CAMÍ DE CAVALLS. ETAPA 8.

CAMÍ DE CAVALLS, ABRIL DE 2023.

DÍA 8: 25.04.2023, DE CALA EN  TURQUETA A SANTO TOMÁS.

Hoy, a pesar de la distancia que separa el inicio de la etapa de la casa de Santi y Merche, hemos iniciado la andadura a una hora temprana. Sabemos que nos espera una jornada larga y se prevé que el sol caliente.

Por ello, salimos temprano del aparcamiento de Cala en Turqueta, al que llegamos en el jornada de ayer.

Bajamos -más cómodamente que en la subida de ayer- por el amplio camino que nos lleva, entre el bosque, hasta la cala que hoy volvemos a ver más vacía, más bella si cabe que lo percibido ayer, probablemente porque ayer estábamos cansados y hoy estamos frescos. 

El sol no golpea todavía la superficie de las cosas y, gracias a ello, la cala, las rocas, el bosque, el agua, todo lo que vemos, parece estar cubierto por una niebla trasparente que todo lo detiene, lo silencia.

Dejamos atrás Cala en Turqueta y tomamos el camino que nos hará recorrer una parte del litoral sur de la isla que nos va a ofrecer algunas de las playas más emblemáticas de esta tierra.

Poco a poco, vamos subiendo peldaños y nos vamos adentrando unos metros en el interior. 

El suelo del camino se torna amable en unos tramos, con su tierra roja, y en otros se ve salpicado de rocas y plantas ralas y bellas, en su mimetismo con el suelo y las rocas. 

Los árboles que nos acompañan son más altos y ligeros y la pared seca escasea. 

Es una zona más montañosa que marca distancias con el mar.

En algunos momentos perdemos la sensación de insularidad y podemos dejar que nuestra mente nos acerque a otros paisajes más continentales.

En esa parte del recorrido, el camino nos acerca a zonas más rocosas y bordeamos paredes -acantilados de interior- que estrechan el camino. 

Antes de abandonar estos tramos de paisaje de tierra adentro, volvemos a encontrarnos con tramos de pared seca y portillos que nos permiten atravesar fincas privadas para poder mantener el recorrido del Camí.

Hemos pasado de una ficción situacional a la realidad de esta tierra, una realidad que la hace singular y que me atrae como todo lo que es diferente, con carácter.

También pienso en la diversidad de espacios y en la forma en que los habitantes de estas tierras  organizaban su vida y su economía, ¿qué cultivaban?, ¿con qué comerciaban?, ¿cómo organizaban su sustento, el de sus familias? 

No es una tierra suave. Cada día que paso sobre estos caminos, reafirmo el carácter profundo de paisajes naturales y humanos.

Poco a poco, el camino nos devuelve a lo esperado de esta jornada, nos acerca al mar y los siguientes kilómetros los hacemos sobre senderos en los que circula el aire lleno de sal, de olores húmedos.

La presencia de los árboles se hace más ligera, se van abriendo huecos hacia el cielo que todavía conserva algunos velos de nubes ligeras.

Las rocas y las raíces siguen haciéndose presentes en el suelo que pisamos. Hay que caminar sin dejar de mirar el terreno si no queremos dar con nuestro cuerpo por el suelo, sobre todo, teniendo en cuenta que la ligereza de los movimientos y los reflejos, al menos en mi caso, quedaron ya muy atrás, en otros caminos de otros tiempos cuya realidad aleja poco a poco el olvido.

Estamos esperando, con cierta ansia, llegar a divisar la siguiente joya de la etapa de hoy, la cala Macarella, a la que llegamos y bordeamos. 

Después de contemplar la belleza de la cala desde una cierta altura a la que nos ha llevado el camino, bajamos a la arena, queremos acercarnos más al mar, queremos caminar sobre esa tierra húmeda que cada día baña el mar.

Su forma semicircular, protegida con estos acantilados que semejan cuernos, configuran un espacio que invita a habitarlo. 

Retomamos el camino que nos vuelve a elevar varios metros sobre el nivel del mar y nos dirigimos por una meseta de rocas hacia nuestro siguiente destino: Cala Galdana.

Cala Galdana es un espacio bellísimo que hace ya tiempo fue invadido por los hoteles, las urbanizaciones de residencia temporal, las instalaciones para la práctica de deportes de verano, embarcaderos y un largo etcétera de elementos que la hacen diferente de la imagen de otras calas más solitarias. 

Bajamos hasta el núcleo urbano y nos encontramos con Merche.

Antes de continuar el camino, Txelo decide quedarse y seguir en coche hasta el final. Desde mi punto de vista, no es una renuncia, es más que justo que lo haga. El esfuerzo realizado hasta aquí se va acumulando y pesa. En realidad, estoy positivamente sorprendido de lo que ha hecho hasta ahora.

Santi y yo tomamos el camino que nos lleva, con subidas y bajadas, a medio camino entre el mar y el interior, a la parte final de la etapa de hoy.

En este tramo del recorrido, la imagen que percibimos de los árboles que bordean el camino, de las limitaciones de piedras que señalan los bordes, nos transporta a caminos de leyenda. 

El día nos ha salido algo diferente a lo que pensábamos y las nubes ligeras que nos han acompañado, han permitido que la tarea haya sido más amable, el sol no nos ha machacado y hemos podido disfrutar del día, sintiéndonos parte de todo lo que nos rodea.

Tras una leve caminata, nos acercamos a un mirador desde el que podemos admirar otra joya: Cala Mitjana. El agua es verde esmeralda, tan atractiva como un pecado. La imagen que nos ofrece la cala y su entorno, nos atrae como un remanso de paz, una llamada al descanso.

El color del agua, en esta parte de la isla, se ha ido modificando, tornándose más claro, más transparente.

El contraste del agua con las rocas y la vegetación es más patente y dulce al mismo tiempo. 

Pasada la cala, volvemos a ascender y poner la vista en el interior de la isla.

Nos adentramos en los bosques de coníferas que pueblan esta tierra y nos acercamos a campos de cereales, en uno de los cuales nos volvemos a encontrar con la figura de una barraca, no muy elevada, que destaca en el verdor del cultivo.

Las paredes secas están construidas con la piedra gris y porosa que abunda en esta parte de la isla. 

El camino se va complicando mientras nos adentra en el barranco de Trebalúger, una zona húmeda con disponibilidad de agua y caminos amables.

Aquí, la sombra es más profunda y se genera una temperatura más agradable que compensa el endurecimiento de este tramo que, en ocasiones, nos lleva a bajadas pronunciadas en las que hay que pisar fuerte y seguro para no resbalarse.

Es un ejemplo más de lo abrupto de esta costa sur que lo mismo te deja besando las aguas turquesas de una cala que te adentra en barrancos y maleza espesa, no adecuada para ningún tipo de cultivo. 

De todos modos, lo que tiene de diverso aleja la monotonía de lo que podría ser una camino siempre igual, lineal y falto de diferencias.

Tras varios kilómetros entre paredes secas y sombras amables que nos facilitan los árboles que nos acompañan nos adentramos en el barranco de Sa Cova, algo más abrupto que el anterior, con suelo más rocoso y agresivo. Tenemos que poner la fuerza en nuestros bastones para sujetarnos sobre el suelo.

Recorremos diferentes paisajes, caminos que conducen a campos de cultivo, otros que nos conducen por bosques ligeros y por otros diversos en sus especies.

Tras cruzar un hermoso encinar, nos dejamos llevar por el barranco de Binigaus hasta llegar a la playa del mismo nombre y seguir ya por la orilla del mar hasta nuestro destino de hoy.

Desde aquí, alternamos tramos en los que tenemos que caminar sobre la arena, cuyo tránsito se hace pesado, defendiéndonos de las ansias de intrusión de la arena en nuestro calzado, y tramos por pasarelas de madera que hacen más amable el empeño.

Nos alegramos cuando vemos de lejos el final de la etapa de hoy, donde nos espera una cerveza fría y el descanso merecido.

Las playas de Santo Tomás son largas, amables y abiertas a un mar que las acaricia. 

Buen y merecido descanso, toca reponer fuerzas.

En los mensajes recibidos por la tarde, X. compara a Txelo con Labordeta.

RESUMEN:

Pasos dados en la etapa: 25.298. Acumulados: 162.233.

Pisos subidos: 43. Acumulados: 431

Kilómetros recorridos: 19,3. Acumulados 106,4.