hablar a algunos poetas de un libro suyo que acabo de leer, pero en este caso tengo que referirme a los tres libros tuyos que he leído recientemente. Me refiero a “El don de la ignorancia”, “Un pez que va por el jardín” y “Al borde”, leídos en ese orden.


Es cierto que podría haberte escrito esta carta al acabar el primero de ellos que me dejó transpuesto, pero fue tal la sorpresa y el entusiasmo que me generó que no pude esperar a abrir las páginas del siguiente.


Puedo decir que he llegado un poco tarde a tu poesía. A la vista de lo descubierto, es correcto si así lo piensas, pero soy lo que soy, un aficionado que a fuerza de pasar horas sobre los versos va sintiendo lo que algunos poetas pretenden transmitir. A entender esto llegan mis afanes. No soy crítico literario y solo hablaré de lo que he sentido.


Es difícil no quedarse colgado de “El don de la ignorancia”. Al leerlo, debería haberme dado cuenta de que tras esos versos, más bien antes, había mucho camino recorrido, mucho oficio. Si no fuera así, no podías haber despejado el lenguaje de tus poemas de tantos adjetivos superfluos, de tantos adornos que impiden llegar a la esencia.


Poema a poema, he podido disfrutar del placer de releer lo que ya había captado en la primera lectura. Así son de sencillos y de importantes tus poemas. No necesitan varias lecturas para descifrar o captar algo de lo que quieres decir. Transmiten vida y paz desde la primera palabra y la primera lectura.


En muchos poemas, hablas del pasado, pero lo traes al presente para mirar todo con una mirada llena de aceptación.


En los primeros poemas aparecen algunos elementos que, por lo leído después, forman parte de tu constelación más personal, el hombre, los pájaros, el tiempo, los árboles, la luz en las sombras y éstas en la luz.


Tus ejemplos de los contrarios están pegados a la vida, no son pensamientos abstractos y eso hace que dejen de ser contrarios para pasar a ser polos que conviven en la misma vida, en el mismo cuerpo y en la memoria.


SOSEGAR sería uno de los verbos que, por sí mismo o por sus sinónimos, navega por tus versos imprimiéndoles el ritmo y la cercanía, la quietud necesaria de la vida.


Me gusta tu cercanía a Omar Jayyam, uno de mis poetas preferidos también.


En ese poema en el que nos cuentas que te gusta caminar sin compañía, me he visto reflejado y he recordado la sensación de caminar respetando mi vida y sin miedo a la muerte.


La ensoñación de volar o el deseo de hacerlo, que al final, para nosotros, es lo mismo, te lleva a admirar a las aves y disfrutar su habilidad y su mensaje. 


Una tarde y tu mirada te bastan para componer el cuadro de un poema que se queda en nuestra retina.


No sé si las cosas esperan ni por qué lo hacen, no sé si es mansedumbre o ejemplo, pero estoy contigo en que nos ayudan a seguir el curso del día, de nuestra vida. Además, nos hacen pensar, envidiar su quietud, su vida más allá de la nuestra.


Con toda la calma que me había dado este libro, pero sin pausa, tomé de mi librería, “Un pez que va por el jardín”. Ya lo había leído hacía algún año, pero lo retomé con interés y sin acordarme mucho de lo que leí en su día.


El viento, los pájaros y los árboles, presentes todos ellos en tus poemas, se volvían a hacer realidad con la profundidad que imprime la sencillez. Tu universo se confirmaba, tu sensibilidad y tu espiritualidad alcanzaban cotas que imponían mi rendición, porque cómo no rendirse ante el final de ese poema “Parecía ..”:


“Un día no será 

ya mundo el mundo, 

ni dolor el dolor, 

y nos será devuelta 

la vida arrebatada”.


Vuelven a surgir de tus versos los trenes que te permiten mirar de forma diferente, con la distancia que te apropias para llegar a la esencia de lo que ves.


El otoño también cobra su importancia, un otoño que no se sabe si es principio o final, pero que es esperanza de vida.


También asombra tu familiaridad con los muertos, parte tu vida propia, no solamente de la que te rodea.


No quiero alargarme para, al final, decir lo que tú ya sabes. Además, quiero dejar espacio para tu libro más reciente, “Al borde”.


La palabra que me viene el recuerdo de la lectura de estos poemas es “serenidad”, pero también sosiego y silencio y naturaleza y aceptación, todo lo que parece te hace respirar y que a mí me da vida.


Penetrar en el bosque, perderte y encontrarte, pero, sobre todo, que no te encuentren. ¿Dónde?


Entre los pájaros y tú, el vuelo.


El otoño como instrumento de renovación de la vida.


Estar, vivir, percibir y ser la luz que ocultan las sombras, ser la sombra.


Me es familiar el sentimiento de admiración, no exenta de envidia, al contemplar los árboles y su capacidad de regenerarse cada primavera … y crecer.


No estoy seguro de que “ignorar” sea la única forma de vivir plenamente, pero ayuda.


Por mi edad, José, me encuentro ya en ese momento que la vida me viene golpeando cada vez con mayor fuerza y asiduidad, pero estoy contigo en que la aceptación es la única actitud que puede proporcionarnos descanso y paz.


José, creo que ya es momento de dejar paso al silencio para hacer realidad el mensaje de tu poema sobre los deseos que sentimos cuando escribimos.


Gracias, José, por estas horas que me han reconciliado con la naturaleza y la serenidad.


Hasta pronto,




Pamplona, febrero de 2023

Isidoro Parra Macua


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