CAMÍ DE CAVALLS. ETAPA 6.

CAMÍ DE CAVALLS, ABRIL DE 2023.


DÍA 6: 22.04.2023, DE CALA MORELL A PUNTA NATI.


Merche nos acerca al pivote de inicio del camino de la etapa de hoy, que parte de Cala Morell y, si lo superamos, nos dejará en Punta Nati.


Desde el principio, sabemos que hoy será una etapa en la que la vista del mar apenas nos dejará de acompañar algunos minutos para volver a encontrarnos en cualquier vuelta del camino, un mar de la zona norte de la isla, oscuro y potente, atractivo como todo lo distante, como todo aquello que no podemos dominar, un enigma también, un desconocimiento que nos atrae y nos provoca.


En la primera parte de la etapa, el camino discurre por sendas no muy anchas que bordean acantilados, con suelos cuajados de piedras y una vegetación rala, una tierra con carácter, fuerte, en la que no puedes dejar de fijarte en el suelo si no quieres acabar con tus huesos en cualquier roca. Las imágenes de la costa y del mar son más poderosas que amables y cuesta renunciar a detenerse y contemplar lo que nos rodea. Si no nos paramos, dejamos de disfrutar del paisaje porque tenemos que estar atentos al suelo y si lo hacemos estamos deseando retomar nuestra senda. 



Ya sabíamos que la etapa programada para hoy era corta en distancia, pero no sabíamos hasta qué grado de dificultad nos iba a traer consigo. Sabíamos de la agresividad de ese tramo de la isla, pero no habíamos hecho nunca este recorrido.


El camino serpentea entre los bordes de los acantilados y un interior agreste, carente de vegetación elevada que nos deja expuestos al sol más agresivo. 




Algunos tramos discurren junto a muros de pared seca, de piedras grises, de esa parte de la isla, que nos acompañan y, posiblemente, en un día ventoso, nos protegerían del viento. Lo que no nos deja descansar en ningún momento es la incomodidad de las piedras en el camino.


Algunos ciclistas, preparados con las bicicletas apropiadas, nos adelantan aunque la dificultad del suelo, también para ellos, les hace discurrir con lentitud, mirando cada metro que recorren. Creo que tienen menos tiempo que nosotros para admirar el paisaje. Sobre la bicicleta, se ven obligados a hacer ejercicios casi malabares para sortear cada accidente del camino. Su marcha es lenta y tardamos un buen rato en perderlos de vista.


Unos metros más adelante nos encontramos con la primera barraca menorquina. Una edificación hecha, también, como las paredes secas, con piedras acumuladas sin argamasa. Son edificaciones de los siglos XVIII y XIX. La que vemos tiene planta circular y forma de pirámide escalonada (al estilo de los zigurats babilónicos). Creo que más adelante veremos alguna de planta cuadrada, que también las hay. 


Estas edificaciones tenían el papel se servir de protección y descanso del ganado y, al mismo tiempo, de cobijar a personas en caso de recrudecimiento de las condiciones climáticas. Me imagino el descanso, en su interior, a las horas en que el sol aplasta todas las voluntades.


Su entrada está orientada al sur para evitar el impacto de la Tramontana, aunque con una pequeña desviación de cuatro grados, lo que, según he leído, hace pensar que se construyeron con una brújula. También se piensa que pueden estar vinculadas a la primera logia masónica establecida en Menorca en período de dominio inglés, la Logia de la Torre de Babel. 



Se puede apreciar la forma en que el viento castiga la poca vegetación, así como la dirección en que sopla la tramontana.


Si pienso en el viento que nos castigó durante la primera etapa, puedo entender lo forzado, lo anómalo de la posición de estas ramas que vemos a nuestro paso. 


Estos árboles, han estado castigados durante horas y horas por la tramontana, como si se tratara de una batalla que el viento no se permite perder, como si quisiera dejar claro que su fuerza no se discute, que ningún ser vivo al que se dirija puede resistir su embate.


Es bello y es temible. 


Se puede sentir la amenaza permanente. Este árbol es testigo de la inevitabilidad de la sumisión.

 


El día es espléndido y tampoco nos castiga con unas temperaturas muy altas.


En un tramo del camino, nos adentramos unos metros hacia el interior y pasamos al lado de las instalaciones de una escuela de aeromodelismo. Sobre nuestras cabezas, vuelan algunos modelos con los que están practicando.


El camino no sufre grandes variaciones, aunque en algunos momentos se ensancha y nos facilita la marcha. La tierra roja del suelo contrasta con las rocas y las paredes secas.


Cuando el camino se ensancha, podemos caminar a la par, comentado las características de esta etapa y la belleza dura de sus horizontes, la sequedad y el silencio que se respira. 



Pasamos junto a los restos de un aljibe, en desuso desde hace ya mucho tiempo. Posiblemente, cuando estas tierras tenían un aprovechamiento ganadero superior al de hoy, habría tenido sentido, pero no creo que el mantenimiento de su funcionalidad pueda sustentarse hoy bajo criterios económicos o de uso habitual. Sea lo que sea, es bello verlo y es parte de la historia de la isla y de sus gentes. Estos restos históricos o antropológicos deberían mantenerse como un homenaje a la memoria de quienes nos precedieron, que no siempre pudieron gozar de condiciones de vida mejores que las actuales.


No siempre tiempos pasados fueron mejores.


Si echo a volar la mente hacia mi niñez, recuerdo escenas de campo de mi padre que no estarían muy alejadas de las condiciones de vida de los que poblaron estas tierras.


Creo que siempre merece la pena hacer esfuerzos por conservar la historia, saber de dónde venimos para poder guiar nuestros pasos en el presente y el futuro. 



A partir de aquí, el camino empeora, la senda se estrecha y se convierte en apenas una señal entre piedras. Las piedras y las raíces secas son cada vez más abundantes y, a pesar de la protección de nuestro calzado, notamos las agresiones de las piedras afiladas en nuestras suelas.


Ahora no podemos dejar de mirar el suelo que pisamos. Junto a las piedras, aparecen con profusión plantas de cardo borriquero o alguna otra variedad como la cardota que, si nos despistamos, acarician la piel de la parte de baja de nuestras piernas para recordarnos que están ahí y que no podemos ignorarlas. Piden su pequeño espacio de atención, de ser reconocidas.



La distancia parece menor a la vista de lo que en realidad resulta cuando caminamos. Probablemente, el efecto de ver la línea del mar y esta tierra larga, áspera y bella, es un engaño que nos invita a pensar en que ya estamos casi llegando, pero la marcha lenta a la que nos obliga el suelo, alarga el tiempo que nos queda.


Merche nos sale al encuentro mucho antes de lo que esperábamos y hacemos la última parte del recorrido con ella.


Cuando se producen estos encuentros al final de algunas etapas, todavía valoro más el esfuerzo y la generosidad de Merche para con nosotros en este camino. Estoy seguro que le hubiera gustado hacerlo con nosotros y la veo con fuerzas como para hacerlo, que es lo que más me alegra.


Ella es la que nos advierte que no dejemos de fijarnos en las plantas de alcaparras que en esa parte de la isla son muy abundantes. No sabía como era ese tipo de planta y ella me ayuda a identificar varias en el camino. Las que vemos no son de grandes dimensiones. Supongo que las habrá mayores en otras zonas, pero las que nos encontramos nos permite identificarlas.


Ahora con compañía, crece la ilusión de la pronta llegada al final de la etapa. 



El sendero nos va acercando a los acantilados y el mar vuelve a hacer plena su presencia en este paisaje agreste que semeja un desierto de piedras.


En el horizonte, aparece ante nuestros ojos el destino previsto para nuestra etapa de hoy: el faro de Punta Nati, rodeado también de piedras en lo que podría ser un paisaje lunar si no fuera por la fuerza de este suelo rocoso.


El faro parece lejano, inalcanzable. Entre él y nosotros, millones de piedras nos advierten, una vez más, de la dureza de esta tierra. Lamentablemente, el camino nos dejará antes de llegar al faro, en algún parking.


Parece un milagro que todavía surja entre las piedras algún atisbo de vegetación.


A pesar de la dureza, percibo una atracción difícil de explicar. En algún momento, pienso que esa rusticidad, esa semejanza a un imaginario paisaje lunar tiene algo que ver con un desafío, con algo poderoso, mucho más poderoso que nosotros, algo que merece un respeto incuestionable. 



El faro no nos va a dejar de acompañar en el recorrido que nos falta, pero siempre lo vemos lejos, como algo que no nos pertenece.


Hay momentos en que parece estar más cerca y otros, al cabo de varios pasos, en que parece haberse alejado.


Es posible que nuestro camino no sea tan recto como nos parece y sea eso lo que produce la sensación de mayor cercanía o lejanía.


Cada metro de camino cuesta recorrerlo como si fueran cinco en un camino sencillo.  



Tenemos que mirar cada piedra, pero no podemos dejar de asombrarnos ante la belleza de este mar, de estos acantilados que atestiguan su presencia desde hace más siglos de los que pueden pasear por nuestra mente.


Cuando nos acercamos al borde del mar, todo es belleza y la dureza pasa a un segundo plano.


El ángulo desde el que vemos un paisaje cambia la perspectiva y la propia imagen que observamos. La imaginación nos desborda y la grandeza de lo que vemos nos empequeñece. 




Es la belleza de lo inasible, de lo que nunca puedes dominar, del testimonio de su propia supervivencia, de lo sencillo y poderoso a la vez.


No van a ser mucho kilómetros, pero el suelo nos ha machacado y decidimos no continuar más allá de Punta Nati.


La etapa de hoy nos ha permitido conocer un tramo de esta isla, tan diferente en sus partes y tan única en su grandeza.


Toca descansar y pensar en mañana.


Una buena amiga (NG), en uno de los mensajes vespertinos, nos indica un cruce de casualidades, no tan casuales para ella: hemos hecho 7,7 kilómetros y hemos subido 7 pisos, su número favorito es el 7, así que hoy la etapa es para ella.


Otra persona cercana (AP) nos habla de montañas ancestrales al ver las fotos.


Y así, poco a poco, sin sentirla, con paz, va llegando la noche y la hora del descanso.



RESUMEN:

Pasos dados en la etapa: 11.574. Acumulados: 119.276.

Pisos subidos: 7. Acumulados: 384.

Kilómetros recorridos: 7,7. Acumulados 74,5.


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