ENIGMAS. TESTIGO VIOLETA DEL EDÉN.

TESTIGO VIOLETA DEL EDÉN 




Escribir es darse cuenta del Paraíso.

Jesús Montiel: Señor de las periferias.


Acuarela: José Zamarbide.



Este viaje a Japón, en 2016, quedará prendido en nuestra memoria por la imagen de las puertas-ofrenda de sus templos.


Alguna de ellas, cómo ésta que ahora contemplo en un templo de Nara, no se sabe si van hacia el mundo o quieren hacer entrar por ellas a toda la naturaleza, para que ésta inunde soportales, capillas y altares, fundiendo la fuerza de la vida exterior con la reflexión y el recogimiento interior.


Hemos tenido la suerte de llegar en el momento en que las glicinias aposentan sus flores sobre los tejados y los árboles, creando un mundo de pensamientos mágicos, nubes de sueños para los sentidos.


Aquí, en los alrededores de Nara, y a pesar de los kilómetros que recorremos de templo en templo, el cansancio no se apodera de nosotros: los paisajes que vemos hacen que nos olvidemos de nuestro cuerpo.


Sólo queda espacio para la belleza y la armonía.


Mirando esta amplia puerta bermellón, que permite el paso de todos los vientos y todas las almas, vigilada por esa glicinia de la que escapa la luz suave de sus flores, mi mente piensa en la antesala de cualquier paraíso.


Cuando veo la imagen, me impacta. Cuando intento describir las sensaciones que siento, la puerta se torna mágica, como un encantamiento permanente que me aísla.


Es un espacio en el que la meditación vuela con facilidad hacia la nada existencial. El aroma del aire llena todos los espacios de la mente.


Es una puerta perdida, como el paraíso; está fuera de los límites del templo, como el paraíso también. Es de todos y no es de nadie, como cualquier edén.


Está ahí, detenida en un espacio atemporal, esperando o contemplando, escuchando, sin prisa alguna por hablar.


Sabe que el silencio deja más huella que el discurso.


Su espera está vacía de deseos, sólo su alma le basta para sentirse el umbral de la paz que serena los ánimos y alimenta las miradas.


Cualquier vanidad que me posea se rinde ante la serenidad de esta puerta que me conduce al lugar en el que encontrarme a mi mismo.


Mis pies no quieren abandonar este suelo ni mis ojos esta puerta.


Escribiendo estas líneas me siento más cercano al paraíso.


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