ENIGMAS. BAJO LA SOMBRA

BAJO LA SOMBRA 



Otorgado en su interior es a los hombres el sentido,

hacia lo mejor él ha de guiarlos.

Friedrich Hölderlin: Humanidad más elevada (Poemas de la locura).



Acuarela: José Zamarbide.


Nuestros cuerpos intentan impregnarse del aroma de Tokio, en 2016.


Antes, mucho antes que esta puerta, se trazaron los caminos que llevaban a un lugar concreto y que tenían un sentido en su dirección y destino.


También antes, mucho antes que esta puerta, se plantaron los árboles y los arbustos de este parque, se dispusieron los espacios para el descanso.


Con los templos y pabellones dedicados a la meditación o a la poesía tengo más dudas. No acierto a ver si fueron el principio que dio origen a tanto camino confluyendo en el mismo punto o el toque final de estos jardines que, hoy, son más un bosque que un jardín. Aunque las crónicas dicen que el primer templo fue construido en 1920 y, a causa de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, reconstruido en 1958, el aire que respira el entorno del templo y la devoción que genera, en los miles de fieles que lo visitan, funde y confunde las cronologías, al menos en mi mente.


En cualquier caso, esta puerta torii de entrada del parque Yoyogi, en Tokio, da la bienvenida cada a día a miles y miles de visitantes que la contemplan asombrados, incapaces de medir la proporción del espacio que ocupan esas columnas rotundas y ese dintel serio que semeja un puente que conecta los árboles de los lados del camino.


Unos cuantos metros después de pasar esta puerta nos encontramos con otra del mismo estilo y tamaño que precede al templo Meiji, pero el primer impacto lo recibimos al acceder al parque, con la imagen de este paso que nos avisa de que nos adentramos en un espacio para respirar profundamente, para olvidar ruidos y confusiones, para centrar el destino de nuestras reflexiones.


Esta puerta une los caminos de asfalto de la ciudad que rodea el parque con los de tierra que serpentean entre árboles y rocas; une senderos de prisas y preocupaciones con espacios en los que descansar de las tensiones y desahogarse de las preocupaciones.


Es una puerta que marca el sentido de las pisadas y el sentido general de los corazones que pasan su umbral. Como decía Hölderlin, los que pasamos bajo ella, los que la dejamos atrás, somos los encargados de guiarnos hacia lo mejor de nosotros mismos, de no perdernos en divagaciones sin importancia.


Ella nos ha marcado un camino ancho, nos indica una dirección unívoca, plácida y serena.


Yo intento pasar tiempo más allá de su umbral, intento dejar la prisa y los ruidos en las calles más lejanas.


Desde su silencio, natural, nada envarado, me acoge y protege mi silencio. Deja en mis manos el cayado con el que seguir caminando, siempre adelante, buscando el camino más correcto y la sombra más serena.


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