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Le ruego al claro Dios 

de la mañana 

que derrame sus espigas 

de luz sobre este día.

Que no me permita mirar 

lo mismo en cada cosa.

Que llene el aire 

de candiles 

y mis poros 

como zarzas lo perciban.

Que me diga el nombre 

verdadero 

del delirio 

y no me prive de la dicha de ser ascua.

Que el agua de las horas 

humedezca mi canto 

y que me impulse.

Que deshaga mis dudas y me asombre 

el tacto con bengalas.

Que llene mi camino 

con guijarros de hogueras.

Que la madeja de palabras con que nombro 

sea solo 

nudo alado 

en el que se desorbite la lógica, 

y que en él dé cobijo 

al extravío.

Que no me prive el Dios 

de la infinita lumbre 

esta mañana 

de sentir la desmesura 

del pábilo inquieto 

de este día.

Que a este universo fúlgido 

y hermoso 

el júbilo lo sostenga para siempre.



Poema de Asunción Escribano

de su poemario “Acorde”.


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