ENIGMAS. ABIERTAS A LA ORACIÓN.

 ABIERTAS A LA ORACIÓN

 



La oscuridad no nos asusta. En ella está aquello que hace libres: las palabras abiertas del deseo, los senderos transparentes de la imaginación.

Vicente Valero: Los apuntes del paseante. XXII. Oficio (Diario de un acercamiento)


Acuarela: Mariano Peracho.



En mi segundo viaje a China, allá por el año 2006, recorro las tierras del norte, Datong, para visitar el refugio de varios Buda, protegidos en la penumbra de estas cuevas horadadas en la roca.


En el entorno que las rodea, las extracciones de carbón a cielo abierto no les ayudan a mantener la blancura de la piedra, pero ahí siguen, tras siglos de espera paciente, de  ser destino de plegarias, deseos y agradecimientos.


Detenerse ante una de estas puertas es desafiar el vértigo del misterio.


Son invitaciones eternamente abiertas a la espiritualidad de todos los credos.


No importa si tiene sentido la fe. Es imposible levantar esta maravilla sin creer en la trascendencia, sin pensar que estás creando un milagro, plantando una semilla de futuro.


Pasar al interior es cruzar una frontera, del calor sofocante del exterior a la fresca penumbra del interior, del paisaje visible al interior percibido, de la desnudez a la protección.


El viento ha erosionado con obstinación la piedra para hacer más cercanas sus heridas. Su contacto con nuestra piel es un camino para equiparar creencias y sensibilidades.


Estas puertas invitan a caminar tranquilo, demorándote en la contemplación, desprotegiendo tu mente como una muralla sin almenas. Son tus propios muros los que rinden sus defensas y te hacen detenerte en desiertos de paz.


No importa el credo, importa la sensibilidad de la piedra tallada, la imagen construida con amor.


Desde el interior, poco importa la luz que hiere la puerta desde fuera. Me siento protegido, sé que el sol no va a dañar mi piel ni distraer mi pensamiento. De momento, me siento a salvo del mundo.


Visto el entorno que rodea estas puertas, hay que dar gracias por el trabajo de los creyentes que erigieron este lugar de oración, estas cuevas que conforman este santuario de silencio.


Ellos sabían que nunca podrían estar cerradas, que no necesitaban ocultar nada. Su intención era dejar abierta la invitación permanente al encuentro con la meditación y contigo mismo, enfrentándote a ti con tu soledad.


Tomando las palabras de Valero, al igual que a mí, la oscuridad no les asustaba. Seguramente bebieron de aquello que les hizo libres: las palabras abiertas del deseo, los lugares del descanso sin fecha de caducidad, los senderos transparentes de la imaginación y de la luz.


Aquí y ahora, me acaricia la intranquilidad de sentirme vulnerable, vivo.


Comentarios

Entradas populares